Quino no tenía miedo a morir. Eso lo dejó claro en una entrevista para el diario El País en 2012. El mundo, en cambio, sí temía perder a este genio de la caricatura. Y pasó. El 30 de septiembre, hace un mes ya, Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino, sufrió complicaciones cardíacas y falleció en Mendoza, Argentina, acompañado de sus sobrinos. Tenía 88 años de edad y recientemente había sufrido un accidente cerebro vascular que debilitó su salud.
Joaquín Lavado era reservado, taciturno y ermitaño. No tenía demasiados amigos y estaba consciente de su timidez. Pero todo eso lo ponía a un lado cuando se presentaba en conferencias, ferias del libro y eventos literarios. De hecho, cuando recibió frente al público el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2014, se le notaba emocionado. Era mucho más social entonces. Además, era muy atento y respondía con afecto la correspondencia de sus admiradores.
Su primera obra de tiras cómicas fue Mundo Quino (1963). Un año más tarde desempolvó los dibujos de Mafalda -que había realizado para una publicidad de electrodomésticos- y los envió a un editor italiano que trabajaba en el diario argentino Primera Plana. Desde entonces, el humorista creó un universo en el que Mafalda junto con sus amigos Susanita, Manolito, Guille, Miguelito, Libertad y sus padres relevaban inconformidad con la humanidad y se pronunciaban en favor de la justicia, la igualdad y el respeto.
El hogar de Mafalda estaba en el barrio San Telmo de Buenos Aires, pero la niña irreverente se paseó por varios diarios y revistas argentinas antes de que su creador dejara de dibujarla en 1973. Sin embargo, Quino realizó un gran numero de obras como A mí no me grite (1972), Yo que usted (1973), Quinoterapia (1985), ¡Qué presente impresentable! (2005) y varias recopilaciones de su obra como Toda Mafalda (2007) o Simplemente Quino (2016).
A inicios de siglo, Quino dejó de dibujar debido a un glaucoma que le afectaba la vista. Extrañaba el dibujo y sentenciaba la vejez. «Es una porquería», decía. Su esposa, Alicia Colombo, falleció en 2017. No tuvieron hijos. Lo más cercano a una hija fue Mafalda, quien quizá no era tan pequeña, pues el 29 de septiembre (un día antes de la muerte de Quino) cumplió 56 años de edad.
Quino ha inspirado a generaciones de ilustradores y caricaturistas en toda América Latina. En Venezuela habría que imaginar a Rayma, EDO, Weil, Camdelafu, Pinilla y a Meollo Criollo jugando en casa o vistiendo el uniforme escolar para descubrir que fue a muy temprana edad cuando se encontraron por primera vez con Quino. Todos quedaron fascinados con la genialidad de los personajes de Mafalda. Y se hicieron amigos para toda la vida.
Mafalda, definida por los caricaturistas venezolanos, es una niña universal que soñaba con un mundo mejor. Explican, además, que sus temas son imperecederos y válidos en el mundo actual. Quino era un filósofo que abordó la pluralidad, igualdad, injusticia, ética, moral y la decadencia de valores desde las tiras cómicas. «Pasarán muchos años antes de que dejen de estar vigentes», explica Nacho Palacios, escritor de Meollo Criollo. Camdelafu, caricaturista y periodista venezolana, dice que el mundo no es perfecto y que falta mucho por mejorar. «Lamentablemente, Mafalda es para siempre», expresa la joven de 27 años de edad.
Cuando Rayma abría un libro de Mafalda descubría cosas nuevas para interpretar y eso, comenta, es un ejercicio importante en la caricatura. Pinilla reía con la niña de vestido y moño peculiar, la consideraba una viejita prematura. Palacios, de Meollo Criollo, veía en cada personaje un espejo de la sociedad y le resultaba poderoso que Quino invitara a reflexionar a toda una generación. Weil, por su parte, encontraba al dibujo como lo más fascinante: la percepción, el volumen, las líneas, los detalles y el cuidado total de la caricatura.
La influencia de Joaquín Lavado se dejó colar por las venas artísticas de los caricaturistas venezolanos. En particular, Weil destaca que del artista argentino captó la volumetría e iluminación necesaria para plasmar en sus dibujos. Pinilla se identifica con Quino: «Cuando vives circunstancias parecidas, es decir, en dictadura, sientes empatía con su mensaje. Implícitamente todos tenemos la irreverencia de Mafalda. Todos somos un poquito Quino», apunta.
Mafalda es la estrella de Quino, pero para EDO lo mejor está en el resto de su obra. Asegura que en sus otros libros encuentra un trabajo más fino en el que habla de temas que, quizás, eran muy agudos, ácidos o forzados para expresarlos con niños. Y Rayma confiesa su adicción: «Conozco toda su obra. Es un problema. Quino nos generó una adicción. Tiene historias increíbles. Es un maestro capaz de reinventarse, toca cualquier tópico con inteligencia, sarcasmo y veracidad», comenta la caricaturista residenciada en Miami.
La mirada inocente y sencilla de una niña de seis años de edad permite abordar con ternura temas agrios. Además, Mafalda se rodeaba de los amigos del barrio, y cada uno de ellos veía el mundo de una manera peculiar. Los niños, dice Pinilla, son sinceros y analizan las cosas como son: buenas o malas. Para Meollo Criollo eran bombas atómicas de realidad. «Yo no le puedo discutir nada a un niño. Ellos pedían que los adultos arreglaran el mundo porque eso es su herencia», afirma Palacios.
«Es muy importante que Mafalda sea una niña de seis años. Ella vivió en una época donde esas voces no tenían valor. Quino es de los primeros dibujantes que le dio importancia a las ideas de una niña desinteresada por jugar muñecas, pero preocupada por lo que pasaba en el mundo. Creo que eso cambió la manera de pensar en la sociedad del momento. Es el primero en tomar en cuenta la voz de una mujer y es importante decirlo», resalta Camdelafu.
Rayma ve la caricatura como una herramienta de denuncia. «Abre espacios para el libre pensamiento y nos lleva a dudar, denunciar y ver más allá de lo inmediato. Develaba cosas que están ocultas», destaca. EDO la define como un bálsamo que hace más llevadero el día a día, y como un espejo donde la sociedad se refleja.
«La ilustración permite expresar opiniones y llegar a mucha gente. Su simplicidad, la manera de decir las cosas en poco espacio es fantástico. Ojalá tuviéramos periódicos otra vez para publicar. Los caricaturistas somos damnificados de esta revolución. Pero la ilustración sigue vigente a pesar de la censura. Seguimos firmes», denuncia Pinilla.
Quino deja un legado eterno. Es uno de los artistas contemporáneos latinoamericanos más relevantes. Él, a través de sus libros, advierte la importancia de la inconformidad, la curiosidad, el pensamiento crítico y la civilidad en todas las personas. También deja un gran aprendizaje para aquellos dedicados al humor gráfico.
Así como preguntarle a un músico su canción favorita, no es fácil escoger una única tira cómica de Quino. Pinilla, quien ve como un sacrilegio decir que una es mejor que la otra, se inclina por una viñeta en la que Mafalda habla sobre el arca de Noé. «Estoy rodeada de animales», dice la pequeña. Para Meollo Criollo las favoritas son aquellas en las que Mafalda aparecía con un globo terráqueo. Y para Camdelafu, la mejor es una tira que habla sobre la liberación femenina.
La viñeta favorita de Weil retrata la ironía y la contradicción: un señor se monta sobre su mayordomo, arrodillado en el piso, para alcanzar un libro sobre Karl Marx. Edo recuerda una de Manolito. Allí, Mafalda y Susanita fingen atracarlo y él responde automáticamente con algo sobre los precios en la tienda de su padre. Por su parte, Rayma guarda con afecto una imagen que muestra a Guille dibujando apasionadamente, pero que se engalana cuando su padre le avisa que le tomará una foto.
Cuando a los seis caricaturistas se les preguntó ¿qué le dirían a Quino? todos, inequívocamente, dijeron: «Gracias». Pero ese encuentro imaginario podría ser abrumador. Por ejemplo, Weil se quedaría mudo. «Con tan solo verlo, me quedaría perplejo. Me gustaría preguntarle sobre el sufrimiento que padeció para realizar su trabajo. Porque para hacer una cosa tan buena, uno pasa por momentos muy difíciles», añade. Camdelafu le agradecería por hacer del mundo un lugar más inteligente y Pinilla le expresaría su admiración absoluta.
«Estamos un poco más huérfanos. Gracias por su herencia, una eterna Mafalda que tenemos para revisar, consultar y pensarla», le diría Rayma. EDO valora haber crecido con los libros de Quino, con su humor fino y punzante, y Nacho Palacios también se quedaría sin palabras. «A un genio que tuvo tanto por expresar, que nos regaló a Mafalda no se le puede decir otra cosa sino gracias», puntualiza.
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