El nombre Gertrud Goldschmidt no es muy conocido, porque la sencillez de las dos sílabas de la palabra Gego (se pronuncia «Guego») resume toda su identidad. Gego nació en Hamburgo, Alemania, en 1912, en una familia judía. La joven Gertrud tuvo talento desde muy jovencita para el dibujo y otras artes aplicadas. Pero terminó decidiéndose por la arquitectura. En 1932 matriculó en la TechnischeHochschule of Stuttgart, de donde se graduó en el año 1938 en Arquitectura e Ingeniería. Básicamente desarrolló sus estudios durante una buena parte de la década de los 1930, mientras la convulsa situación política y social germana asistía al auge del poder del Partido Nazi y Hitler, y con él un profundo antisemitismo. La familia Goldschmidt, como tantas otras, se vio forzada a abandonar su país, escapar a América, y su destino sería en Caracas, Venezuela. En el año 1939 llegaron allí, y echaron raíces. Aunque Gego, como la conocerían todos a partir de entonces, era ya una joven de 27 años, que aprendió el español y lo hablaría siempre con su acento peculiar.
En 1952 se nacionalizó como venezolana, a los 40 años. Poco tiempo después decidió dedicarse seriamente al arte. Su carrera es atípica para un artista, ya que incursionó a una edad no temprana. Sin embargo, su talento natural, sus estudios arquitectónicos, su sofisticada sensibilidad y el rico ambiente artístico venezolano de aquellos años, le permitieron a su obra madurar y robustecerse muy pronto, dándose a conocer de manera contundente durante las décadas siguientes. Hacia 1957 estaba desarrollando composiciones abstractas en pinturas y acuarelas. Pero la fascinación por la espacialidad y las estructuras tridimensionales que traía de la arquitectura, la llevaron en otras búsquedas.
La línea, simple y pura, se convirtió en una obsesión para ella, un punto de contacto en toda su obra posterior. Los moldes geométricos y el auge del cinetismo, no cautivaron tanto a Gegocomo la exploración en función de la línea, su riqueza como recurso formal y la capacidad de la línea para ocupar el espacio físico. Siguiendo este camino, hacia finales de los años 1960´s estaba creando diferentes “estructuras” o “dibujos espaciales”, hechos a mano, a partir de tejeduras de alambres formando ángulos, cruces y figuras geométricas. Según su naturaleza, estas obras, que no pueden catalogarse como esculturas, por su nivel de innovación y fragilidad, Gego las nombró reticulareas, esferas, troncos, chorros, dibujos sin papel…
La apariencia exacta y a la vez libre y espontánea de sus piezas, las hace fácilmente reconocibles. Las teorías y práctica artísticas de Gego la hicieron muy influyente en toda una generación de artistas venezolanos, a los que dejó entrar a su taller en calidad de estudiantes, en una suerte de método de aprendizaje no basado en métodos formales académicos, sino en compartir la experiencia creativa y aprender en acción. Eugenio Espinoza fue uno de sus alumnos notables, entre muchos otros. También enseñó en distintos centros educacionales, como la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela y el Instituto Neumann de Diseño de Caracas.
De 1976 data la obra aquí ilustrada, que pertenece a su serie de Esferas. Como todas las piezas de Gego que he ido adquiriendo para la colección, esta es muy querida para mí, y de hecho la he tenido en mi casa colgada durante muchos años. Al observarla siento que puedo conectarme con las ideas de Gego, su visión del mundo y del arte. Lo más simple, en este caso la línea, puede hacer el mayor impacto, y desatar los más inesperados sentimientos. En la aparente llaneza, radica su profundidad conceptual, su pureza y a la vez su capacidad para el juego y la espontaneidad. Porque a pesar de todo, el proceso manual que da origen a estas obras, recuerda mucho al de los artesanos, e incluso a un juego infantil. El arte de Gego radica no solo en la belleza de sus piezas, sino en el proceso de crearlas, en su génesis.
En 1979 Gego recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas de Venezuela en reconocimiento a su influyente carrera artística, y a su magisterio en el arte y la cultura venezolanos. Después, a lo largo de los años 1980, sus materiales y estructuras se hicieron aun más elementales y simples, tejeduras de papel, sus llamados bichitos hechos de materiales de desecho, incluso de papel de envoltura de cigarrillos… Las manos de Gego continuaron tejiendo líneas y dibujando en el aire, y de alguna manera continúan.
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