ENTRETENIMIENTO

Fedosy Santaella: Hay un adormecimiento cultural en cuanto a la literatura venezolana

por Avatar Alba Freitas

“Fuera todo está roto, dentro somos nosotros, los cuatro al abrigo de nuestra isla. Esa felicidad con muerte de fondo duele”, se lee en la sinopsis de la novela corta escrita por Fedosy Santaella, El dibujo de la isla (2022). La historia se centra en la narración en primera persona de un profesor universitario durante la época de las protestas en Venezuela en 2016. En medio del caos, el dolor, las bombas lacrimógenas, las manifestaciones  y los héroes silenciados, el protagonista se aferra a su pasión por el dibujo para mantenerse a flote, como una isla que se niega a hundirse.

Junto con su esposa Sofía, el narrador enfrenta la difícil situación del país, marcada además por la escasez de insumos básicos, con la preocupación de tener que buscar un mejor futuro para sus dos hijos pequeños. El dibujo los sostiene y, a la par, lo traslada al recuerdo de su bonita juventud en una Venezuela muy diferente a la que le tocó a sus hijos.

Fedosy Santaella, de 54 años de edad, no recuerda con exactitud cómo fue el proceso creativo detrás de El dibujo de la isla. Afirma que, como varios libros que se van dando solos, esta historia editada por Monroy Editores surgió de forma fragmentaria. La misma estructura del texto determinó que su escritura fuera surgiendo por partes. A medida que escribía se dio cuenta de que había un hilo conductor en la historia. Así, casi sin proponérselo, durante cinco años el libro lo acompañó con un relato que podría comprenderse como una especie de diario o autoficción con el cual convertir el dolor por el país en un dolor propio y fortificado.

Fedosy Santaella

Portada de El dibujo de la isla | Foto cortesía

“Comencé a escribirlo en aquellos años de protestas. Luego me vine a México en 2017 y en ese tiempo seguí trabajándolo, puliéndolo, agregándole  cosas. No quería escribir exactamente una novela, sino que fuese lo que fuese, ese libro estuviera conmigo. Lo escribía, revisaba y luego lo dejaba descansar. Digamos que el proceso que yo consideré que estaba listo me tomó aproximadamente dos años. No exactamente debo decir que lo escribí durante 4 o 5 años, pero en ese tiempo me acompañó”, comenta.

El dibujo de la isla nació, esencialmente, de los dibujos que Santaella hizo cuando era niño. De allí el título de esta novela corta que ya se encuentra disponible en Venezuela en librerías como El Buscón, Kalathos y Alejandría. Los trazos realizados en su infancia permanecieron guardados, gracias a su madre, desde que él tenía 8 años de edad. No sabe, admite, por qué los conservó. Pero sí está consciente de cómo lo ayudaron en una época realmente dura para Venezuela.

“Esos dibujos, en esos años de protestas, fueron un agua clara que veía constantemente y me ayudaba a sobrellevar la situación que se vivía en aquel momento. Los hijos también aparecieron en mi vida, ellos comenzaron a dibujar, sobre todo el varón. Todas esas cosas se fueron dando y el libro fue surgiendo de una manera orgánica”.

Los dibujos de Fedosy Santaella expuestos en un café en México | Foto cortesía

El dilema del venezolano: ¿irse o quedarse?

En la historia de El dibujo de la isla, el protagonista reflexiona sobre lo que es mejor para él y su familia en medio del ruido de las calles por los cientos de estudiantes que protestaron a diario durante meses. Aunque el narrador participa en alguna oportunidad de las protestas, su relato se centra principalmente en lo mucho que le afecta encontrarse diariamente con los pupitres vacíos en la universidad. Todos los jóvenes están en las calles, luchando con escudos de cartón y máscaras caseras por una Venezuela mejor. En medio de la dolorosa situación, el narrador se pregunta qué país quedará cuando sus hijos crezcan.

Así, como muchos venezolanos, se enfrenta, sobre todo motivado por su esposa Sofía, al dilema de emigrar o quedarse. El conflicto tiene rasgos de autoficción y muestra ciertas similitudes con la propia vida e historia de su autor: Santaella también dibuja desde pequeño, tuvo dos hijos interesados por el dibujo, dio clases en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y además forma parte de millones de migrantes venezolanos en el mundo que, hasta hoy en día, se contabilizan por la Organización Internacional de Migración en 7,7 millones.

“La ficción es más real que la realidad por lo que manifiesta del mundo interior. Uno calla en muchas ocasiones lo que vive, se lo guarda, no lo cuenta o lo transmuta a otros lugares y cuando pasa a la ficción, la ficción es más real que la propia realidad. Hay  toda una autoficción en el libro, los límites entre lo ocurrido y lo ficcional se desdibujan. Ya no importa tanto qué fue lo que sucedió y lo que no. Por supuesto, la situación del país fue real. Hay evidentemente elementos de la realidad que se convirtieron en poesía y en algo más real”.

Fedosy Santaella

Santaella en la UCAB | Foto Archivo

El dibujo de la isla: relato devastador

El dibujo de la isla es un libro que duele. El contraste que se genera entre el presente que vive el narrador y sus recuerdos de infancia en una Venezuela próspera, símbolo de la modernidad e incluso pionera en muchos aspectos, resulta devastador. En las 108 páginas se logra, además, el equilibrio entre dos perspectivas diferentes: la de la nueva familia que formó el protagonista, sus temores por el futuro y su incertidumbre, con el recuerdo de la familia que lo crió, la relación con su padre y cómo lo marcó el apoyo que recibió como dibujante de cómics de superhéroes. No fue sencillo, admite su autor. Toda escritura que se dé, además de la autoficción, es un reto en sí misma.

Como escritor, Fedosy  Santaella tuvo que adaptar e incluso modificar ciertos elementos de la (su) realidad para hacerlos funcionales para el lector dentro de la ficción. Es parte del oficio, señala. “Luego, además, tuvo que convertir el dolor que está afuera en algo propio, es raro decirlo, pero es así. Es un dolor que se enfrenta al dolor. Evidentemente, no se convierte en alegría, pero sí se convierte en un dolor fortificado. Esa es una parte evidentemente muy difícil de lograr cuando se está haciendo literatura”.

El dibujo principal del libro | Foto cortesía

Una idea fugaz, que le llegó de la nada, fue todo lo que le hizo falta a Fedosy Santaella para mezclar la narración testimonial de uno de los momentos más oscuros del país con la historia de sus dibujos. El escritor reconoce que unir cosas aparentemente diferentes es algo que ya ha hecho en sus novelas. Cuando la idea surgió se dio cuenta de que efectivamente sí había una relación entre lo vivido y el dibujo.

“El dibujo es precisamente eso, de allí el título de la novela, el dibujo de la isla. Es un lugar bueno que te ayuda a mantenerte a flote. Fui haciendo un recorrido, como una especie de historia personal a través del dibujo; el dibujo es mi historia íntima y todo ese recorrido sirvió como leitmotiv y situación vivida en el presente”.

Así como el protagonista, él también realizó un curso de caricatura cuando era niño, se convirtió en un aficionado de los cómics por las gráficas e incluso su papá lo suscribió a la revista Heavy Metal. Todas esas cosas están en la historia ficcional y en la real, todas con el dibujo como hilo conductor, esa isla íntima, personal y luminosa que, de algún modo, lo ayudó a mantener a flote frente al caos exterior.

Fedosy Santaella

Foto cortesía

Búsqueda del significado

Cuando salió El dibujo de la isla, hace dos años, mucha gente se sintió conmovida, afirma Fedosy Santaella. Como escritor agradece mucho que se lea su obra en un contexto en el que el sector editorial en el país no es el mismo que se vivió en 2000, hace 24 años. Antes, explica,  hubo más interés por publicar a los autores venezolanos, sus novelas y cuentos. Luego comenzó el cierre de librerías y las grandes editoriales dejaron el país.

“Siento que hay un adormecimiento cultural en cuanto a la literatura venezolana. En este momento se habla mucho de poetas jóvenes venezolanos, cosa que me agrada mucho, hay poetas que se dan a conocer en las redes o eventos porque la publicación es difícil. Frente a este adormecimiento de las librerías y la prensa, agradezco que lo lean porque siento que se perdió ese impulso que había. Hoy en día queda muy poco. No hay librerías, no hay editoriales para los autores venezolanos, también está la autocensura y el miedo”, destaca.

Así como agradece la lectura de su obra, un registro poético de una época realmente dolorosa para todos los venezolanos, no duda en asegurar que siempre valdrá la pena salir a las calles a protestar. “Hay que formar un lío, quejarse, enojarse y dejar claro que tú sabes que te están engañando, que te están robando en la cara. Esto también es así: me importa tres pitos lo que tú hagas con el poder, con el gobierno y su desfachatez, pero es nuestro deber y nuestro derecho como seres humanos dar a saber que sabemos que nos están mintiendo”.

Fedosy Santaella sabe y reconoce que no es el más adecuado para decir si la situación mejoró o empeoró en Venezuela después de tantas muertes, protestas y familias destrozadas. No vive en el país. Sin embargo, tiene la sensación de que hay que tener claro las diferencias. Una cosa es la calma y otra la paz, dice. Una cosa es la felicidad y otra la libertad, otra estar tranquilo y adormecido. “Esas palabras a veces se vacían de su significado. Los venezolanos quizás estamos ahora en la búsqueda de llenar de significado algunas palabras que después de tanto y tanto golpe se vaciaron”.