Este sábado 20 de mayo falleció en Boston, a los 63 años de edad, el músico y compositor venezolano Paul Desenne de un infarto fulminante, según reportes en las redes sociales.
A través de Twitter, diversas personalidades del mundo musical venezolano lamentaron la partida física del violonchelista, quien dejó un legado con su amplio catálogo de obras de concierto que «exploran las posibilidades expresivas de todos los lenguajes musicales latinoamericanos».
La pianista venezolana Gabriela Montero expresó su pesar por la muerte de quien era su amigo desde hace más de 30 años. Lo describió como su «compañero en música y vivencias», además como un ser único e irrepetible. «Cuanto lloramos la pérdida de Venezuela. Lo que más querías era ser querido y admirado por tu música», escribió.
Por su parte, Jaime Bello-León, director General de Comunicación, Mercadeo y Promoción de la Universidad Católica Andrés Bello, destacó el espíritu vanguardista que poseía Paul Desenne. Así como sus habilidades creativas y lingüísticas en la música.
«Extrañaré su inquietante lectura de nuestro mundo contemporáneo y sus muy agudos comentarios sobre la posibilidad o dificultad de ‘hacer’ arte en nuestros días», expresó.
El legado musical de Paul Desenne
Desenne, quien también se desempeñó como columnista de El Nacional, destacó como uno de los músicos más prolíficos de su generación.
Se graduó con honores en el Conservatorio Superior de París y tuvo una impresionante trayectoria como compositor, así como solista del violonchelo. Interpretó una amplia variedad de géneros musicales que iban desde lo clásico hasta las melodías criollas venezolanas.
De acuerdo con el portal especializado Venezuela Sinfónica, sus composiciones abarcaban «desde piezas para instrumento solista hasta majestuosas sinfonías corales».
Las obras del compositor se han interpretado en escenarios emblemáticos como el Teatro Teresa Carreño en Caracas, el Lincoln Center de Nueva York y el Carnegie Hall y la Gran Sala de Hamburgo.
Obtuvo importantes reconocimientos como la prestigiosa beca Guggenheim en 2009 y el Fellowship del Instituto Radcliffe de la Universidad de Harvard a partir de 2010.
Dichas distinciones le permitieron trabajar en diversas óperas y obras orquestales, en las que demostró su incansable búsqueda de innovación y excelencia musical.