Euphoria, la serie de HBO creada por Sam Levinson y basada en la homónima producción israelí, estrenó su primera temporada en junio de 2019 bajo la premisa de «adolescentes buscando identidad, amor, amistad, y sexo, en ocasiones en contextos traumáticos». No parecía, precisamente, un terreno virgen para un showrunner. Por el contrario, Levinson, también autor y codirector de todos los episodios, tenía ante sí el desafío de despegarse de dramas teen de fuerte impacto, como fue el caso de la serie de Jamie Brittain y Bryan Elsley, Skins, y concebir un universo propio y original. Con algunos tropiezos y ciertos clichés inevitables en el camino, lo terminó logrando.
Uno de los aspectos más interesantes de Euphoria fue cómo naturalizó la mirada sobre la sexualidad. Que la relación amorosa central entre una joven bisexual, Rue Bennett (Zendaya) y la joven trans Jules Vaughn (Hunter Schafer) no cargara las tintas únicamente sobre el aspecto queer fue una decisión acertada. Los conflictos entre Rue y Jules no se desatan por los prejuicios: se desatan por problemas también que padecen otros personajes cisgénero de la serie. Allí Euphoria encontró su diferencial. Siempre conoció su audiencia, ese público que transcurre la adolescencia y potsadolescencia; uno receptivo, abierto, que permitió que la narrativa se traslade hacia otros lugares.
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Uno de esos lugares es la adicción a las drogas de Rue, que también se explora sin la provocación por la provocación misma. Levinson sabe que ella es el corazón de la serie, y aborda su enfermedad con sensibilidad y empatía. La joven no es solo una adicta en plena lucha, sino que también sufre de un trastorno bipolar y de un trastorno de ansiedad, continúa en duelo por la dura muerte de su padre, y le cuesta hallar el incentivo para seguir viviendo hasta que conoce a Jules, de quien toma toda la fuerza que necesita para mantenerse sobria. Esa simbiosis, claro, no es una buena mezcla, y el final de la primera temporada muestra a Rue reconociendo a esa mujer que ama como una influencia no del todo positiva, y nuevamente recayendo en las drogas para sopesar la partida momentánea de su salvavidas. Con un soundtrack tan perfecto como devastador, Euphoria concluía su primera entrega con varios cliffhangers, pero la estabilidad de Rue pasó a ser el más significativo.
«Trouble Don’t Last Always», el primero de dos episodios especiales que marcan una atípica vuelta de la serie, responde el interrogante sobre la salud del personaje, y lo hace a contramano de la propuesta estética por la que venía apostando. Lo depurado se impone, y el cambio funciona.
Debido a las restricciones que generó la pandemia de coronavirus, el capítulo de una hora es esencialmente una conversación entre Rue y su padrino/sponsor Ali (Colman Domingo), luego de una breve introducción, un onírico what if vinculado a Jules. Para los que están acostumbrados al ritmo acelerado de Euphoria, el episodio es todo un desafío. Implica bajar los decibeles, y dejar que los monólogos de esas figuras centrales tomen el mando e impacten con una sofisticada sencillez que remite al cine de Barry Jenkins. Ambientado en Navidad, «Trouble Don’t Last Always» («Un problema no dura para siempre») es la prueba de que una buena charla entre dos personajes bien construidos -y brillantemente interpretados por Zendaya y Domingo- puede ser igual, o incluso mucho más atractiva de ver que algunas secuencias superficiales que, en ocasiones, debilitaron la primera temporada.
El poder de la palabra, la palabra como acción concreta, la acción que se produce cuando algo se pone en palabras… Todo eso yace en ese intercambio entre una adolescente que recayó en su adicción y un hombre que está limpio pero sigue en la batalla. Levinson acierta en no utilizar a Ali como instrumento para brindar sermones. Lo trata como lo que es: un individuo que acompaña cada pensamiento que verbaliza Rue y trata de diseccionarlo para que la joven pueda tener otra perspectiva de la vida, compartiendo a su vez su propia historia. Euphoria ya ha lidiado con tópicos ásperos en su primera temporada, pero hay algo de bienvenida desnudez en cómo se focaliza en la culpa de Rue, sus pensamientos negativos, y su convencimiento de que las drogas son la única salida para no extinguirse.
Debido a esto, que se trate de un episodio especial y no de un episodio a secas no deja de ser una lástima. Levinson crea uno de sus mejores trabajos al confiar en que el espectador absorberá con intensidad no solo lo que se dice sino también lo que queda en el aire mientras Rue se pone los auriculares para escuchar a Moses Sumney y ese hermoso tema que es «Me in 20 Years».
«Trouble Don’t Last Always» es un gran capítulo, una propuesta diferente con un último plano inolvidable gracias a la expresividad de Zendaya, y la ratificación de que una charla entre dos personajes también puede ser sinónimo de buena televisión.
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