El sábado 4 de noviembre fue uno de esos días en los que la lluvia se empeñó en caer como nunca en Caracas. El clima de la ciudad, cambiante y obstinado, sorprendió a aquellos que tenían planes; como quienes reservaron su día para asistir a uno de los primeros intercolegiales de gaitas del año, el del Colegio Emil Friedman.
El evento comenzó a las 10:00 am, justo cuando amenazaba con llover intensamente. Rondando el mediodía, sin embargo, los alrededores del Centro Comercial Galerías Prados del Este, fueron testigo de un movimiento atípico, alegre, a del cielo oscuro, truenos y nubarrones. Pancartas escarchadas, banderolas, cintas multicolores y franelas cuyas espaldas estaban enmarcadas en frases como «mamá gaitera», «papá gaitero», «abuela/tía/amiga gaitera(s)» se veían en largas colas de personas que esperaban, pacientes, abordar las unidades que las llevaría a su destino.
La subida hacia el colegio de Los Campitos fue divertida. Se cumplió con el protocolo de tiempo estipulado y ayudó que no hubo congestión vehicular en el camino. Diez minutos después de abordar el transporte, el estacionamiento del colegio, atestado de personal de protocolo, recibiría a los grupos, encaminándolos hacia las taquillas de compra de entradas y/o brazaletes ($20 por persona), o indicándoles cómo ingresar a las canchas deportivas donde, justo en ese momento, cantaba uno de los colegios invitados.
Se respiraba expectación e inquietud, apasionamiento. Instrumentos iban y venían; jovencitas ataviadas con monos y suéteres que cubrían sus hermosos y pintorescos trajes corrían de arriba abajo haciendo preguntas; maquillajes comenzaban a elaborarse, brillos a adherirse y peinados a engominarse, todo mientras se calentaban voces, se seguían instrucciones, comenzaban las caminatas a los camerinos y madres o padres se mezclaban entre sí, a pesar de pertenecer a distintos colegios, dándose los mejores consejos para cuando les llegara la hora.
La antología del Emil Friedman
El Colegio Emil Friedman pensó hasta en el más mínimo detalle para realizar su primer festival de gaitas. Había llegado el momentos de demostrar por qué tardaron tanto tiempo en dar ese paso.
Pedro Fajre, subdirector de la institución desde hace más de 5 décadas, defendió la decisión de las autoridades de confiar en padres y representantes para tomar las riendas de la organización de las gaitas en años anteriores. Pero, en el marco de la celebración de los 75 años del colegio, cambiaron de opinión: el colegio tenía, y debía, presentar un festival donde la gaita tradicional fuera la protagonista.
«Teníamos un pensamiento que se inclinaba a imitar un poco lo que hacían otros colegios», señaló Fajre. «Además, el nivel de música había bajado con respecto a este género. Ya no teníamos gaitas, por así decirlo», explicó. «La responsabilidad recaía en los muchachos y sus padres, una iniciativa loable, pero al pasar el tiempo nos dimos cuenta de que el nivel que estábamos logrando no era el ideal. No cumplíamos con las armonías, estructuras y repertorio tradicional gaitero. Pero todo cambió».
De esta manera, el considerado colegio más musical de Caracas, reunió a un grupo de profesores expertos para que ayudaran a construir un espectáculo que rescatara el valor de las gaitas para su comunidad.
«Para la institución, es una tradición de toda la vida», rescató el subdirector. «La esposa del profesor Friedman era maracucha, de hecho. Y fue quien trajo las gaitas hace muchos años», rememoró.
“Lo que construimos es un espectáculo fuera de serie, de otro nivel”
Al show lo llamaron Antología. En él participan 55 alumnos (divididos en baile, canto, armonía y percusión) guiados por 8 profesores que rescataron en un show de 20 minutos la esencia de la gaita.
«Hicimos un breve recorrido por su historia: desde sus inicios con los ritmos africanos, los cantos religiosos, la tamborera y la fusión actual con ritmos caribeños como la salsa·, explicó Kristin Pardo, mamá gaitera y miembro del comité organizador. «Y este año, estando conscientes de la competencia que significa cada festival intercolegial, el Friedman busca la unión y el disfrute, valores que quizás se han desdibujado en el tiempo».
El festival del Friedman reunió a 22 colegios, 8 más de los que hasta el año pasado se presentaban en los intercolegiales. Unidades educativas como el Instituto Andes, Colegio Simón Bolívar, Champagnat, Los Arcos, Los Campitos, Cristo Rey, Santa Rosa de Lima, Yale, San Agustín de El Paraíso, Madre Matilde, Santiago de León, San Ignacio, Claret, Academia Merici, Mater Salvatoris, y muchos más, se congregan para participar, si no en todos, en la mayoría de los encuentros que marca el calendario de la temporada gaitera 2023, que comenzó la última semana de octubre con el Último Ensayo de la Polar, y que terminará la segunda semana de diciembre.
Este primer festival de gaitas del Emil Friedman ofreció –además de las acostumbradas presentaciones de entre 10 y 15 minutos de cada colegio- diversas actividades para el disfrute de los asistentes.
A pesar de que el mismo día y a la misma hora el Instituto Andes llevaba a cabo su intercolegial de gaitas, se contó con la presencia de al menos 12 instituciones ese sábado en el Friedman y la animación de Enzo, ‘la voz de la rumba’.
Hubo una gran feria de comida que manejó un menú variopinto de opciones que comenzaban con la típica street food (perros calientes, papas fritas y hamburguesas), hasta comida mexicana, árabe, italiana y asiática. También contaron con áreas para niños, quienes podían escoger entre la dinámica de armar robots o legos, hasta entretenerse con los videojuegos más populares y divertirse en el área de parques o inflables.
No se vendieron bebidas alcohólicas durante el evento. En cambio, los asistentes podían comprar mocktails, una alternativa más saludable y para todo público.
Hasta las 9:00 pm, los asistentes pudieron disfrutar del intercolegial, con la presentación final, justo a las 7:00 pm, de la Promo 61 del colegio organizador. Cumplieron, durante 20 minutos, lo que prometieron: rendirle honor al género gaitero. Cerró la noche la presentación de Kobi Cantillo quien le siguió a las presentaciones de Dj Nunes y DJane Nawal.
“Faltó gaita”
El primer festival de gaitas del Colegio Emil Friedman contó con la participación de un jurado especializado. Los miembros tiene criterios de evaluación, entre los que destacan la afinación, el número de instrumentos usados, la precisión de la coreografía, creatividad y quiénes formaron parte de la presentación.
Estuvo encabezado por el reconocido académico, percusionista y miembro fundador de La Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, Alfredo Naranjo, quien actualmente dirige su grupo de salsa Gonicorte y un cuarteto de jazz junto con Nene Quintero.
También Edgar Quintero, con más de 30 años de trayectoria como cantante, más de 10 años de experiencia como vocal coach y es miembro del Coro de padres, maestros y amigos del Colegio Emil Friedman; el percusionista Obdulio José Granado Rangel, quien tiene más de 30 años de experiencia como músico ejecutante y docente. Además, es investigador de las tradiciones y saberes de Venezuela, lo que lo ha llevado a representar al país en siete festivales internacionales.
Finalmente, la coreógrafa Vanessa Marqués, con 18 años de trabajo en ritmos latinos: salsa casino, salsa en línea, bachata, y fundadora del grupo Cef Latino para estudiantes del Emil Friedman.
El line up de jueces estuvo de acuerdo en que las presentaciones rebasaron expectativas. Sin embargo, coincidieron en que la gaita no fue protagonista. «Integrar los géneros musicales como el rock, pop y reguetón con las gaitas, es una idea muy buena, pero se debería poner un poco más de estética y orden para entender el discurso que se presenta», dijo Naranjo.
“Cuando la música tiene tantos cortes musicales y tan bruscos, no permite disfrutar de todo el proceso que nos une, que es la gaita”
No obstante, enfatizó el espíritu, la energía y la iniciativa de los colegios y los padres. «Es una bendición que se si se sabe aprovechar al máximo, es capaz de cumplir sus sueños».
Luego de las votaciones se hicieron 14 premiaciones, entre las cuales destacaron:
Especiales al/la mejor
- Cuatro: Yale
- Voz femenina: Champagnat
- Bailarina: Ana Sofia Olivo, Instituto Andes
- Charrasca: Mater Salvatoris
- Furruco: Santo Tomás de Villanueva
- Tambora: Instituto Andes
- Arreglo gaitero: Instituto Andes
Baile
- Tercer lugar: San Agustín El Paraíso
- Segundo lugar: Los Campitos
- Primer lugar: Instituto Andes
Música
- Tercer lugar: San Agustín El Paraíso
- Segundo lugar: Champagnat
- Primer lugar: Simón Bolívar
Mejor agrupación gaitera
La inversión
Participar en los intercolegiales, cada año, es una experiencia inolvidable para los estudiantes. También para los padres. Pero es una gran responsabilidad en materia de inversión económica.
Julia Guillén, miembro del comité organizador del Emil Friedman y mamá gaitera por última vez, destacó que el colegio, por fortuna, cuenta con profesores capacitados para hacer un buen montaje de gaitas. «No nos costó ni medio la producción, pues todo estuvo a cargo de los docentes».
«Siendo un colegio musical tenemos la gran ventaja de contar con profesores de altísimo nivel. También contamos con grandes profesionales del espectáculo, que trabajan en su mayoría en grandes producciones del Teatro Teresa Carreño, como Miguel Issa. Todos ellos sirviendo como coaches de nuestros muchachos», rescató Kristin Pardo.
Si embargo, sí hay gastos como vestuario, maquillaje, traslados y preparación que podrían rondar los 800 dólares. «No llegamos a los 1.000», añadió Guillén.
Los padres de las integrantes de la agrupación del colegio Mater Salvatoris invirtieron entre 3.000 y 5.000 dólares, un gasto que cubre montaje, vestuarios, maquillaje, entradas a los festivales, compartió Verónica Padilla, directora coreográfica y general del grupo.
Adriana Pereiro, «mamá comité» de Los Campitos, señaló que su inversión fue de entre 2.500 y 3.000 dólares. «Algo elevado, sí, pero los volvería a pagar con gusto. Como mamá, te llena. Acompañarlas, apoyarlas, llorar con ellas, compartir todos los momentos… No lo cambiaría por nada», acotó.
En el San Agustín de El Paraíso y el Madre Matilde la inversión fue de entre 1.500 y 2.000. El Simón Bolívar, Cristo Rey y Santiago de León, también coinciden en estas cifras. «A pesar de lo poco o mucho que puede llegar a ser, encontramos la manera de pagar por nuestro sueño, bueno nuestros padres», asegura un grupo de bailarinas de distintos colegios que disfrutaban después de su presentación.
Preparación, rutinas, adaptación
En cuanto al tiempo de ensayos, en su mayoría comentan que se han tomado entre 4 meses o 5 meses. «Por la ventaja de trabajar con profesores, han sido en su mayoría en el colegio y en horarios especiales que no interfirieron con su preparación académica», señaló Kristin Pardo del Emil Friedman.
Pero hay algunas instituciones que incluso comienzan a ensayar desde diciembre del año anterior, con un proceso que inicia con las audiciones y prácticas cada dos o hasta tres veces por semana. En lo que todos coinciden es que, a dos o tres meses de comenzar los festivales, los ensayos son diarios y más largos.
«Los repertorios normalmente varían entre 15 y 20 minutos, así que el proceso para que queden perfectos, al menos con el Mater, es de 9 meses. Son 4 horas diarias, lunes, miércoles y viernes. Y acercándose la fecha, empezamos los ensayos de fines de semana que incluyen música en vivo; los llamamos generales y duran hasta 8 horas», aseguró Verónica Padilla.
Hay colegios como Los Campitos que se apoyaron en organizaciones culturales y casas productoras como Ímpetu, con las que trabajaron desde principios de año, lo que también eleva los costos de la preparación del grupo.
Diego Rojas, exintegrante de Guaco, lleva la mitad de su vida apoyando a colegios con sus gaitas. «Desde que canté por primera vez en las gaitas de mi colegio. Al graduarme, empecé a montar voces y algo de percusión», manifestó. Hoy en día trabaja ayudando con el Colegio Caniguá, la agrupación a vencer. «Este año vinieron con todo», dicen.
Rojas ha trabajado con colegios como el Don Bosco, Santo Tomás de Villanueva, El Peñón y Cristo Rey. Dice que la experiencia es «inolvidable» y asegura que la fórmula para conseguir el reconocimiento, porque ganar ya es participar, recae en las ganas de hacerlo bien, una mentalidad winner, descanso y mucho ensayo.
Sobre las rutinas, los colegios apuntan a que se debe tener memoria coreográfica, disciplina, sincronización, actitud, musicalidad y presencia en escena.
«Tener un gran cuerpo de baile es un trabajo constante. En el del Mater, por ejemplo, le rendimos tributo a la gaita 100%, los géneros como el urbano o el pop no los tocamos; lo comercial está fuera. Y ante eso, lo fundamental es la sincronización con la música. No ensuciar la coreo y ser armónicos en la tradicionalidad de la gaita«, destacó Padilla.
En su mayoría, los colegios forman grupos de entre 30 y 50 personas en tarima. «Esa cantidad de personas es casi imposible de manejar si no existe comunicación», enfatizan. «Ponerte de acuerdo con tantas personalidades tan diferentes es una odisea, pero cuando logramos entendernos, sucede la magia«, afirmaron integrantes del Madre Matilde, colegio que regresó a los escenarios tras 11 años de ausencia y, felices, reconocen que ha sido un viaje maravilloso a pesar de los traspiés.
Tanto padres como hijos están de acuerdo en que hay un gran esfuerzo, pero cuando ven el resultado solo hay satisfacción. «Las gaitas son un evento muy grande, un performance que se muestra con el fin de entretener a pesar del espíritu competitivo; es una experiencia religiosa en sí misma», subraya Verónica Padilla.
«Compartir con gente que hace lo mismo que tú y se une para rendirle tributo a la música, a la cultura y la danza, es hermoso. Es dar el todo por el todo y disfrutar del momento. Resulta conmovedor y nostálgico por aquellos que no volverán«, concluyó.