El próximo 28 de febrero llega a los cines El hombre invisible, la nueva versión cinematográfica personaje creado por H.G. Wells. Se actualiza el clásico de terror para convertir la historia en un thriller psicológico que aborda la violencia machista. Una lacra contra la que «no hacemos lo suficiente», denuncia Elisabeth Moss, protagonista de esta vuelta de tuerca dirigida por Leigh Whannell y producida por Jason Blum.
Tras alcanzar notoriedad dando vida a Peggy Olson, la inconformista creativa publicitaria que rompía, una y otra vez, techos de cristal en la serie Mad Men, y ganar dos Emmys y un Globo de Oro interpretando a June Osborn, una esclava presa de la república fundamentalista y ultrapatriarcal ideada por Margaret Atwood en El cuento de la criada; Moss no mira ahora ni al pasado ni al futuro distópico, sino que se queda en el presente para dar vida a Cecilia, una arquitecta víctima de una violencia muy real, la que cada año sufren miles de mujeres a manos de sus parejas.
«Como sociedad no estamos haciendo lo suficiente. Ahí están las cifras de las víctimas, que creo que aquí en España también lo muestran así. No, no estamos haciendo lo que hace falta», afirma la actriz en una entrevista durante su visita a Madrid para promocionar el filme.
Moss sostiene que transformar al legendario personaje de terror clásico en un monstruo real, un hombre joven, rico, guapo, inteligente pero manipulador, violento y desalmado, «era la única forma» de conseguir que una versión de El hombre invisible atraiga en estos tiempos a los espectadores. «El público es inteligente no quiere que le des lo mismo. Tienes que tener una buena idea que le de un motivo para ir a ver la película», apunta.
El terror como herramienta
Y es que para Moss siempre es bueno e incluso «necesario» generar «conversación» entorno a temas como los abusos o la violencia machista, pues eso crea condiciones «para que las mujeres se sientan seguras para hablar».
«A través del arte, de la literatura o el cine, podemos crear espacios en los que las mujeres puedan hablar de lo que les ha pasado o lo que les ha incomodado», afirma la actriz.
Señala que la ciencia ficción o el terror son herramientas para abordar cuestiones más grandes, de carácter más social o incluso político, que trascienden la propia historia de la película.
Se trata, de géneros que atraen al público con una historia entretenida «para luego introducir un mensaje más profundo, más complejo». El terror «funciona muy bien en eso porque puedes llevar a los personajes en situaciones muy extremas».
Un análisis en el que coinciden plenamente el productor del filme, Jason Blum, y el director y guionista Leigh Whannell que destacan que a la gente «le gusta ir al cine a asustarse y tener un subidón de adrenalina» y una vez captada su atención el terror es «un vehículo muy adecuado para contar otras historias».
El director reconoce que abordar un tema tan delicado como el de la violencia machista fue una carga extra de responsabilidad en la que se sitió muy respaldado por la «perspectiva femenina» que aportó a la película su actriz protagonista.
«Creo que si te concentras en el miedo, en entretener primero, después tienes la posibilidad de entrar en temas más sensibles», señala Whannell. Destacó de Moss su «enorme capacidad para darle profundidad» a su personaje y las situaciones límite que vive sin caer en el exceso y sin «llevar las emociones demasiado lejos».
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