Si hace buen tiempo, a lo lejos se puede ver el mar Caribe. Si no, de igual manera, la naturaleza que rodea a la iglesia San Juan María Vianney es cautivadora. El templo, construido con bloques de cemento, sobresale de la montaña tropical gracias a su color grisáceo; además, sus escarpados ángulos y diseño contemporáneo se contraponen con las formas naturales del paisaje.
Elisa Silva, arquitecta venezolana y directora de Enlace Arquitectura, fue seleccionada como una de las finalistas de la XI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo que se celebrará este mes en La Asunción, Paraguay.
La iglesia presenta un diseño único, inspirado principalmente en la experiencia de Silva en otras ciudades del mundo. «Yo recién llegaba de Roma y me obsesioné con patrones. Para la planta, me inspiré en la Catedral de Los Ángeles, del arquitecto Rafael Moneo. También, la iglesia de Nuestra Señora de Romchamp, en Francia, inspiró el diseño; se trata de un templo concebido con una estructura desde la cual la misa puede darse hacia el exterior, y en la iglesia San Juan María Vianney, ocurre lo mismo», indica la arquitecta.
Que la iglesia San Juan María Vianney sea finalista de la XI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo representa, para Silva y para la gente que vive en las inmediaciones del templo, un logro que trasciende la culminación de un proyecto. «Es una cosa bellísima. Esto es mucho más que un templo: la comunidad aprendió bastante sobre arquitectura y construcción gracias a los 10 años que tomaron finalizar el trabajo. Este reconocimiento significa que se valora la obra de los venezolanos, hace ver que se puede hacer buena arquitectura, con un significado importante para una comunidad, incluso en tiempos de crisis. Es un elogio y una manera de darle las gracias a todos los que estuvieron con nosotros durante estos 10 años», agrega.
La construcción surge gracias a las conversaciones del padre Abelardo Bazó con los tíos de Silva. El tema central era la necesidad de un templo más cerca de la comunidad que quería participar de la eucaristía. «El padre le comunicó a mis tíos, Ricardo y Lexa Silva, la inquietud, y ellos me contactaron a mí. Yo recién llegaba de Italia, me acerqué al lugar y me enamoré del sitio y de su gente. Acepté sin pensarlo dos veces», comenta.
Luego de elaborar el diseño y un dossier, quedó en manos del padre conseguir el presupuesto. «Bazó habló con otras diócesis en Venezuela y consiguió financiamiento. Pero fue gracias al aporte de instituciones religiosas de España y Alemania que la construcción comenzó en 2009. El problema era que, en cuanto se acababa el dinero, la obra se paralizaba. Recibimos dinero en 2009, 2013 y 2017; durante esos años fue que se avanzó realmente», afirma Silva.
El templo se construyó en medio de una grave crisis de materiales. Pero, a pesar de ello, logró consagrarse como un edificio innovador gracias a su sencillez. Al respecto apunta: «No perseguí algo tan intrincado o desafiante, pero sí busqué una geometría irregular, carece de ángulos rectos, las paredes son autoparlantes y tiene unas aperturas que, más allá de su función de ventilar, generan un patrón y le dan un valor estético. Es un sitio que está en armonía con su entorno».
Si bien el proyecto tardó una década en ser concluido, la población de La Media Legua estaba comprometida a ver materializado el esfuerzo. Además, mientras eso ocurría, una vez al mes se realizaron misas en el lugar. «Incluso, cuando no había techo, la comunidad limpiaba el espacio, colocaba bancos y sillas, decoraba todo con elementos religiosos y ponía flores en el altar. Me agradó mucho cómo la gente recibió el templo».
La iglesia de San Juan María Vianney es una prueba de que se puede hacer arquitectura, de maneras no tradicionales, con recursos limitados y aun así obtener un resultado capaz de impactar a la población y a los arquitectos y profesionales fuera del país. Silva agradece a toda la comunidad: «La buena arquitectura depende de un buen cliente. Y la comunidad de La Media Legua fue increíble», finaliza.