Maigualida y Raquel llevan varios años en una relación amorosa en la que han compartido los mejores momentos de su vida, la primera como socióloga venezolana y la segunda como maestra de danza colombiana. Radicadas en un apartamento de Caracas, la pareja vive en armonía a pesar de que la sociedad que las rodea no reconoce ni legaliza sus derechos. Cuando Maigualida fallece a manos del hampa, Raquel comienza a vivir dificultades. No puede cobrar ni la pensión ni el seguro de viudez. Le toca enfrentarse a una sociedad adversa a la que se le suma la inesperada visita de la prima de su pareja, Yaritza. En medio de sus prejuicios y creencias, la joven acude hasta la casa de Raquel para quedarse con el apartamento de su prima.
Donde caerme viva ganó en 2016 el premio a Mejor Dramaturgia Isaac Chocrón. Escrita por el dramaturgo y director de teatro Elio Palencia dos años antes de que se estrenara, la obra busca visibilizar la falta de derechos de los miembros de la comunidad LGTBIQ+. La sexo diversidad, en este caso las parejas lesbianas, es uno de los tópicos más frecuentes en la amplia dramaturgia de Palencia, de 60 años de edad, quien está radicado en España desde 2017.
«Siempre me ha llamado la atención que la visibilidad, en especial de la mujer lesbiana, es muy poca, pero en nuestro país más. Creadoras del medio, incluso de la televisión, no hablan de eso, no se suele hablar de eso y eso fue lo que me motivó a escribir algo para mujeres lesbianas», cuenta el escritor.
Consciente de que escribir desde la realidad venezolana no es tarea sencilla, el dramaturgo explica que también le interesa abordar el tema de la memoria del venezolano y la venezolanidad en sus trabajos. Al hablar de Dónde caerme viva, Palencia cuenta que hubo un comentario en concreto que lo inspiró a contar la historia. Estaba trabajando con un compañero escritor contemporáneo, de clase media, blanco y heterosexual, cuando este le dijo: ‘Esos problemas ya están muy superados, ¿no? Lo de LGTBIQ+ y todas esas cosas». El comentario, que dejaba entrever su posición sobre la comunidad LGTBIQ+ como un tema descartado, le llamó mucho la atención.
Palencia pensó en todas las injusticias legales a las que se enfrenta la comunidad, incluso en la actualidad. No se puede registrar a un miembro de una pareja homosexual en un seguro social, por ejemplo. Tampoco se puede pedir una baja médica para cuidar a la persona que amas, ni siquiera se puede heredar, legalmente, los bienes que se compartieron durante la relación. Eso, se percató, eran solo una pequeña muestra de toda la discriminación y homofobia latente que había en el contexto. «Si este amigo que es un intelectual piensa que la comunidad LGTBIQ+ no es un tema, yo debo escribir sobre ello, pensé. Así surgió la obra», rememora.
La pieza está dirigida por Jhonathan Bello, quien se ha labrado una experiencia en el teatro como productor y actor, luego de dirigir Muñecas bravas de Katty Rubesz. El elenco está integrado por las actrices Carmen Naranjo, Jacqueline Rosas, Oriana Chirinos, Rossana Contin y Dayana Gil quién también participa en la asistencia de producción junto a John Pimental. Las funciones se serán este sábado 7 de octubre y domingo 8 a las 5:00 pm en el Celarg, Altamira.
Escribir para visibilizar
Elio Palencia se basó en un juego de palabras para titular la obra Dónde caerme viva, uno que iba en sintonía con el tipo de historia que narraba. En el país, cuenta, existe un dicho: «No tengo dónde caerme muerto» que tiene relación con las propiedades o bienes materiales de una persona. Le pareció una bonita forma de jugar con la historia de la obra donde está en juego el apartamento de una pareja de mujeres con quince años de relación. «De pronto viene una sobrina evangélica y se queda con la casa y la ley la ampara a ella porque tiene la sangre. Me pareció una ironía el dicho en contraste con la historia. Lo interesante es dónde caer vivo, no dónde caer muerto, si te moriste, te moriste. Fue un juego de palabras», explica.
Dónde caerme viva se presentó por primera vez en 2016. El director Costa Palamides le pidió el texto a Palencia para montarlo en el marco del 30 aniversario de su grupo Teatrela. La temporada, cuenta el dramaturgo, fue un éxito total. La asistencia de los espectadores fue bastante buena y tuvo una gran receptividad, principalmente, por el elenco de actrices destacadas. En esa ocasión actuaron Daifra Blanco, Marisol Matheus, Juliana Cuervos, Nirma Prieto, María Alejandra Telliz, Ruth Cabeza y Norma Monasterios.
«Todas tenían 30 años de trayectoria en el teatro. En ese momento los comentarios, la poca crítica que había, alabó muchísimo el casting y los personajes. La obra tiene que ver también con un contexto y un cierto embrutecimiento y la injusticia, porque cuando tú tienes algo y una persona te lo quita, es un robo», comenta.
Esa vez todo fue muy gratificante tanto para el dramaturgo como para el equipo. Palencia recibió buenos comentarios como el de un joven poeta de 15 años. «Me dijo que ahora sabía que lo importante no es que los personajes sean trans o lesbianas, sino son buenas personas. Qué mayor regalo que para uno que escribe que alguien tan joven se te acerque y te diga eso. Es una maravilla», confiesa.
Todo lo que escribe, señala el dramaturgo, lo hace por y para el otro. Su propósito como dramaturgo con Dónde caerme viva y otras piezas como Penitente es causar un efecto en el espectador. Esa es la magia del teatro, asegura. Se trata fundamentalmente de la presencia de un actor frente a un espectador. Recuerda a José Ignacio Cabrujas: el teatro es la gente. «Yo me inscribo en esa escuela, la tradición pequeña pero significativa en el que el personaje del venezolano es una búsqueda permanente, el teatro debería ser revelación», añade.
Con el deseo de mostrar un problema que lleve al espectador a divertirse, pensar o conmoverse, Dónde caerme viva, así como sus otros textos, los escribe pensando en comunicarse a través del hecho escénico. Por eso siempre deja sus piezas disponibles para que otras personas la lean y lleven a escena.
«Supongo que el director encontró algo que le habla con esa pieza y siente una necesidad de decirlo. Yo feliz de que una persona más joven que yo me pida mi obra, me parece un halago inmenso que un joven director sienta que mi texto le dice algo y que él pueda crear su trabajo a partir de una palabra que yo he escrito. Para eso está allí lo escrito, para ser renovado y revisado», afirma.
Pocos avances
Como dramaturgo, a Palencia le interesaba mucho la visibilidad de las mujeres lesbianas, porque en ese entonces poco o nada se mostraban. Todavía sigue siendo así, dice. «Quería causar empatía en el espectador, se trata de una humanidad que se brinda en un escenario a otra humanidad que va a verlo», explica.
Para él, escribir siempre es difícil sobre todo si el oficio se toma tan en serio. Para él es indispensable lo que quiere decir y el compromiso que se establece con la persona a la que quiere hablarle. En su caso suele ser siempre el mismo receptor: el público venezolano. No cree, además, que sea necesario tener que sentirse mujer o ser mujer para poder escribir historias como la de Dónde caerme viva.
«Hay una discusión sobre el género en el mundo occidental, parece que hubiera que tener una sensibilidad femenina para escribir sobre mujeres y no. Precisamente lo que ofrece el teatro es la libertad de jugar a ponerse en el lugar del otro», reflexiona. «No necesariamente para escribir sobre un drogadicto debo meterme todas las drogas del mundo», explica.
En cuanto a la visibilidad de la comunidad LGTBIQ+, Palencia reconoce que sí hubo cambios y un aumento en la visibilidad desde que la historia se llevó a las tablas. En el país, en 2011, se promulgó la Ley Orgánica contra la Discriminación Racial, un avance que catalogó como positivo.
Poco antes de emigrar por segunda vez a España en 2017, el dramaturgo también notó más libertad en las jóvenes lesbianas. Las notó más tranquilas en los espacios públicos de la ciudad como el Metro de Caracas. Son cambios que sí se han dado, reconoce.
«Las nuevas generaciones tienen más información, poco a poco van pujando y haciendo que esa visibilidad sea mayor, hay menos riesgos, son un poco más tolerantes. Pero en el caso de Venezuela, se está en la cola de los derechos de la comunidad incluso en la región. Se ha quedado detenido, allí tiene incidencia la mentalidad heteropatriarcal que genera la milicia y la influencia que tienen las religiones evangélicas. Desde el punto de vista de la sociedad, poco a poco va avanzando quizás más lento de lo que uno querría, pero sí. Sí hay más visibilidad pero no hay todavía un reconocimiento legal», zanja.