El ingeniero y artista cinético venezolano Elías Crespín presentó la semana pasada la obra Plano Mousikê en el Museo de la Música de la Filarmónica de París, con motivo de una exposición que rinde homenaje a la figura del compositor Iannis Xenakis.
La exposición se inauguró el 10 de febrero y permanecerá abierta al público hasta el domingo 26 de junio.
Plano Mousikê es una obra cinética compuesta por barrotes de metal que flotan sobre otros objetos de la exposición permanente del museo. «Especialmente concebida para flotar sobre dos pianos del siglo XIX de la colección, despierta un eco visual en resonancia con los materiales que componen los antiguos instrumentos de la galería, tales como trompetas, flautas, cellos, violines», describió la pieza Crespín.
Crespín (1965), uno de los dos únicos artistas vivos con obra en el Louvre, es un creador tardío. Su revelación no se dio en la adolescencia y no sintió impulsos artísticos de pequeño, cuando ayudaba a su abuela, la referente del arte cinético Gego, doblando alambritos para sus esculturas. «Mi primera obra fue con 37 años, así que hay esperanza», dijo.
El ingeniero informático, hijo de matemáticos y nieto de Gego y Gerd Leufert, artistas alemanes exiliados en Venezuela, trabajaba en el mundo de los negocios, haciendo programación informática para bancos y empresas.
Su primera obra fue Malla Electrocinética I, que alabada por críticos y galeristas lo animó a continuar por aquella senda sin saber que él mismo se había convertido ya en un artista.
Pronto se vio exponiendo en Miami, Nueva York o Suiza y en 2008, siguiendo a su mujer, bióloga, aterrizó en París, una ciudad a la que se adaptó, primero, sufriendo las dificultades de cualquier inmigrante: adaptarse al carácter local, al tiempo y al alquiler de una vivienda.
En 2018, Crespín se convirtió en el primer latinoamericano en tener una obra permanente en el Museo del Louvre.