Desde que tiene uso de razón, Elena Rose siempre ha amado la música. Se enamoró de ella en Puerto Rico, donde vivió hasta los 11 años de edad, cuando aún era Andrea Elena Mangiamarchi. Allí descubrió que expresar sus emociones a través de canciones la ayudaban a sentirse mejor. Era su lugar seguro, su refugio. En Caracas, durante su adolescencia, comenzó a cantar. Lo hizo en los festivales de gaitas escolares junto a sus compañeros del Colegio El Peñón. Y no hubo vuelta atrás, allí descubrió que quería dedicar su vida a la música, a cantar.
Elena sabía que para perseguir su sueño debía dejar Venezuela. Era consciente de que si se quedaba en el país no lograría lo que deseaba. Apenas cumplió la mayoría de edad, en 2013, emigró. En ese momento estudiaba Periodismo. Se mudó a Miami, donde nació, junto con una de sus hermanas. Ambas buscaban mejores oportunidades. «Si me quedaba iba a ser una limitante para mí, que siempre he querido hacer música», recuerda.
Fue una decisión difícil. Dejaba atrás su hogar y su familia. En ese momento se cuestionó si realmente valía la pena el sacrificio. Pero el tiempo le demostró que, sin duda, lo valía. «Era la primera vez que tomaba una decisión así».
Al llegar a Miami comenzó a buscar trabajo para pagar la renta. Fue mesera y chófer. Pero nunca perdió de vista su objetivo: hacer música. Por las noches cantaba en bares y en eventos privados, desde bodas hasta bautizos. Todo para poder llegar a fin de mes. «En esas oportunidades siempre busqué la música», dice la cantante, quien conoció en los bares y calles de Miami a grandes músicos, que –sin saberlo– se convirtieron en sus maestros. “El percusionista de Ricky Martin, la pianista de Alejandro Sanz o un bajista increíble de Nueva York. Fueron como mi escuela».
Elena estuvo durante cuatro años cantando en bares hasta que llegó la oportunidad que cambiaría la vida. Una noche, el productor y compositor Patrick Romantik, uno de los autores de «Mayores» de Becky G y Bad Bunny, la escuchó cantar. Le gustó tanto que la invitó a trabajar con él. «Grabé los demos de canciones que él después le iba a mostrar a artistas mujeres de otras disqueras para venderlas».
Era la primera vez que entraba a un estudio de grabación profesional. Quedó fascinada. Aunque al principio sólo grababa los demos, observaba con mucha atención lo que ocurría a su alrededor. Quería saber cómo era todo el proceso creativo para componer las canciones. «Me llamaba la atención cómo ellos llegaban sin nada y salían con una canción completa. Cuando yo llegaba la canción estaba lista, no veía el proceso», dice Elena Rose, quien en ese momento dividía su tiempo entre trabajar en una tienda de cristales por las tardes, hacer shows en bares por las noches y grabar en el estudio en la madrugada.
Mientras grababa, comenzó a descubrir detalles que le parecían fascinantes. «Me di cuenta de que algunas canciones tenían la misma estructura y cosas similares. Yo las grababa y meses después las escuchaba con la voz de Thalía o Jennifer López», recuerda. Entusiasmada, le pidió a Romantik que le permitiera estar durante el proceso de composición. Fue posible, pero con una condición: debía estar en absoluto silencio, ser como un fantasma. «No me podía sentir en el cuarto. A esa época yo la llamo ‘mis dos años de silencio’, en los que estuve absorbiendo y aprendiendo todo lo que veía».
En ese tiempo, Elena conoció cómo trabajaban, por ejemplo, Servando Primera, Mario Cáceres, Yasmil Marrufo y Oscarcito, de quienes aprendió mucho, aunque no le explicaron directamente el proceso. Aprendió sólo con estar y observar. «Me di cuenta de que el silencio también es música. En ese espacio logré crecer e inspirarme muchísimo. Ellos quizás no estaban dispuestos directamente a enseñarme, pero no les molestaba que yo estuviera observando todo. Usé todo eso a mí favor».
Poco a poco, Elena comenzó a participar en el proceso creativo y, finalmente, a componer. La canción que le cambió la vida fue «Tattoo», que escribió con Daniel Rondon, Eric Duars, Colla, Mr. NaisGai y Rafa Rodríguez para Rauw Alejandro. «Con esa canción comenzó toda esta historia de pasión que nunca busqué».
Aunque su gran sueño era ser cantante, la composición apareció en su vida para darle muchas satisfacciones. La más importante hasta ahora ha sido su nominación en la categoría Compositor del Año en la edición 24 de los Latín Grammy. No es su primera postulación a los premios que otorga la Academia Latina de la Grabación, pero es la primera por el trabajo que ha desarrollado como compositora. Un reconocimiento que considera traerá nuevas oportunidades para otras mujeres de la industria musical. «Es algo histórico que, creo, le abrirá el camino a muchas personas. Me gusta verlo como que yo no fui la única mujer en esa lista, sino la primera de muchas. Sé que hay niñas, adolescentes y mujeres que vieron la nominación y dijeron: ‘Marica, sí nos están viendo. Vamos a echarle bolas y estar ahí’. Eso para mí hace que las cosas signifiquen mucho más».
A Elena no le frustró no llevarse el gramófono. Lo ve como un reconocimiento al trabajo que ha desarrollado como compositora y la motiva hacerlo mejor. «Siempre he visto mi vida con ojos de amor y eso me ha permitido, más allá de verlo como obstáculo, como algo que tengo que vivir. No veo nada como un accidente, más bien lo veo como una oportunidad de crecer y mejorar».
Además de los premios y reconocimientos, la composición le ha permitido a Elena Rosa explorar otras inquietudes musicales. «Fue cool aprender del lado comercial de la música porque siempre he sido una persona más inclinada hacia el jazz, el soul y el blues. Entonces, verme en el lado comercial de la música fue todo un aprendizaje con respecto a mi ego. Pude aprender y tomar muchos elementos para luego traerlos a mi mundo. Al principio no lo veía, pero agradezco mucho poder haberlo hecho con tanta inocencia y entendiendo que todo iba ser crecimiento para mí».
En el camino, comenzaron a abrirse muchas puertas. Propuestas, contratos y firmas con disqueras. Tomó todo con calma, no quería equivocarse. No se dejó llevar por palabras o cifras. Decidió confiar en su instinto y dejarse guiar por su relación con Dios. No quería perder de vista su objetivo en la música: ser cantante, pero sobre todo ser fiel a sí misma. «Me hablaban de cantidades de dinero y fíjate que era algo que ni siquiera me interesaba, solo pensaba en si iba de la mano con mi propósito, con el camino que quería tomar. Unas puertas se me abrieron y otras no. En ese momento, me querían firmar Timbaland y Ricardo Montaner. Había muchas propuestas. Siempre le pedí a Dios que me mostrara por dónde debía ir, porque había muchas cosas que me llamaban la atención y ni hablar de las otras ofertas fuera de la música, que también podías tener y tranquilamente te resolvían la vida. Había un montón de opciones y mi pensamiento siempre era: ‘Dios, muéstrame por dónde tengo que ir’. También fui ejercitando mi instinto para confiar en mí y decidir si quería intentarlo».
Todo lo que aprendió mientras se desempeñaba como compositora le sirvió cuando decidió retomar su sueño de ser cantante. «Muchas de esas herramientas las encontré trabajando con otras personas, escuchando las historias, las vivencias, el punto de vista de personas que dan la vida por la música. Gracias a Dios tuve la oportunidad de aprender para luego volver. Muchas personas me dicen: ‘Tu eres compositora ¿qué te hizo querer ser cantante?’. Y no, yo comencé siendo cantante. Me tomé esta pausa para entender lo que quiero hacer y descubrir cuál es mi propósito, mi mensaje y morir por él, porque sino te pierdes, bebé. Hay un montón de distracciones».
Esa experiencia también le permitió descubrir el tipo de artista que quiere ser. «Me hizo ver la persona que soy y reconocer que no soy la persona más talentosa del cuarto, pero que traigo ese amor incondicional, ese apoyo y un corazón que no juzga. que está abierto a aprender. Eso es lo que quiero ser para las otras personas».
Trabajar como compositora también le permitió entender cómo funciona la industria musical, conocerla lo suficiente para poder tener control sobre su carrera cuando decidiera firmar con una disquera. Una oportunidad que no tienen muchos artistas. «Hay tantas cosas que no te enseñan. Tú tienes que ir aprendiendo along the way (en el camino). La mayoría de los artistas ya tienen a un millón de personas viéndolos cuando tienen que aprender esto. Por eso, es una gran ventaja poder hacerlo cuando nadie te está viendo todavía. Obvio, siempre estás aprendiendo, es parte del juego, pero me siento agradecida de poder decir que ya encontré lo que defiendo y de entender, por ejemplo, las diferencias entre la vida de un compositor y de un artista Eso también tiene que ver con el negocio, saber cuáles son mis ganancias, cuál es mi estructura, cuál es mi sistema, cuáles son las opciones que tengo con respecto a las disqueras».
Elena Rose es consciente de los desafíos que ha enfrentado y sigue enfrentando por ser mujer en una industria dominada por hombres. No ha dejado que eso la detenga o intimide. «Soy mujer en un mundo que es como es. Soy inmigrante también, pero no podía ser de otra manera. No me hago la ciega ni la tonta, pero sí prefiero traer la perspectiva más positiva, pero eso es algo real. Yo prefiero ser mil veces esa persona que pueda inspirar a otro a ser alguien que haya tenido una vida perfecta».
Las canciones que ha compuesto para ella en esta nueva etapa de su carrera, en la que está involucrada en cada decisión, le han dado muchas alegrías, sobre todo la más reciente, «Caracas en el 2000«, que canta junto a Danny Ocean y Jerry Di. «Es una bendición. No tengo palabras para explicar el sentimiento que me da. Todo el equipo y yo tenemos meses llorando sin parar, sintiendo un montón de cosas. No sólo es bonito ver el fruto de tanto amor y tanto cariño, sino también ver cómo está generando un impacto en el país y en las personas que están lejos de casa. Esta canción es como un farito de luz y nos está trayendo cosas hermosas a todos», dice orgullosa.
Dice que es difícil escoger su canción favorita. Todas son especiales porque reflejan un momento de su vida. Además de «Caracas en el 2000», una de los temas más significativos para ella es «Aún te quiero«, el último sencillo de Danna Paola. «Es una canción que le escribí a mi papá hace muchos años y nunca la pude cantar sin llorar. Un día que nos sentamos en el estudio, le dije: ‘Marica, cantala tú porque yo nunca voy a poder cantarla’. Es una canción que también le está cambiando la vida a Danna y cerrando un ciclo especial en su carrera. Eso me encanta porque es bonito apoyarnos entre mujeres y más allá de sentarnos a hacer música, hablar de cómo estamos, cómo podemos sanar y crecer».
Elena compone cada canción con una intención y lenguaje distinto. No le incomoda que los temas que escribe cambien en el camino. Sabe que no es dueña de la música y no le molesta. «Cuando hago música para mí me expreso con un lenguaje que yo veo diferente, y cuando escribo para otros trato de que sea un trabajo de servicio. Respeto mucho la vida de una canción. Hay muchas veces que yo veo la canción en un lugar y termina estando en otro. Nunca he pensado que la música que hago sea sólo mía y sé que va a encontrar la casa que merece. Me gusta crear sabiendo que estoy haciendo algo que va a tener su propia vida y que es más grande que yo y que no hay nadie para controlarlo».
Elena Rose no se identifica sólo como cantante o compositora. Es ambas, pero sabe que eso puede cambiar dependiendo del momento de su carrera. «Creo que es egoísta pedirle a la gente que me vea como yo quiero, porque es algo que depende de la perspectiva de cada quien. Había gente que decía que Dalí era el mejor pintor, mientras que otros decían que sus obras eran una cagada. Creo que eso es parte del arte y de no sentir que es solo mío, sino que yo me expreso a través de él y de esa forma me libero. Pero sí puedo decir que mi atención está puesta al 100% en mí como artista. Quiero explorar más y por eso los proyectos en los que formo parte como compositora son más específicos y reducidos, pero también es algo que no puedo soltar del todo».
La cantante siente que aún le falta mucho por hacer. Además de explorar sus otras facetas artísticas, la cantante está enfocada en terminar su primer disco, que espera publicar en 2024. «Esto apenas está comenzando. Estoy super emocionada de seguir colaborando con otras personas porque le da felicidad a mi vida, amo las diferentes perspectivas, que diferentes formas de crear se junten con un mismo propósito. Es algo que estoy usando como inspiración para seguir haciendo música. Mi álbum sale el año que viene y ya están empezando a salir canciones, ‘Caracas en el 2000’ es una».
Sueña con cantar en Venezuela, es una de sus prioridades. Quiere ir a cada lugar en el que haya venezolanos. «Es algo que ya se está hablando. Quiero que el show en Venezuela sea el favorito. Estamos buscando invitados para hacer un show que englobe todo el trabajo que hemos estado haciendo afuera. Tengo en mi corazón que Venezuela brille en todos los lugares a los que vaya. Quiero ir a donde esté cualquier venezolano que nos escuche, así eso signifique ir a la China. Ahí estaré. Estoy ansiosa por volver a casa con un show digno que haga que los venezolanos digan ‘Coño, estamos rompiéndola», dice.
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