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El teatro no tiene quien lo vea

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El telón baja, las puertas de las salas se cierran, los actores reciben aplausos del público. Actores que, en muchos casos, interpretan sus personajes frente a butacas vacías. O, también, en salas llenas pero de personas que han sido beneficiadas con pases de cortesía. Son muy pocas las personas que, luego del confinamiento, compran entradas para asistir a funciones de teatro. Detrás de este panorama desolador y preocupante está un gremio que se esfuerza día a día por revertir su realidad, reconectar con el público ausente, reconstruirse. Sobrevivir.

El camino está lleno de obstáculos y las opiniones, así como el debate de lo que se debe hacer o no, son diversas. Es complejo definir lo que sucede hoy en día en el teatro caraqueño con sus claros y oscuros, logros y fracasos. Al debatir, los involucrados parten de una realidad: la preocupante caída de espectadores. No es un secreto: tras la pandemia, no todos quieren cerrar las plataformas streaming, salir de sus casas y acudir a las salas de teatro.

El auge del streaming es una fuerte competencia un arte que se esfuerza en seguir ofreciéndole al público una experiencia teatral de calidad, muchas veces sin los recursos para lograrlo. “El teatro ofrece desde su arte, una propuesta de pensar, reflexionar y sentir, razonar y emocionar, con la cercanía, la intangibilidad, la fragilidad de lo efímero, pero que queda resonando en nosotros al abandonar la sala”, reflexiona el dramaturgo José Tomás Angola desde la visión de un espectador. Sin embargo, al público pareciera no interesarle: Netflix, HBO Max, Disney Plus y las otras grandes plataformas de streaming, así como los grandes espectáculos musicales en la cartelera, llaman más la atención.

Público distante e indefinible

Salas vacías, esa es la realidad a la que el gremio se enfrenta en busca de “hacer un teatro que conecte con el público”, destaca el crítico de teatro Joaquín Lugo. Pero, ¿qué quiere el público? Eso es lo que se está evaluando, según el experto. El teatro se está preguntando qué debe ofrecer, afirma el miembro y presidente de la Asociación Venezolana de Crítica Teatral. “Existen varias propuestas: hay quienes piensan que se debe olvidar la pandemia y hacer comedia ligera.  También hay otra línea que se mantiene como el  teatro propio de los grupos actorales. Tenemos, además, aquellos que rompen totalmente. Cada quien tiene su propuesta. No los podemos clasificar, hay varias vertientes y cada uno está haciendo el trabajo que cree que debe hacer para estar en escena”.

Esas propuestas son de mucha calidad y pocos recursos. Así las describe la productora de teatro Jorgita Rodríguez, con 30 años de experiencia  a cuestas. “Ofrecemos un trabajo para pocos espectadores resultado de la misma situación del país. La ausencia de público es un camino que hay que reconstruir”, comenta. Ese es el reto: reconectar, sí, pero también hay que cautivar a nuevas audiencias.

Renny presente, obra producida por Jorgita Rodríguez | Foto Archivo

Es lo que defiende Julie Restifo, actriz, directora y productora en JOTA Creativa. “Hay tantas ofertas y experiencias que la gente ve eso que solo tendrá 4 funciones. La competencia es dispareja y el reto es ver nuevas caras. La generación que siempre iba al teatro cada vez se ve menos porque se fueron del país o porque no tienen interés en salir”, comenta.

Aunque define al público venezolano como “de alto nivel porque está acostumbrado a ver teatro” no se olvida de aquellos que van por primera vez a las salas. “Ese es un espectador que no identificas mucho”. Con ella coincide el actor, guionista y director Héctor Manrique: “Uno nunca conoce al público. Qué quiere el espectador es una tremenda interrogante y un enigma para todo creador”, asevera.

El teatro

Javier Vidal en la obra Madres porducida por JOTA Creativa | Foto Archivo

Para Manrique sería lamentable tener una fórmula del éxito que diera con el espectador, aunque siempre desea que a los espectáculos les vaya bien. Como a la mayoría, le es difícil definir el público que va a las obras. Tras 40 años de trayectoria con el Grupo Actoral 80 lo único constante es que ha sido cambiante y, actualmente, sí nota una caída en la taquilla. “Se han ido 7 millones de personas del país, entre ellos están miembros del gremio. Hay espectadores de muchas partes del mundo que desearían estar en Caracas para ver el trabajo teatral que se está haciendo”, destaca.

Al streaming y la ida del público que consumía teatro se suma la cartelera de grandes espectáculos musicales con artistas de moda, destaca Rossana Hernández, directora de la exitosa obra La Monstrua y parte de la agrupación Deus ex Machina.  “También está la apertura de los espacios para comer y hay una parte de la sociedad que es muy superficial: irán a ese sitio donde puedan tomarse una foto y publicarla. Luego está el sector que no puede pagar una entrada, es imposible que una persona que cobra 130 bolívares pague un boleto de 10 dólares. Tú haces una lectura del panorama y es una situación difícil de leer”.

Ante lo complejo de la situación, continúa, se va estableciendo una dinámica: el público espera que el teatro lo haga reír o si no castigan al creador con su ausencia. “Se cree que actualmente hay que hipnotizar al público con una obra vacua, vacía y no.  Creo que el público exige que se cambie la dinámica y quiere que lo sorprendan un poco”, afirma Hernández.

Buscar la identidad del teatro

Venezuela es un país en constante tránsito particular, según la joven actriz, directora y profesora de teatro Sara Azócar. Desde muchos aspectos, (culturales, socioeconómicos, políticos), el arte se ve afectado por ello. “Estamos intentando encontrar una identidad para el teatro venezolano. La situación económica nos afecta considerablemente, seguimos ingeniándonos las maneras de darle la vuelta. Sin duda, eso influye en las producciones”, opina.

El teatro

Propuesta de Azócar en el 8vo Festival de Jóvenes Directores Trasnocho | Foto Instagram

No es la única que menciona el factor económico como uno de los elementos que influyen en la realidad actual. Rossana Hernández y Jorgita Rodríguez  destacan las proezas de producir una obra para, al final, estipular una entrada accesible que no cubre los gastos. El productor termina financiando el espectáculo, sin ganancias, por amor al arte la mayoría de las veces. También se las ingenia para que el público pueda ir con promociones y pases de cortesía.

Así como es difícil catalogar al público, lo que se desea ver y la identidad del teatro actual que no tiene presupuesto suficiente para grandes producciones, es igual o más complicado llegar a un consenso para definir la oferta que existe. Cada grupo de teatro escoge el texto que quiere montar, explica Lugo. Es lo que le da diversidad a la oferta. Las experiencias que se ofrecen son diferentes, coincide Azócar, pero lo importante para ella  es que a nivel de convocatoria se abran espacios para todos. Solo así se verá la variedad.

“A veces se cree que existe un solo tipo de teatro y no es así”. La joven, quien participa en la octava edición del Festival de Jóvenes Directores Trasnocho, no niega que en algunas salas siempre se presentan los mismos grupos. De hecho, explica que esto se relaciona con una familiaridad, selectividad o interés de la misma la sala. Sin embargo, insiste en que hay mucho teatro que no responde a un grupo selecto. “Allí es a donde tenemos que llegar, es lo menos visible”.

La oferta teatral es bastante equilibrada, continúa, pero no todos tienen la posibilidad de encontrar espacios para sus propuestas alternativas. “Hay mayor visibilidad para algunos y en este caso para algunas propuestas comerciales”, comenta. Es allí donde pesa otro factor que enfrenta el gremio: no hay tantas salas de teatro en Caracas y las pocas que hay deben ser autosustentables. Por ello se le da prioridad a lo que genera taquilla.

Arte por encima del entretenimiento

José Tomás Angola, sin saberlo, comenzó el debate en redes sociales al publicar un tuit en el que  señalaba que el teatro caraqueño se convirtió en una experiencia “para pocos”. Un teatro que busca llamar a ese público fiel y dejó a otro tipo de público de lado. “Llama a mi comunidad, mi peña. La que me permite vivir. Eso no tiene nada de malo. Eso es lo que se llama un negocio. Un emprendimiento. Y es algo no solo digno, legal y legítimo, sino necesario para que muchos puedan subsistir. Pero si todos hacemos eso, entonces el teatro deja de ser esa expresión para todos y se hace una convocatoria para pocos. Mis pocos. Y se ve en dos hechos muy precisos: los costos de los boletos y la cantidad de funciones. La taquilla manda. En esas realidades apocalípticas de comer o no comer, ya sabemos qué se sacrifica”.

El también director y actor teatral enfatiza en que sí, la situación económica influye, pero el arte por encima del entretenimiento es lo que debe marcar el camino a partir de ahora. “Creo que los creadores debemos asumir más riesgos y desafíos en lo que hacemos. No tratar de complacer y satisfacer, sino sacudir y provocar. A fin de cuentas, eso es el arte. Y si el arte no se puede evitar, se hace en cualquier sitio”, asegura. Coincide con él Azócar: “La tarea es seguir creando y apostando por lo que nos identifica y si no es en las salas, será en la calle”.

La calidad de las propuestas es donde José Tomás Angola, desde lo personal y como espectador, se mantiene más crítico. Como público prefiere el teatro de arte por sobre el teatro de entretenimiento. “En mi experiencia vital el teatro ha sido una fuente de reflexión y confrontación, de conocimiento y reconocimiento. Mi reflexión apunta por una cartelera más amplia y diversa, que no solo haga acento al asunto comercial. El mayor éxito de público el año pasado en Venezuela fue una obra de Shakespeare: Hamlet, un clásico que duró sus buenas horas. Y el público estuvo ahí”, afirma.

El teatro

Hamlet en el Teatro Teresa Carreño | Foto Archivo

Hay un concepto equivocado de lo que es comercial, cree Restifo. “Teatro comercial tienen que ser todos los teatros que puedan llenar sus salas y que uno como productor pueda decir que todos los actores están bien pagados”, comenta. Un ejemplo fueron Hamlet y recientemente La Monstrua, protagonizada por Gledys Ibarra. Una obra exitosa y reflexiva. La historia de la mujer barbuda del circo resultó ser un drama denso que agotó funciones en el Centro Cultural BOD, y reunió 4.000 espectadores en  la Concha Acústica de Bello Monte.

Hay dos razones por la que tuvo tanto éxito, dice Rossana Hernández, su directora.  La gente reconoce el trabajo, el esfuerzo, algo que está bien hecho que puede o no ser de su gusto. Y segundo, Gledys Ibarra es una actriz querida que volvió a Venezuela con una propuesta que exigió mucho trabajo. “Es cierto y no a la vez que siempre se presentan los mismos. El hecho de que tú seas un creador no quiere decir que un espacio va a querer respaldar tu trabajo. El trabajo debe estar respaldado por más cosas”, comenta. Para ella, no sirve de nada llegar a miles de personas con una historia vacía.

Pocos espacios

El factor económico está influyendo en el panorama tanto o incluso más que la crisis por la pandemia. Restifo, desde su visión como productora, reflexiona: “Cuando dicen que siempre se presentan los mismos, ¿eso qué te demuestra? Que no es fácil montar una obra, convencer que te apoyen económicamente o hablar con las embajadas. Caracas es pequeña, no es como otras ciudades que tienen muchísimas salas de teatro. Aquí también estamos condicionados por los servicios básicos. Los que estamos haciendo teatro y la gente nueva que quiere hacerlo somos muy valientes porque las condiciones no son fáciles. Está en nuestras manos formar el futuro del teatro. Eso toma tiempo”

Hace 20 años, cuenta Manrique, Caracas era una ciudad con más de 50 espacios teatrales que durante el fin de semana tenían una programación de hasta 60 obras. “Mientras más espectáculos, mayor variedad vas a encontrar y más sano es el medio teatral”, explica. Ahora no hay suficientes espacios y por eso bajó también la programación. Trasnocho Cultural, Centro Cultural BOD, el teatro del Centro Cultural Chacao, La Caja de Fósforos, Teatrex, entre otros, eran recintos que antes tenían triple programación y ahora tienen un solo horario, agrega Jorgita Rodríguez.

Todo esto debido a una situación país compleja que no permite un consenso entre los expertos sobre si en cartelera prevalece el teatro comercial. Manrique dice que el teatro comercial se acabó en Venezuela desde hace tiempo. “Me parece una verdadera ignorancia que se hable del teatro comercial, ¿quién vive del teatro en Venezuela? El teatro comercial es algo de lo que se podía vivir hace muchos años, no se puede hablar del teatro comercial ahora”.

Héctor Manrique en Sangre en el Diván | Foto Archivo

Mientras que Lugo, por su parte, argumenta que todo teatro es comercial porque cobra. “Hay un teatro que se llama comercial porque son comedias más ligeras, la gente se divierte. A pesar de que existen esas comedias, que se conocen como comerciales, a algunas no les va bien en taquilla”, matiza. El centro del conflicto está en acercarse al público, añade Jorgita Rodríguez, con propuestas comerciales o no. “No queda de otra”, comenta. Las propuestas de hoy son variadas y fugaces. “Muchos, quizás, se acercan a Trasnocho Cultural como única opción pero hay muchos espacios que tienen propuestas. Así que yo lo voltearía: son pocos espectadores para un teatro que estamos haciendo muchos. ¿Qué pasó con los espectadores? ¿Qué nivel de calidad se ofrece y a qué precio?”, se cuestiona la productora.

Es complicado definirlo pero el gremio sigue allí, buscando maneras de conseguir recursos o utilizando sus herramientas limitadas. “Ciertamente, hay una tendencia a los trabajos ligeros, pero también hay un interés de varios que intentan llevar a escena temáticas relacionadas con nuestra realidad, aunque es muy reducido el número de estos últimos. Muchos se enfrentan al hecho de que no quieren ser fastidiosos o causar incomodidad. Allí comienza la autocensura”, explica Rossana Hernández.

Históricamente elitesco

El crítico Joaquín Lugo explica que el teatro siempre ha sido un arte elitesco. Sobre todo ahora: las salas tienen 4 funciones y venden 100 boletos por función, es decir, 400 personas solamente podrán ver la obra. Si se compara con la población entera de la ciudad es muy poco, explica.  Con él coincide Rossana Hernández. “Históricamente, el teatro no es un arte de masas. Precisamente por eso creo que no debe prostituirse como a veces ocurre”, comenta para hacer referencia no solo a las propuestas ligeras que se ofrecen, también  a los bajos precios que se estipulan para que el público pueda costear las entradas.

En el caso específico de Venezuela, el teatro tuvo sus años dorados en los 70 y 80, coinciden tanto Restifo como Jorgita Rodríguez. Luego, llegó el expresidente Hugo Chávez al poder y, asegura José Tomás Angola, quebró el modelo del quehacer teatral. Acabó con los subsidios a los grupos, la infraestructura escénica, el sistema de festivales, las bolsas de trabajo y los premios. “Logró la parte fácil: destruirlo. El teatro venezolano no tenía la capacidad para levantarse sin el acompañamiento gubernamental. Los mecenas de la industria privada, algunos sinceros pero en minoría, apoyaron como pudieron”, explica. Fue una época marcada por la migración masiva de actores que, tras el cierre de las televisoras, acudieron a las tablas.

José Tomás Angola como Julio César en la obra César y Cleopatra 2022 | Foto Archivo

Entonces, para sobrevivir, el teatro tuvo que convertirse en un negocio. “El patrocinio, una figura de apoyo, era y es todavía inexistente. Lo que sale es del bolsillo del productor”, comenta Rodríguez. Es a este escenario al que se enfrentan no solo los que vivieron los mejores años sino también la nueva generación. Aunque los jóvenes están interesados, carecen de recursos, espacios y visibilidad. Solo cuentan con plataformas reducidas como el Festival de Jóvenes Directores Trasnocho, donde se demuestra que hay una generación de relevo haciendo las cosas diferentes. En medio del debate y las dificultades, los jóvenes se interesan, buscan formarse, aprender y se apoyan para dar a conocer su trabajo. “En unos años van a cambiar la visión del teatro venezolano”, pronostica Lugo.

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