Por CRYSLY EGAÑA / ISAAC GONZÁLEZ MENDOZA
En el Centro Nacional de Acción Social por la Música, sede principal del sistema de orquestas en Quebrada Honda, los sonidos del violín, el oboe, la flauta, el arpa habitan en cada rincón. Viajan por los pasillos y las escaleras con tal naturalidad que por un momento hacen olvidar que se está en Caracas, esa ciudad siempre agitada, siempre caótica. Es otro universo en medio del bulevar Amador Bendayán.
En cada uno de los pisos de la obra diseñada por Tomás Lugo hay pasillos, al menos, de 10 metros de largo donde están los salones de ensayo dispuestos paralelamente. Los estudiantes reservan estos espacios para practicar sus partituras, solos o acompañados de compañeros o profesores. Además, tienen la acústica necesaria para escuchar lo que tocan.
De un lado a otro pasan niños y jóvenes con algún instrumento encima. En el área de práctica de percusión, construida especialmente para sonidos demasiado vibrantes, dos estudiantes se divierten con sus tambores. Se ríen y a la vez ensayan muy concentrados. En esos pasillos de paredes grises distribuidos como laberintos se encuentran muchas historias narradas entre la música, las anécdotas y la pasión.
El proyecto cultural de mayor alcance social en Venezuela cumple 45 años. Su creador, José Antonio Abreu, cumplirá 2 años de ausencia el 24 de marzo de este año. Pero su obra permanece en cada alumno, en cada maestro, en cada directivo; en definitiva, en cada uno de los que integran esa gran partitura que es el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
El 12 de febrero de 1975, hace hoy 45 años, 80 músicos de varias regiones formaron parte del primer ensayo importante del grupo, en principio llamado Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de Venezuela Juan José Landaeta y fue justamente en la Escuela de Música Juan José Landaeta. Formalmente debutaron el 30 de abril en la Casa Amarilla, sede de la Cancillería, durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Entonces comenzaron las giras, los éxitos, los aplausos, las recepciones multitudinarias en el aeropuerto. El mismo año de su fundación viajaron a México con el pasaporte colectivo 1586.
También ha sido elogiado por prestigiosas figuras de la música y ha sido replicado en más de 70 países de Europa, América, Asia, África y Oceanía.
El director de orquesta inglés Simon Rattle, quien hace dos años se despidió como director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, afirmó hace siete años que el Sistema es el modelo educativo más inspirador que ha conocido. «Si la gente llora a los dos minutos del concierto, no se puede decir más. Se necesitan a hombres extraordinarios para que sucedan cosas así. Si Suráfrica tiene a Nelson Mandela, en Venezuela tienen al maestro José Antonio Abreu», expresó en aquel entonces.
Claudio Abbado, el reconocido director italiano fallecido hace seis años, fue otro de los enamorados del proyecto venezolano. «En 2005 cuando vine a Caracas con motivo de los conciertos de la Orquesta Juvenil Gustav Mahler, tuve la fortuna de ver a Gustavo Dudamel dirigir la Sinfónica Infantil y Juvenil. Simplemente quedé entusiasmado con la idea de esta organización. Inmediatamente me dije: estoy ante algo inusual; esto no lo he visto en ninguna parte del mundo», aseguró el músico en una de sus últimas visitas al país en 2010.
El Sistema ha sido reconocido con innumerables premios en todo el orbe, entre ellos el Príncipe de Asturias de las Artes en 2008. El jurado destacó su capacidad para «combinar la máxima calidad artística con una profunda convicción ética aplicada a la mejora de la realidad social».
José Antonio Abreu, por su parte, recibió el Premio Polar de Estocolmo, considerado el Nobel de la Música, y el Premio del Consejo Directivo del Grammy Latino que concede la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación a individuos que han realizado importantes contribuciones −excluyendo interpretaciones− en el campo de la grabación durante sus carreras.
Hoy, día la Fundación Musical Simón Bolívar, figura jurídica del Sistema adscrita al Despacho de la Presidencia, tiene una matrícula confirmada por 1.012.777 niños y adolescentes en todo el país. Nicolás Maduro dijo que proyectan que esta cifra llegue a 2 millones para 2025. Además, cuentan con 443 núcleos y 1.704 módulos en toda Venezuela.
Quienes forman parte del sistema de orquestas se asumen como una familia. Entre salones, ensayos, clases, conciertos y giras pasan sus días. Hay quienes apenas tienen un año, otros 20, otros 45 años. Cada uno cuenta su historia, la del compromiso, la vocación y la disciplina.
Detrás de un sueño
Uno de esos adolescentes es Eduard Camacho, de 13 años de edad. Se inició en el Sistema a los 4 años en el violín y luego cambió al instrumento que quería: la trompeta.»Mi padrino era miembro de la fila de trompeta de la Bolívar. Él me regaló una trompeta pocket y practicaba en casa», recuerda de la primera vez que la tocó.
«El Sistema ha sido mi vida, mi día a día. Todo lo que implica ser yo está aquí. A mí siempre me ha gustado la música. Le dije a mi mamá y entré al núcleo de Montalbán», agrega el estudiante del núcleo San Agustín.
Ni siquiera un accidente en esa misma sede le impidió continuar su carrera musical. Un perro lo mordió y lo hirió en la boca, así que tuvo que dejar su formación durante un año. «Perdí un tiempo de preparación y práctica, pero trato cada vez que estudio de recuperar ese año; es un granito de arena para recuperar el tiempo perdido», relata Camacho.
En las mañanas está en el colegio y en las tardes se dedica a la música. Está en segundo año de bachillerato y es parte de la Orquesta Juvenil José Francisco del Castillo. Su sueño es dedicarse a la música y su referente es Román Granda, integrante de la Bolívar que se pasea por escenarios internacionales.
Nada es imposible
La arpista Annette León es una profesora entregada al programa. Lo hace en la sede principal, donde imparte clases martes y miércoles. Pero ella, además, es una de los miembros fundadores de la institución: ingresó en septiembre de 1975 cuando apenas comenzaba a crecer aquella Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de Venezuela Juan José Landaeta.
Meses después de aquel primer ensayo de febrero de 1975, León se acercó a la Escuela José Ángel Lamas y habló con el maestro Abreu, quien la aceptó en el proyecto.
«Fue una época muy linda porque era el comienzo de un sueño maravilloso que nos involucró a todos, que nos permitió ser músicos en aquella época. Cuando uno decía que quería ser músico, la gente decía que no era una carrera», recuerda sonriente. Pero Anette León insistió. Y desde entonces han transcurrido 45 años.
Antes de entrar a la organización, la arpista estudiaba en la Escuela Juan Manuel Olivares. Ya estaba cursando el quinto año de su instrumento. Ángel Sauce, uno de sus profesores de armonía, le había hablado con anterioridad sobre la existencia de una orquesta juvenil. Entonces, al ver que comenzaba a crecer este movimiento, conoció a Abreu a través de la profesora María del Pilar Hualde, la primera arpista del Sistema.
«La primera obra que toqué en la orquesta fueron Los maestros cantores. Eran acordes maravillosos para mí. Aunque el arpa no tenía una participación que se oyera demasiado, para mí era lo más maravilloso. Poder integrar a esa orquesta y tocar esas notas para mí fue lo mejor del mundo», describe León, quien desde los 4 años quedó encantada con el sonido del arpa. Y con ella se quedó.
De los consejos del maestro Abreu, León, de los muchos que recibió, destaca uno que siempre aplica, y es la afirmación de que no hay imposibles. «Todo lo que uno se propone en la vida se puede lograr. Se necesita perseverancia, trabajo, constancia y mucho amor por lo que se hace».
Constancia y dedicación
Los representantes también son parte esencial dentro del sistema de orquestas. De hecho, el maestro solía decir que la institución siempre estaría en manos de los niños y de sus representantes.
Katiuska Gutiérrez es la madre de Katherine, que ingresó al Sistema a los 8 años de edad. Actualmente su hija tiene 23 años y suele trasladarse a Caracas desde Charallave para ir al núcleo de San Agustín. En algunos días de la semana opta por quedarse en la ciudad, en la casa de una amiga que también es músico.
«Para mí el Sistema ha sido constancia y dedicación. Son valores que le he dado a mi hija y que ella los ha incorporado a su vida. Katherine es contador público, está en el Conservatorio Simón Bolívar, forma parte de la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho y es profesora en el núcleo», afirma Gutiérrez.
Para ella, la institución, además de estudio, le ha dejado amistades muy valiosas a su hija. «Somos prácticamente una familia, que no es de sangre. No creas que todo es bonito y que solo es música. Hemos vivido momentos difíciles como enfermedades de niños, de representantes, carencias y nos hemos ayudado», subraya.
Recuerda que apenas Katherine empezó en el Sistema su padre falleció. Estar en el programa las ayudó a ambas a sobrellevar el dolor: «No es que fue un escape, pero sí nos ayudó muchísimo estar aquí. Ella con sus compañeros, yo hice amistades aquí con las que conversaba a diario. Trataban de distraernos. Nos ayudó muchísimo. Cuando mi mamá se enfermó también fue igual. Ya mis padres partieron de este plano y estar aquí fue una ayuda emocional enorme».
La fuerza de un docente
Tupac Amaru Rivas es profesora y directora del núcleo de San Agustín. Para ella, el Sistema es una institución en la que hay que reinventarse a diario y continuar.
«Creo que es la única opción, la más viable, para que los niños no estén en ocios o cerca de situaciones a las que socialmente son más vulnerables ahora. No queremos que eso pase. Muy a pesar de todo seguimos en una burbuja y es una zona protegida para muchas cosas», dice la docente, que maneja un núcleo con 1.033 jóvenes que también padecen la crisis. De hecho, tuvieron que reducir los horarios de atención por las fallas del transporte público y junto a los profesores y el personal administrativo se esfuerza por mantener las instalaciones por cuenta propia.
«El maestro me decía: “Mi querida, no es el qué sino el cómo” cuando te vayas a referir a alguien, a llamar la atención o presentar alguna queja. Nunca se me va a olvidar», dice de una de las enseñanzas de José Antonio Abreu que siempre recuerda.
De músico a gerente
Lennar Acosta es hoy día el director sectorial de Talento Humano del Sistema. Comenzó como músico gracias a un proyecto con el INAM hace 23 años. En 2008 dio su primer paso como director de un núcleo e inició así su carrera gerencial. Ha sido gerente estadal y director del área de lutería, de la que es especialista junto con su oficio como organero.
Por estos deberes tan diversos, Acosta considera que el Sistema es una plataforma inacabable de profesiones. «Es muy integral», recalca.
«Creo que el Sistema cumplirá 1.000 años más si seguimos trabajando con la misma mística y amor todos los que nos hemos formado acá. Y los que vengan tienen que venir repotenciados, como ocurre con las nuevas generaciones. Fíjate que las nacionales infantiles de hoy no son las mismas que fueron hace 20 años. Hoy los chamos tocan Mahler con 8 o 9 años», dice Acosta, quien sale de su casa a las 7:00 am para llevar a su hija al colegio y luego se va al Sistema. A las 7:40 comienza su jornada, que puede durar hasta las 9:00 pm.
«Amo estar aquí», subraya.
Acosta considera que tiene suerte porque en sus primeros años de gestión contó con el acompañamiento de Abreu, con quien hablaba acerca de cómo ser un mejor gerente.
«Él siempre me decía que en la planificación y el orden iba a encontrar las respuestas a mis dudas, lo que es muy cierto. Si no te organizas nunca canalizarás tus ideas. Abreu era un maestro en eso, era genial», recuerda el clarinetista.
Al principio le costó convertirse en gerente, pues no se imaginaba detrás de un escritorio sino con un atril enfrente. Quería ser artista. Pero Abreu le pidió que lo ayudara en el núcleo de Los Chorros, donde se formó. «Llega un momento cuando te ves en una encrucijada. O sigues creciendo como gerente para mejorar cosas del Sistema o te dedicas a lo artístico. Yo decidí quedarme en la parte administrativa y gerencial. No me arrepiento porque también he hecho muchas cosas positivas por los chamos».
Una semilla en Los Ángeles
Hace dos años la flautista Ana Paola Rincones emigró a Los Ángeles. Como artista quería conocer más y conocerse a sí misma. Se decidió por esta ciudad estadounidense por ser el centro del entretenimiento del mundo. Pero esto no la ha separado del Sistema, al que llegó a los 9 años de edad en el núcleo Guaraguao de Porlamar.
«Una noche mi mamá llegó con una flauta traversa y me dijo que iba a comenzar clases de flauta. Cuando fui a mi primera clase, fue espectacular», narra la músico venezolana, quien tocó en la Orquesta Sinfónica Infantil de Nueva Esparta, en la Sinfónica de Nueva Esparta y en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.
Actualmente, además de impartir clases en Los Ángeles en A Place Called Home y de ser tallerista en Scripps College en Claremont, Rincones es directora la organización sin fines de lucro Global Arts junto con Emily Kubitskey y Jacqueline DesRosier. Se trata de un programa inspirado en el Sistema con el que quieren inspirar a profesores y estudiantes en el Distrito Picon-Union, donde está concentrada la mayor población salvadoreña en California.
«Estamos muy emocionadas. Estoy feliz de embarcarme en este proyecto. No imaginé que algo así pudiera suceder de manera tan rápida», reconoce Rincones.
La flautista siente nostalgia cuando habla de lo que significa el Sistema para ella. «Siempre ha sido mi hogar, desde el primer día que recibí clases de flauta».
La primera vez que vio al maestro Abreu estaba todavía pequeña. «Recuerdo que era un señor que siempre estaba en todo, en cuanto ensayo, reunión, concierto, en todo. Así fue hasta la última vez que lo vi”.
Del maestro le quedó la lección del trabajo, de no quejarse. Rincones pensaba: «Voy a trabajar como hace el maestro».
A pesar de que está en Los Ángeles, afirma que sigue siendo parte del programa. «Me encanta ver que sigan los ciclos de recitales, que haya conciertos, personas que quieran ir a Venezuela a ver más de cerca el Sistema».
Atrapada, enamorada
Yessica Peña es asistente administrativo de la Dirección Operativa del Centro Nacional de Acción Social por la Música. Desde hace un año forma parte de la institución y desde entonces dice ser una enamorada del Sistema.
«Al conocer la historia de la organización, sus inicios como institución, el proyecto, me pareció algo tan bonito y maravilloso que quedé atrapada, enamorada», expresa la estudiante de Administración de 23 años de edad.
Peña, que apoya en la organización de los núcleos regionales, destaca que el Sistema es una institución integral que brinda oportunidades a distintos profesionales.
«Me dieron mucho apoyo, el manejo del trabajo, la estructura. Todo es llevado poco a poco. A medida que pasa el tiempo, conoces cómo es el trabajo en líneas generales», añade.
Para ella, el maestro Abreu es un hito en la historia de Venezuela, de gran inspiración para el país. «Para mí es como si fuera un Simón Bolívar. Debería haber más personas como él, debemos ser como Abreu».
3/5 Este es el tercer reportaje de un seriado sobre el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela con ocasión de su 45 aniversario:
- La música sigue sonando en el sistema de orquestas en medio del ruido de la crisis
- Música en el exilio: la nostalgia reencuentra a los migrantes del sistema de orquestas
Todas las fotos son de Kenny Linares (@klipsproducciones) excepto la de Ana Paola Rincones