Llegó emocionado a Caracas. Ha profesado su amor por Venezuela una y otra vez. Regresar después de ocho años tenía un peso importante para él. Él es Samo o Samuel Parra Cruz, exintegrante del grupo mexicano Camila, que comenzó su camino en solitario en 2013. Este miércoles volvió a una remozada Sala Ríos Reyna. Lo acompañó la Orquesta Sinfónica de Venezuela, que impulsó la construcción del teatro en la década de los años 70 y hace vida en sus espacios. Pero, por poco, salía a cantar con una sala medio vacía.
Mientras el público esperaba se comentaban los esfuerzos publicitarios: una valla en la autopista, flyers en historias y publicaciones en Instagram. Algunos estaban extrañados con la asistencia, otros se lo adjudicaban a su nombre artístico, porque en el top of mind se puede tener a Camila, pero no todos conocen a cada uno de sus integrantes y, en este caso, un ex. Al final, con una hora de retraso, se abrió el telón.
La imagen de una bandera de Venezuela iluminaba a los músicos de la OSV, dirigidos por el violinista Aquiles Hernández, músico de la agrupación desde hace 19 años. Sonaron las primeras tres notas y todo el público aplaudió. “Llevo tu luz y tu aroma en mi piel / Y el cuatro en el corazón”.
Samo estaba en el centro del escenario. El paral de su micrófono tenía la bandera tricolor mientras él cantaba “Venezuela”, de Pablo Herrero Ibarz y José Luis Armenteros, considerada el tercer himno del país, después de “Gloria al bravo pueblo” y “Alma llanera”. Imágenes del Santo Ángel, los Diablos de Yare, glorias del beisbol nacional, misses y de Yulimar Rojas se mostraban en pantalla. Este preámbulo fue su agradecimiento al público venezolano, que definió como cálido, lo que reiteró durante toda la presentación.
El escenario se fue a negro y, de repente, las luces titilaron. La Orquesta Sinfónica de Venezuela se lució con el intro de “Dejarte de amar”, el tema que le dio título al segundo álbum de Camila, lanzado en 2010. Le siguió “Todo cambio” y, a todo pulmón, el público lo acompañó. “Ustedes son el amor de mi vida”, dijo al terminar el segundo tema.
Desde ese momento, el público cantó la mayoría de las canciones, sobre todo porque la mitad del repertorio fueron canciones de Camila, bien conocidas por el público venezolano. El resto fueron temas exitosos de otros artistas como “En cambio no” de Laura Pausini, “Déjame llorar” de Ricardo Montaner y “Bachata Rosa” de Juan Luis Guerra. Solo incluyó dos canciones de su etapa solista: “Doy un paso atrás” y “Sin ti”, ambas del primer álbum de esta etapa, Inevitable (2013).
Además de la OSV —que estuvo en pocas canciones—, Samo contó con su propia banda: percusión, bajo, guitarra y teclado, y tres coristas, una de ellas, dijo, venezolana. También hubo seis bailarines —también venezolanos, detallaron en la rueda de prensa— que estuvieron en algunas canciones: tenía sentido que lo acompañaran en la versión salsa de “Sin ti”, pero desentonaban en la escena en temas como “De mí”, una balada de desamor.
Samo cantó 16 canciones en dos horas, incluyendo un medley de clásicos mexicanos con temas como “El Rey”. Ya cerca del final se enfrentó a una inesperada falla: se quemó la planta de una empresa contratada para la ocasión. A la mitad de “De mí” el sonido se apagó y solo se escuchaban los arreglos de la orquesta. El público, confundido, al principio pensó que era parte del show, pero cuando se alargó hasta el final de la canción sabía que algo estaba pasando. Samo supo sortear profesionalmente la situación. Hubo un intermedio de 10 minutos.
Regresó con “De mí” desde el principio y al terminar, le restó importancia al suceso. “Les confieso que nunca me había sucedido un apagón. Pero ustedes le pusieron luz a la noche”, y el público estalló en risas. “¿Hasta de los apagones nos reímos?”, respondió. La interacción con las personas estuvo siempre presente.
El concierto culminó con un paquete de éxitos de Camila: “Solo para ti”, “Mientes”, “Aléjate de mí” y “Bésame”. Las personas le aplaudían de pie e interpretó una más: “Coleccionista de canciones”. En esta última, Diego Rojas de Guaco, se subió al escenario desde la zona del público y cantó un par de versos.
El público, que llenó un poco más de la mitad de la sala, aplaudió y disfrutó de principio a fin.
Hace más de un mes comenzó la venta de entradas para el concierto. La publicidad en Instagram saltaba a la vista desde entonces, incluso se alzó una valla en la autopista en un tramo con gran flujo de conductores. Completaba el cartel la Orquesta Sinfónica de Venezuela, la agrupación más longeva del país y que se ha metido a gran parte del público en el bolsillo este año, en el que ha tenido más presencia en la oferta cultural. Los productores pensaron que sería un éxito. “Un palo”.
Pero tres días antes del concierto ya sabían que algo no iba bien. “[La venta de entradas] no ha sido lo que esperábamos. Quizá porque es un mes de vacaciones”, dijo el director comercial de la productora Rumbas Mundial, Orlandt Almeida, a El Nacional en la rueda de prensa. Cinco días antes, el Hotel Meliá, donde también se podían comprar entradas, anunciaba una promoción de entradas 2×1. Sobresalía además el cambio en el flyer: No solo era “SAMO en vivo”, sino en grande y letras rojas destacaban: “Exintegrante de Camila”.
En la plataforma online Maketicket, los precios de las entradas también fueron bajando a medida que se acercaba la fecha del concierto. A mediados de julio, los tickets de Patio Bajo y Patio Central, los más cercanas al escenario, costaban entre $120 y $180. El mismo día del concierto las ofertaban entre $60 y $90. Incluso en la taquilla del teatro, una hora antes del concierto, dejaron de vender entradas en el área de Balcón y solo ofrecían las de Patio, a pesar de que el área superior había grupos de personas en varias zonas, pero no estaba llena; los puestos vacíos eran notables.
Además del CCCT, la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño ha recibido múltiples conciertos durante este año. Comentarios en la página de la productora “¿quién es Samo?” no faltaban. La poca asistencia también puede ser una respuesta a una sobresaturación de la oferta. El público sigue siendo selectivo. Y, quizá, no hay dinero para todos. Para tanto.
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