“Volvemos”. Eso fue lo primero que le dijo la curadora merideña Elizabeth Marín Hernández a los 48 artistas del Salón Jóvenes con FIA una vez le confirmaron que, tras tres años de espera, este 2023 celebraría su edición 23. Cuando Ana Josefina Vicentini y Zoraida Irazábal, las organizadoras, le avisaron que se inauguraría la exhibición de inmediato retomó su trabajo.
Como profesora de Arte Contemporáneo en la Universidad de Los Andes, en Mérida,sus estudiantes la ayudaron a organizar biografías, fotos de referencias y bibliografías. “Los proyectos fueron cambiando en ese tiempo de espera por esa ansiada llamada y búsqueda de la normalidad, aunque decir normalidad en Venezuela sea difícil. Lo normal es que podamos encontrarnos finalmente aquí”, cuenta la también investigadora de 57 años de edad.
No es un salón como los otros que se han realizado, destaca. En esta edición convergen los artistas de los salones 2020, 2021 y 2022, años en los que la pandemia impidió que se realizara. En las instalaciones del Centro Cultural de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) este sábado 23 de septiembre será la inauguración. Una muestra que reunirá diversas expresiones artísticas. “Fotógrafos,instaladores y quienes trabajan con tapiz, tela o bordado. Hay unos artistas muy jóvenes que están empezando y esta es su primera exposición. Trajimos todas las expresiones que pudimos encontrar y que se hacen en este momento. No hay una tendencia específica”, añade.
El Salón de Jóvenes con FIA, además, llega con grandes expectativas. Entre sus piezas se deja en evidencia los tres años en los que los artistas, y la propia curadora, cambiaron, continuaron, sobrevivieron y persistieron. Algunos emigraron, otros se quedaron; hubo quienes comenzaron una familia o crearon nuevas obras para el salón. Otros se unieron cuando tenían 37 años y ya cumplieron los 40 años, lo que supera el límite para participar. Con ellos se hizo una excepción. “Tú no puedes pedir a las personas que dejen de cumplir años por causa de una pandemia”, explica Marín.
“En esta edición además hay muchas personas de Los Andes, Maracaibo, Margarita… chicos que están fuera del país y se reconocen en calidad de refugiados, artistas cuyas vidas cambiaron al emigrar y apartaron tiempo para volver a hacer arte. Están mis estudiantes de Mérida que, a pesar de todo, se vinieron conmigo a la capital. Lo que marca este salón es el carácter tan atemporal que tiene. Son tres FIA en una. Yo curé tres salones en uno”, confiesa la investigadora.
Mutable, atemporal y único
Marín Martínez había hecho el proceso curatorial basándose en los 16 artistas que participarían en la edición 2020. Al llegar la pandemia, pensó que duraría poco, así que estableció que el criterio sería La justa distancia. “Queríamos marcar el 1.50 metros con una línea como la que se marcó en las calles para evitar la contaminación del covid-19. En uno de los textos de Walter Benjamín, incluso, se hablaba de la justa distancia. Ese texto habla de la distancia que tenemos que tomar cuando analizamos nuestras situaciones y esta distancia normalmente no es una distancia objetiva. Es un texto que está en un libro titulado Calle de igualdad”.
Nadie pensaba, admite, que ese tiempo de espera se convertiría en tres años. Pasó 2020, 2021 y 2022. La pandemia, así como sus secuelas y la lenta reactivación de la normalidad, siguió y Marín Hernández continuó buscando artistas. “Como profesora vivo rodeada de jóvenes. Un joven me trae a otro y así fuimos creciendo. Entiendo que la situación actual del país tiene muy pocos lugares donde los jóvenes puedan mostrarse; yo fui juntando artistas y el tiempo seguía pasando”.
Ya el criterio curatorial no era la justa distancia, no podía serlo. Tenía que buscar otra idea y otra forma para asentar el Salón de Jóvenes con FIA, además de que el número de artistas también había variado. “En el camino perdí algunos que por su situación de vida y su migración al extranjero no volvieron a producir obra. Cuando saqué la cuenta éramos 48 artistas. Será una exhibición de 47 obras de 48 artistas porque hay una pieza elaborada a dos manos”, detalla. En el salón también se mostrará la obra de grandes maestros del arte contemporáneo: Antolín Sánchez, Miguel Von Dangel, Isabel Cisneros, Pepe López y Carlos Sosa.
“Aquí los conocemos como los maestros, quienes además son mis amigos. La muerte de Von Dangel fue una tragedia para mí, me dolió mucho”, confiesa la curadora. Marín quería, al principio cuando planificó el salón 2020, hacer un estudio de las líneas tendenciales del arte actual en Venezuela desde esa justa distancia. Quería evaluar, junto con los jóvenes, cómo se observa en el tiempo el paisajismo y la abstracción en el arte. En aquel momento, Marín habló con Von Dangely él le envió un paisaje encapsulado de Mérida. Antonio Sánchez también hizo una pieza que evaluó cómo se marcó la conceptualización del paisaje. “Empezamos a trabajar y pasaron tres años”, señala.
Todos esperaban la vuelta, incluso esos grandes maestros. El grupo se sentía ansioso así que el salón pasó a llamarse “La anhelada llamada o la imperiosa búsqueda de la normalidad”. “Era un nombre larguísimo”, admite Marín. El proceso curatorial cambió y buscó otro texto de Walter Benjamín, un autor al que acude mucho. Descubrió un texto bastante corto titulado El teléfono. “Allí explica que el teléfono es un objeto que está guardado y uno está esperando constantemente a que le hable. Cuando finalmente habla, se nota esa voz en la distancia que dice que ya vamos a comenzar a hacer algo”, comenta. El salón pasó, entonces, a llamarse “Somos muchos. La llamada”, porque así también la curadora podía justificar el gran número de artistas participantes.
Cuando la anhelada llamada se dio, no faltó ni uno solo de los 48 artistas. Todos acudieron al llamado. La línea curatorial de la exposición pasó a centrarse entonces en el encuentro. Todo aquel que visite el salón podrá ver que hay un poco de todo. No hay núcleos de pensamiento aunque hay piezas que dialogan juntas. “Aquí están todos con todos, esto es una fiesta y nadie los acomoda por tema, todos están en el mismo lugar. La línea curatorial es el encuentro y ellos están vivos. Así definiría a los artistas de este salón: vivos”.
Desde Mérida a Caracas
Fue a finales de 2019 cuando le ofrecieron a Elizabeth Marín Hernández ser la curadora del Salón Jóvenes con FIA. Antes de eso, a pesar de tener 20 años de trayectoria en el mundo del arte contemporáneo, nunca la habían invitado. “Cada Salón tiene un curador invitado, a mí nunca me habían llamado porque se sigue pensando que Caracas es una cosa aparte al resto del país. Yo vivo en Mérida y allí desarrollé mi espacio”.
Martínez contaba con la trayectoria necesaria para poder asumir el reto: ha publicado artículos en diversas revistas nacionales e internacionales, es investigadora activa de la universidad y colabora con grupos de investigación. Fue coordinadora de la Galería de Arte La Otra Banda, adscrita a la Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes, en la que desarrolló una vasta labor expositiva. También fue curadora y organizadora del Festival de Fotografía MéridaFoto y, además, actualmente coordina el Espacio Proyecto Libertad para la difusión del arte contemporáneo. Allí se concentra en brindar espacio a los jóvenes artistas para dar a conocer su trabajo.
“Bromeamos mucho diciendo que es como si trajeran a una curadora del extranjero. Casi es cierto. Llegar desde Mérida a Caracas es un trabajón, es preferible ir a Bogotá que está más cerca. Aquí tienes que bajar a El Vigía, pedirle a Dios que no haya llovido y que la montaña no se haya caído, y tener suerte para poder cruzar el túnel. Luego llegar al aeropuerto. Allí te toca esperar dos horas para abordar y otra hora y media de viaje más. Al llegar a Caracas tienes que subir de La Guaira; es una travesía completa”, relata.
Aunque admite que el país se complicó mucho en cuanto a los traslados, eso no impidió que atravesara el territorio para la inauguración del Salón Jóvenes con FIA. Lo hizo, además, acompañada de sus estudiantes que trasladaron consigo obras de más de 10 metros de altura. Todo para mostrar su trabajo en uno de los pocos salones que existen actualmente para los jóvenes artistas.
Las dificultades del relevo
Para nadie es un secreto que actualmente, dado la difícil situación en el país, el arte contemporáneo atraviesa un tiempo difícil. Los artistas, explica Marín, se la tienen que ingeniar, inventar y resolver con lo que tienen porque todo es muy complicado y costoso. Para los jóvenes es más complicado: aunque existe una generación de relevo interesada en crear y expresarse, no existen los espacios para que se den a conocer. Exhibir obras, entablar diálogos con las obras de otros artistas, empezar una carrera, competir, es algo que les cuesta mucho.
“La gente le tiene miedo a apoyar y apostar por el arte joven venezolano porque no saben si van a continuar o qué direccionalidad van a encontrar. No es fácil para ellos. Tampoco se les hace tan fácil entrar en instituciones museísticas y menos con la clase de situación que se está viviendo culturalmente en el país”, explica la experta. También se ha experimentado una merma en la cantidad de concursos, como el Salón de Jóvenes con FIA, que les permita recibir un impulso. Los salones han desaparecido, afirma la curadora. Ahora lo que más movimiento tiene son las galerías y aunque estas se esfuerzan por aceptar nuevas propuestas, es evidente que no pueden tener a todos los jóvenes. “Los galeristas también tienen que vivir”, señala.
Por políticas del Salón Jóvenes con FIA, Marín todavía no puede revelar quiénes serán los miembros del jurado encargados de evaluar las 47 propuestas. ”Los jóvenes también me han preguntado cómo va su obra o cómo lo están haciendo. Yo les digo que todo está bien y que se queden tranquilos. Ellos insisten en saber, pero me niego. Esto es un examen, la gente tiene que ver los concursos como una competencia. Ellos van a nadar en una misma piscina, todos se tienen que lanzar al mismo tiempo y ese jurado se encargará de evaluar todas las propuestas como se evalúa un examen. Creo que tenemos que volver al criterio de la calidad de la obra y que ellos sepan las exigencias que hay en una competencia de este tipo”, opina.
El salón es uno de los pocos proyectos que ha sobrevivido apoyado a los creadores por varias generaciones, una permanencia en el tiempo que le ayudó a ganarse su reconocimiento institucional. Ha persistido, enfatiza Marín, por la fuerza de voluntad de sus organizadoras. “Esas dos señoras son las que siempre están organizando, buscando patrocinantes y coordinando todo”.
“No hay más lugares como este. Es por eso que me alegra que sean tantos y que todos hayan llegado. Seguimos aquí, seguimos vivos y somos muchos. Agarrados de la mano podemos seguir adelante. Somos y aquí estamos”.