ENTRETENIMIENTO

El protagonista de Candyman no llama al personaje ni en broma

por Avatar GDA | El Nuevo Día | Puerto Rico

Después de haberle jurado venganza a Jason Momoa en Aquaman y de haber representado a una figura histórica clave en The Trial of the Chicago 7, esta semana el actor Yahya Abdul-Mateen II se enfrenta a la leyenda urbana de Candyman en un filme que conecta su trama con el clásico de horror que estrenó en 1992. El actor afroamericano compartió detalles sobre interpretar a un artista que se deja consumir por sus ambiciones y por qué nuca está en riesgo de evocar la presencia del ente titular de su nuevo filme que estrena hoy en cines.

-Algo distintivo de su personaje en este filme es que no queda atrapado bajo la convención del héroe. ¿Fue mas interesante poder incorporar el ego y las ambiciones artísticas de su personaje?

-Sí, definitivamente. No solo porque me da más a mí con qué trabajar como actor, pero también porque logra que el personaje sea más real. Y lo otro es que su ambición es el motor de la trama. Al principio del filme lo vemos como este artista que está luchando para ser relevante y encontrar su voz. Y luego vemos lo que le sucede a su compás moral una vez experimenta un poco de éxito y atención. Ese tipo de arco dramático no es típico en un filme de horror.

-Lo otro que no es típico es la forma en que el guion genera suspenso y comedia de las acciones de los personajes en un filme de horror. Dado a que eso es parte de la temática, ¿se preguntó en algún momento si en realidad se pondría frente a un espejo a decir Candyman cinco veces?

-(Sonríe) Yo soy honesto y te admito que en ocasiones sí puede que haya actuado como un personaje bobo en un filme de horror. Por ejemplo, yo sí he salido a investigar un ruido raro en el medio de la noche (se ríe). No niego que quizás sería alguien que investiga y documenta algo que sea tenebroso para otras personas. Pero si de algo estoy seguro es de que nunca me voy a poner a llamar a Candyman ni una sola vez. Yo no juego con eso ni un poquito (ríe).

-El filme está cargado de crítica social. ¿Hubo muchas conversaciones con la directora sobre cómo exaltar eso en el filme?

-La realidad es que no. Porque el material es tan complejo, claro y pertinente que no fue difícil ver cómo teníamos que hacer eso. Aquí todos estábamos en la misma página desde el principio de la filmación. Esas conversaciones las llevamos teniendo en privado en nuestras casas por años. La esperanza es que un filme como este mude esas conversaciones a un foro público y las profundice.