El poeta español Francisco Brines ha sido galardonado este lunes con el Premio Cervantes 2020, el máximo reconocimiento de las letras en español, según anunció el ministro de Cultura y Deportes, José Manuel Rodríguez Uribes.
El fallo de este premio, dotado con 125.000 euros, se hizo público en una rueda de prensa tras la deliberación del jurado, algunos de cuyos miembros han tenido que participar telemáticamente por la pandemia del coronavirus.
El Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, creado en 1975, reconoce la trayectoria de un escritor que con el conjunto de su obra haya contribuido a enriquecer el legado literario hispano. Y en este caso ha recaído en un «gran poeta» cuyo «magisterio ha sido reconocido por todas las generaciones».
Saltándose la tradicional alternancia entre autores españoles y latinoamericanos, el jurado premió por segundo año consecutivo a un autor de España, y poeta, como el anterior galardonado, el catalán Joan Margarit.
El poeta español Francisco Brines es uno de los últimos representantes vivos de la generación del 50, y conocido por su defensa de la poesía como ejercicio de tolerancia.
Académico de la Real Academia Española, Brines (Oliva, Valencia, 1932) ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de las Letras Españolas 1999, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2010, el Adonais (1959), el de la Crítica (1966), el Nacional de Poesía (1987), y el de las Letras (1999) al conjunto de su obra.
Tras estudiar en los Jesuitas de Valencia (ciudad española del Mediterráneo), pasó por las universidades españolas de Valencia, Deusto y Salamanca para licenciarse en Derecho y por la de Madrid para realizar Filosofía y Letras.
A lo largo de su trayectoria, ha compatibilizado su producción poética con su labor como profesor universitario. Fue lector de literatura española en la Universidad de Cambridge y profesor de español en la Universidad de Oxford.
La poesía de Brines se caracteriza por el tono melancólico de sus versos. Oscila entre la glosa de su tierra natal y el cuidado de la belleza de sus versos. El tema capital de su producción es el paso del tiempo, la decadencia de todo lo vivo, la degradada condición del ser humano sometido a sus limitaciones.
Es compañero generacional de otros ilustres escritores que se opusieron -en verso o en prosa- al régimen franquista, como José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute o Rafael Sánchez Ferlosio.
Ha sido calificado como «un gran poeta metafísico» y parte de su producción conforma uno de los vértices de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX.
Su primer libro, Las brasas, fue publicado en 1959 y con él ganó el Premio Adonais. A continuación publicó «Palabras en la oscuridad» (1966), que le mereció el galardón con el Premio Nacional de la Crítica en 1967. Este mismo año ganó además el Premio de las Letras Valencianas.
En 1987 recibió el Premio Nacional de Literatura por El otoño de las rosas (1986), uno de sus libros más conocidos y populares, integrado por sesenta poemas escritos a lo largo de diez años.
Al año siguiente se adentró en el mundo teatral y revisó y adaptó el texto de El alcalde de Zalamea, cuya versión fue estrenada en noviembre de ese año por la Compañía española de Teatro Clásico, y dirigida por José Luís Alonso.
En 1990 presentó junto con otros miembros de generación poética de los cincuenta el libro Encuentro con los 50. En esa generación figuran también poetas como Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo o los novelistas Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Luis Martín Santos y Luis Goytisolo.
En 1998 fue reconocido con el Premio Fastenrath que otorga la Real Academia Española por su obra La última costa (1995), una obra melancólica en la que recuerda su infancia.
Y en 1999 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas por el conjunto de su obra poética. Un año antes había publicado su Antología.
Elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua en abril de 2000, pasó a ocupar desde abril de 2001 el sillón ‘x’ dejado vacante por el fallecido dramaturgo Antonio Buero Vallejo.
Ingresó en la institución el 21 de mayo de 2006, con el discurso «Unidad y cercanía personal en la poesía de Luis Cernuda», uno de los poetas que más han influido en sus versos.
Poco después fue investido doctor «Honoris Causa» por la Universidad Politécnica de Valencia en el acto académico de apertura del nuevo curso 2001-2002.
En 2003 publicó La iluminada rosa negra» y un año más tarde, Amada vida mía. «Procuro no publicar ningún poema del que no estoy satisfecho», comentó el autor antes de recordar que cuando ve la luz ya no es suyo «sino del lector».
En 2010 ganó el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que reconoce la aportación literaria relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España, realizada por un autor vivo.
Entre sus obras destacan «Las brasas» (1959), «Muerte de Sócrates» (1965), «El santo inocente» (1965), «Palabras a la oscuridad» (1966), «Insistencias en Luzbel» (1977), «Musa joven» (1982), «El otoño de las rosas» (1986) la antología «El rumor del tiempo» (1989), «La última costa» (1995), «Selección de poemas» (1997) o «Amada mía» (2004).
En 2008 se editó la antología Todos los rostros del pasado, una selección de sus poemas. También ha publicado los ensayos Encuentro con los 50 (1990) y Escritos sobre poesía española: De Pedro Salinas a Carlos Bousoño (1995).
En octubre de 2013, una veintena de poetas, profesores y estudiosos de su poesía le rindieron en la ciudad española de Sevilla un homenaje y le calificaron como «uno de los poetas españoles más influyentes» del pasado siglo y de lo que llevamos de éste.
Brines impulsó en 2019 la creación de una fundación que lleva su nombre y que otorgará dos premios literarios, uno en castellano y otro en catalán, que servirá para preservar su legado, una biblioteca de unos 30.000 volúmenes así como su colección de arte.