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El Museo de los Niños intenta renovarse en medio de la crisis

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WINNIFER MIJARES | [email protected] | @DOBLEWM10

Desde la avenida Bolívar de Caracas se divisa la estructura: un primer edificio de cristales denominado “La conquista del espacio” deja ver un transbordador espacial. Luego, aparece el bloque que lo identifica: Museo de los Niños. Ciencia y Tecnología. Y, más allá, un pasillo que conecta con el planetario.

Es la fachada de una institución que este lunes 5 de agosto cumple 37 años. Un lugar que en las décadas de los años ochenta y noventa fue símbolo de creatividad, progreso y educación en una ciudad próspera y un país boyante que atraviesa, hoy, la peor crisis de su historia.

Alicia Pietri de Caldera inauguró el edificio principal, de cuatro pisos, en 1982. “Aprender jugando” y “Prohibido no tocar” son los principios que, desde sus inicios, rigen la visita al Museo de los Niños. Exposiciones dedicadas a la ecología, la biología, la comunicación y la física fueron las primeras exhibiciones con las que los pequeños tuvieron contacto.

Mireya Caldera Pietri dirige desde el años 2000 la Fundación Museo de los Niños. Afirma que la filosofía con la que su madre creó la institución se ha mantenido en el tiempo. El objetivo siempre ha sido complementar y reforzar el conocimiento adquirido en la escuela. “Los niños se siguen divirtiendo en cada visita, interactúan y aprenden”, asegura.

 

No ha sido fácil sortear la crisis que vive el país y que llegó también al museo. Pero destaca el esfuerzo y la dedicación de los empleados que allí laboran. “La gente que tenemos tiene mucha mística. Trabajamos todos los días, incluso si no viene nadie. Siempre hay cosas que hacer, inventar y modificar”, dice Caldera.

Foto: Gustavo Matute

Desde el año 2000, el Museo de los Niños dejó de recibir subsidio por parte del Estado. Tampoco cuenta con apoyo económico de la empresa privada. La ganancia que percibe es producto de la taquilla así como del alquiler de áreas para la realización de fiestas privadas, planes vacacionales y fiestas de Navidad.

La falta de recursos ha incidido en la conservación de los espacios así como en la falta de personal.

Hace 20 años el museo contaba con una plantilla de 160 empleados. Hoy no supera los 50. “Los amigos guías no son trabajadores, solo vienen por turno y no perciben sueldo. Es una forma de colaboración”, aclara Caldera.

Jean Lezama tiene 19 años de edad. Es guía máster, sí percibe salario y destaca que la satisfacción por el trabajo realizado es una gran recompensa. “Que el público se vaya contento me agrada. Eso me motiva a quedarme y a ser cada día mejor. Son pequeñas cosas que hacen que estar aquí me hagan sentir bien”, dice mientras supervisa el recorrido de un grupo de niños por las áreas que, en algunos casos, se muestran vacías por la falta de orientadores y en las que los pequeños manipulan los aparatos por su cuenta.

No es lo ideal. Porque, en caso de dañarse alguno, la fundación debe costear la reparación y, reconoce Caldera, no tiene dinero. De hecho, en tiempos recientes ha habido robos en las instalaciones del museo. “Sin duda es una falta de educación. Estamos viviendo en una sociedad donde al parecer todo es de todos, existe una absoluta impunidad. En el museo tenemos normas que se deben cumplir y si en las visitas se llevan hasta los bombillos, ¿con qué derecho nos reclaman sobre las condiciones de las instalaciones?”, destaca Caldera. Agrega que en todos los museos se permite que 3% de las exhibiciones no estén operativas. “Nosotros no tenemos los recursos para conseguir los repuestos, solo para hacer arreglos”.

Foto: Rose Mannuzza

El 14 de julio, y por primera vez en su historia, el Museo de los Niños interrumpió sus actividades durante una semana debido al robo de tres cables de alta tensión en la Torre Oeste de Parque Central, un área a la que solo tiene acceso el personal de Corpoelec. El edificio principal de la institución se quedó sin luz. Solo prestaba servicio la exhibición “La conquista del espacio”.

Venezolanos en todas partes del mundo iniciaron una campaña a través de las redes sociales para que Corpoelec restituyera, a la brevedad posible, el servicio eléctrico en la institución. “Fue fantástico. Nos llegó a escribir una chica desde Dubái. Estamos convencidos de que la imagen del museo es buena y que más allá de nuestras fronteras, eso tiene que mantenerse”, agradece Caldera.

A la institución cada vez se le hace más difícil ofrecer novedades, aunque persiste en su tarea de mantener vínculo con el arte, la ciencia y la tecnología. La última vez que se actualizaron exhibiciones fue en 2014. Ese año solo se agregaron las ilusiones ópticas del área de percepción y se incorporaron elementos a la exposición de esqueletos animales y de cráneos humanos.

Más de 600 piezas forman parte de los activos del museo. Lo que se ha hecho, de acuerdo con Darwin Sánchez, su director educativo, es una renovación de las atracciones con una presentación diferente. Al área de biología se ha incorporado una gran molécula, un software y otras experiencias interactivas en las que se descubren los conceptos de herencia, genes, división celular y síntesis de proteínas. En comunicaciones se comenta sobre las tecnologías de información y comunicación, del GPS, Internet y la realidad aumentada.

Sánchez destaca que mantener actualizado el museo implica un reto por la competencia que generan los avances tecnológicos. Recuerda que en los años ochenta los niños interactuaban con las atracciones que, en aquel entonces, iban de la mano con la época que corría. Ahora se vive en la era de los videojuegos, tabletas y programas de computadoras. “Si tuviésemos esos recursos no seríamos competencia ni atractivo para que nos visitaran. Los niños no tendrían la misma interacción con los equipos mecánicos, electrónicos y computarizados que poseemos”.

Caldera coincide. “La gente lo quiere así como está, con la actualización de los temas, los colores, la imagen y el diseño gráfico, que hacen distinto al museo”.

La celebración de los 37 años coincidirá con una nueva atracción sobre la que Caldera prefiere no comentar mucho. Pero, se sabe, que será un área dedicada a los dinosaurios. “Nada nos amilana”, sentencia.

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