El mundo de la cultura, duramente afectado en Italia como muchos otros sectores por las medidas contra el coronavirus, pidió al gobierno apoyo inmediato. Teme no poder recuperarse de la crisis, mientras trata de reinventarse para resistir durante los cierres.
«El mundo de la cultura sin intervenciones de apoyo rápido no podrá recuperarse de la crisis, con consecuencias muy graves que afectarán a todo el país», señala un llamamiento al Ejecutivo firmado por los consejeros de Cultura de las principales ciudades italianas.
La suspensión total de las actividades culturales, con cierre de museos, teatros o bibliotecas, fue la primera de las medidas que se adoptaron para reducir los contactos sociales y tratar de contener los contagios por el virus. Primero se realizó en las regiones del norte y luego en toda Italia.Fue seguida de cierre de cines y finalmente de todo el comercio no esencial, como librerías.
Autores, editores, libreros, el sector constata que la oferta cultural en general depende en gran medida de trabajadores con pocas garantías. Es decir, personas que con frecuencia viven en una economía hecha de pasión, pero con márgenes muy pequeños de supervivencia, y que en momentos como este arriesgan todo.
Por ello, piden que se declare el estado de crisis de todo el sector cultural público y privado. Además, que se amplíen las herramientas disponibles para proteger el empleo a todas las categorías de trabajadores, entre otras medidas.
«El sector de la cultura es gente que vive de trabajo precario, casi 80% de la gente que trabaja en la cultura es así. Si no vendo libros, si no puedo dar charlas, no cobro», explica a Efe el escritor Bruno Arpaia.
«Es un sector que no le importa a nadie, no está previsto casi nada (en el decreto de ayudas económicas que aprobó el gobierno por la crisis de coronavirus). La cultura es la columna de la nación. Pero casi nadie lo piensa, ni aquí ni en otras partes», lamenta Arpaia, que reside en Milán, capital de Lombardía, la región más duramente afectada por la epidemia.
«La primera semana las librerías vendieron 60% menos, cerraron librerías, se suspendieron presentaciones, las editoriales pararon la producción o la retrasaron. No tiene sentido que salgan libros ahora», afirma el autor de Algo, ahí fuera, la novela en la que abordó los efectos del cambio climático.
Las medidas de aislamiento social y bloqueo ordenadas por el gobierno para detener una epidemia que situó a Italia como el segundo país del mundo más afectado después de China, golpeó también a los libreros.
«El cierre me afectó sobre todo desde un punto de vista emocional: la librería desierta, la soledad de los lectores, la nuestra. La librería es ante todo un lugar social. Y desde un punto de vista económico, si ya estamos en dificultades normalmente, ahora estamos sin futuro», asegura a Efe Paolo Nicoletti, un librero de Roma.
El ejecutivo de Giuseppe Conte aprobó un decreto ley con ayudas de 25.000 euros para mitigar el impacto económico del coronavirus. Aunque se prevén medidas para Pymes y para autónomos, el sector cultural cree que no es suficiente.
«La intervención es importante, pero espero más. Todavía no se reconoce que nuestro sector es diferente de los demás», afirma Nicoletti, dueño de la librería Koob en el sector romano de Flaminia.
«Si tratamos de la misma manera a todos, nosotros, que somos más frágiles, no lograremos superarlo», insiste.
Pero el sector del libro trata, a pesar de todo de mantener alta la moral, y como los millones de ciudadanos encerrados en su casa para tratar de frenar la cadena de contagios, inventan nuevas formas de llegar a los lectores.
«Muchos de nuestros lectores son personas de edad avanzada y recibimos muchas llamadas de apoyo, de necesidad de diálogo. En las redes sociales publicamos lecturas para adultos y niños, vídeos de reseñas de libros. ¡Los contactos son muchos! y nos hacen sentir vivos!», asegura el librero Paolo. Por su cuenta, está en proceso de crear, teniendo en cuenta las directrices sanitarias, «un servicio de entrega a domicilio».
«Queremos organizar un sistema de entrega sin contacto, tanto para la seguridad de los trabajadores como para nuestros clientes», afirma.
También los escritores se acercan a sus lectores gracias a las redes sociales.
«Tuve la mala suerte de que mi último libro, Il Fantasma dei Fatti salió justo el día que se declaró toda la situación de crisis, el 27 de febrero. Me cancelaron todas las presentaciones, en Milán, Turín, Roma, Florencia», cuenta Bruno Arpaia.
Por eso, entre las muchas iniciativas en las redes surgió «Escritores a domicilio» y en ese marco pudo presentar anoche su libro en directo en Facebook.
Un aliciente moral, aunque lamenta que «este libro ya lo puedo tirar a la basura. Cuando termine esta pesadilla las editoriales ya tendrán planeadas todas sus salidas. El tiempo de vida de un libro en las librerías es muy corto; llegan las novedades y los otros son devueltos, o en el mejor de los casos lo ponen escondido en la estantería de arriba».
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