El festival Lollapalooza inició el sábado en Berlín, en una edición en la que vuelven a mezclarse las características típicas de un certamen musical con otras que lo acercan a una feria popular en la que la música es una atracción más.
Por segunda vez el Lollapalooza berlinés se realiza en el Estadio Olímpico de la capital alemana. El parque que rodea el estadio propiamente dicho es lo suficientemente amplio para albergar los distintos escenarios y dar cabida a otras actividades.
El único problema eran los vecinos: hace un año hubo quejas, pero se llegó a un compromiso acerca del volumen de la música, para la que se ha fijado un máximo de 80 decibelios.
El lema de la organización, según el cual Lollapalooza no es solo un festival sino una manera de sentir, se hace realidad en la medida en que lo que se ofrece supera lo meramente musical.
Todo el que se desplace de un escenario a otro puede encontrarse con espectáculos de acróbatas, sesiones de yoga al aire libre o laberintos de telas, de plantas o de espejos .
Hay una zona preparada para familias con niños pequeños, relativamente lejos de los conciertos para adultos y lejos del ruido.
La música que se ofrece abarca una gran gama de gustos y tendencias. El Perry Stage está dedicado exclusivamente a la música electrónica y allí.
En otros escenarios la jornada inició de manera más suave. En el escenario sur al mediodía el grupo alemán Steiner&Maleika ofrecía una música con claras tendencias de balada.
La estrella de la tarde fue la cantante Billie Elisch, quien se adueñó del público no solo con su música, sino también con el acostumbrado espectáculo multimedia que suele acompañar sus conciertos.