Se trataba de un homenaje o quizás de un reconocimiento de lo sabido o gesto de amistad a Mario Vargas Llosa. El último «inmortal» de la Academia de Francia fue el anfitrión de una fiesta que le habían organizado los suyos, los de siempre, los de toda la vida en sus diferentes etapas: la Fundación Internacional para la Libertad y la Cátedra Vargas Llosa, que viene a ser lo mismo que decir Gerardo Bongiovanni y Alvaro Vargas Llosa, invitaban al «Cóctel en el Hotel Wellington», pero esta convocatoria era más que eso, mucho más.
En los salones de este hotel que hicieron célebre taurinos y toreros se multiplicaban el martes los rostros de escritores, de compañeros de pensamiento, de empresarios, de colegas que nunca votarían lo mismo que el Premio Nobel al que admiran y de algunos políticos que saben mirar desde una y otra orilla del Atlántico, ese enorme charco que separa España de las Américas. Entre estos, el ex presidente de México, Felipe Calderón.
Con otro acento, a Sergio Ramírez, nicaragüense de nacimiento y español nacionalizado en este exilio forzado por Daniel Ortega, le dolía recordar a los expulsados en la última razia del antiguo guerrillero sandinista convertido en viejo dictador. Miguel Henrique Otero, otro exiliado, pero de Nicolás Maduro, alma, fundador y director de El Nacional de Caracas, reconocía a El Debate, «lo leo todos los días» y celebraba los contenidos de este diario. Sus palabras no las pudo escuchar, al estar en otro corrillo, Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de El Debate.
La «tonada» argentina de Dario Lopérfido contrastaba con ese peruano suave de Raúl Tola, dos hombres clave en la dirección de la Cátedra Vargas Llosa. No pasaba por ahí, estaba ahí como estará siempre, Ramiro Villapadierna, su compañero en la Fundación y ahora Director de la Oficina del Español de la Comunidad de Madrid.
Un pequeño mundo de las letras intercambiaba impresiones mientras se sucedían los abrazos y felicitaciones a Mario Vargas LLosa. Javier Moro recordaba a su tío Dominique Lapierre y anunciaba un nuevo libro. El secreto del título se desvelará en las próximas semanas.
Transparente, frontal y sin dobleces, a Arturo Pérez Reverte, compañero en la Real Academia de Mario Vargas Llosa, se le notaba cómodo y feliz entre amigos, algunos viejos compañeros de prensa y todos lectores suyos. Javier Cercas, el genial escritor que ejerce de profesor, recibió los halagos de un Vargas Llosa que le mira, como dijo, con «enorme admiración y respeto». «Mario siempre tan generoso», comenta el autor de Anatomía de un instante. Algunas costumbres no se pierden con los años y Cercas sonríe al reconocerlas. «Sí, me sigo mordiendo las uñas».
La edad no ha sido nunca un problema para seducir de Fernando Sánchez Drago. Ocurrente y enamoradizo, celebra el patinazo de la periodista al confundir a su actual pareja con su hija Ayanta. «Lo normal es que hubieras pensado que era mi nieta», observa con sentido del humor. ¿Cuántas décadas se llevan? Diez, veinte, treinta, cuarenta… Atento a las palabras del «inmortal», Federico Jiménez Losantos se dejaba llevar por su mujer, María Torres. ¿Quién no quiere escuchar y hablar con el hombre al que España entera conoce por su nombre de pila: Federico?
En un rincón del salón, Albert Rivera, en otro Andrés Allamand, al frente de la SEGIB (Secretaría General Iberoamericana) hace repaso al gobierno de Gabriel Boric: «Terminará mal, pero termina. Las instituciones en Chile son sólidas», asegura. El sucesor de Rebeca Grynspan y ex ministro de Asuntos Exteriores de Sebastián Piñera, defiende la fortaleza del país que, con las revueltas de octubre de 2019 y la llegada de Gabriel Boric al Palacio de La Moneda, dejo de ser un oasis de paz y prosperidad en Sudamérica.
Carlos Rojas, secretario general del PP en el Congreso, recordaba con Fabian De La Rúa, la historia reciente de Argentina. Andrea Levy, portavoz del grupo en el Ayuntamiento de Madrid se incorporaba al corrillo donde también estaban la presidenta de la Asamblea madrileña, María Eugenia Carballedo y la diputada y portavoz adjunta (por la Coruña) en el Congreso, Marta González.
Lejos de ellos -quizás en todos los sentidos- Cayetana Álvarez de Toledo y en el entorno, Manuel Valls, el ex primer ministro francés que intentó convencer a los catalanes de que podía hacer de esa comunidad un sitio para vivir mejor. A su lado, pero con vuelo propio, Susana Gallardo, la exvicepresidente de Pronovias que hoy es su mujer y conquistó a los constitucionalistas en aquella ronda de votación por diferentes urnas que protagonizó durante el referéndum ilegal de Cataluña. Ella sola, con una bandera por capa y la palabra como espada, se enfrentó -y se burló- de los separatistas a los que puso en evidencia con sus múltiples votaciones. Como «una loca», se recordaba a sí misma esta heroína.
Libertad fue quizás la palabra más repetida por el «inmortal» Premio Nobel en su intervención donde agradeció el homenaje brindado por los amigos que no pudo invitar a la ceremonia de la Academia de las Letras de Francia, Por «los cupos». Una afirmación sorprendió: «la creación de esta fundación es lo más importante que me ha ocurrido».
Palabras de censura a las dictaduras como la de Nicaragua: «es una vergüenza que exista»: un logro de la Fundación: «Hemos conseguido establecer un contacto más o menos permanente entre latinoamericanos y españoles»; un reconocimiento al apoyo «de los empresarios» de ambas orillas y «lo no conseguido: interesar más a la gente de América Latina y de España en la literatura. En eso, -lamentó-, avanzamos muy lentamente».
El día de ayer, rendimos homenaje al grandísimo “inmortal”. Con la intención de celebrar la incorporación de Mario Vargas Llosa a la Academia Francesa, se hicieron presente cantidad de personalidades que festejan continuamente la cultura literaria. pic.twitter.com/SoSGZmSiVX
— Cátedra Vargas Llosa (@CVargasLlosa) February 22, 2023
Por último, añadió un acierto de la Fundación Internacional para la Libertad. «Ha cumplido» como «una institución liberal» que concentra a escritores «liberales y a los que no lo son. Nuestra exigencia es que sean democráticos, muy democráticos, como todos los que están hoy aquí».
Aplausos, sonrisas y fin de la fiesta que era un cóctel. Y, no, no se pronunció ese nombre de mujer que casi todos tendrán en mente. Era el día, la noche y la vida del último «inmortal», Mario Vargas Llosa, un hombre y un escritor eterno.
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