La pandemia está transformando al mundo y las formas de hacer y difundir cine en concreto. Tanto es así que las butacas del Festival Internacional de Cine de Guanajuato se convirtieron en lanchas.
La sana distancia y el riesgo que representan los lugares cerrados obligaron a los organizadores de este festival, realizado desde hace 23 años en el céntrico estado mexicano de Guanajuato, a exhibir algunos de sus largometrajes en un nuevo formato de cine: el Aquacinema.
Para ello fue habilitada una megapantalla en la Presa de la Olla, ubicada en la ciudad colonial de Guanajuato, capital del estado y catalogada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
El vaso de la presa hizo de una sala de cine. Las butacas son pequeñas y enumeradas lanchas de madera en donde máximo pueden ir cuatro personas, todas con chaleco salvavidas y cubrebocas. Por función solo son permitidas 30 lanchas, 120 personas-.
Medidas de seguridad
Antes de entrar, personal médico con trajes de protección toman la temperatura a los espectadores y les proporcionan gel hidroalcohólico para luego encaminarlos a un «arco sanitizante» que los rocía de una sustancia desinfectante.
Superados los filtros, los asistentes son embarcados en las lanchas y deben remar hasta el lugar de la presa que consideren mejor para ver la película.
Si el viento hace de las suyas, los espectadores deben remar hasta volver a su posición inicial.
Una vez iniciada la función, el graznido de los patos se mezcla con el sonido de la película, que en la noche del viernes pasado fue la brasileña My name is Baghdad (2020), que fue premiada en el Festival Internacional de Cine de Berlín.
Ingenio
La directora del GIFF, Sara Hoch, destacó a Efe que el Aquacinema es el primero en su tipo en América Latina y dijo que en él serán exhibidas 12 películas, del 25 al 27 de septiembre.
La idea surgió hace 10 años cuando, en la misma presa, se colocó una pantalla donde fueron proyectadas películas mexicanas, aunque tiempo después vieron que era muy costoso echar a andar una sala de cine en el agua.
Sin embargo, ahora, obligados por la pandemia, se decidió apostar por esta alternativa.
«Este año, pensando en el autocinema y todas las formas para guardar la sana distancia, dijimos: ‘Hay que hacer el aquacinema, ahora sí’. Es el mismo concepto: estás al aire libre, estás en tu lancha, con sana distancia y la vista es una belleza», dijo Hoch.
Los boletos, cuyo precio base era de 300 pesos (14 dólares aproximadamente) por lancha, salieron a la venta el 4 de septiembre y se agotaron en menos de una semana.
«Las palabras de la gente en redes sociales nos han conmovido mucho, ha significado para ellos tener una opción segura para su salud y que pudieron salir de sus casas a hacer algo diferente», celebró la directora del festival.
Aunado con el Aquacinema, la vigésima tercera edición del festival contó también con 20 largometrajes proyectados en autocinemas instalados en las ciudades de Irapuato, Silao y Guanajuato.
Sobre si será la única ocasión en que el festival cuente con esta modalidad de cine en el agua, Hach reconoce que es complicado porque siempre se buscan las mejores condiciones audiovisuales, además de que este evento tradicionalmente se realiza en julio, mes de muchas lluvias.
«Todo el mundo quiere que lo volvamos a hacer, pero hay que chequearlo bien. Hay que ver si llueve, si hay relámpagos, entonces es complicado. Ya veremos», señaló.