El mundo del espectáculo no es una foto fija. Lo que un día es un éxito al siguiente puede perder su encanto con los espectadores. Lo saben muchos creadores de series que cuando no saben o no pueden terminar sus programas a tiempo los ciclos pasan de ser un fenómeno a un hazmerreír. Claro, al mismo tiempo en Hollywood todo vuelve, nada se tira cuando las nuevas ideas escasean. Lo raro es encontrar aquellas que permanezcan. Algo que muy pocos logran. Y, sin embargo, hace más de medio siglo una rana llena de ideas, una cerdita con delirios de diva y un oso comediante que no hace reír a nadie consiguen soportar el paso del tiempo. Casi un milagro y testimonio de la resistencia y capacidad de adaptación de un delirio llamado Los Muppets.
Con el estreno de su última aventura, Muppets ahora, seis episodios de comedia pensados para Disney+ con el mundo del streaming como excusa narrativa, y el anuncio de que los viejos episodios de El show de los Muppets se sumarán a la plataforma a partir de febrero, la maravillosa creación de Jim Henson vuelve a demostrar su encanto irrompible. En una era en la que todas las tradiciones de Hollywood parecen quedar en el olvido, el secreto de la permanencia de los personajes de felpa está en su pasado arraigado en el mundo del espectáculo de principios del siglo XX.
Cuenta la leyenda que Henson era apenas un chico en los años 40 cuando vio en los albores de la televisión los shows de variedades conducidos por cómicos del vaudeville como Milton Berle y Sid Caesar. Esas imágenes y el estilo de programa que podía tener un sketch cómico, otro musical y luego a un invitado famoso lo fascinaron al punto de soñar con hacer su propio ciclo algún día. Y aunque esa no había sido su intención, la puerta de entrada se la dieron las marionetas.
Brian Jay Jones, autor de la biogafía de Henson fallecido en 1990, cuenta que cuando estaba en el secundario se presentó a una convocatoria de un canal de su Washington natal que pedía jóvenes titiriteros y unos años después, ya en la universidad, tenía su propio programa de televisión local. Eran los años 50 y el medio aún estaba en la infancia, probando sus alcances y buscando formatos que lograran atraer al público. En ese contexto la idea de hacer de los muñecos las estrellas del ciclo y esconder a los titiriteros fue un éxito. Las versiones originales de personajes como Kermit (la rana René para Latinoamérica hasta que Disney compró los derechos de los Muppets), el oso Figaredo y el perro Rowlf protagonizaban publicidades y durante los años sesenta aparecían de invitados de programas de variedades como los que Henson soñaba tener. El problema es que los ejecutivos de la televisión de aquella época no estaban de acuerdo.
Así, cuando en 1969 uno de los productores del ciclo infantil Plaza Sésamo le propuso que sus muñecos fueran parte del programa Henson aceptó, para sorpresa de su equipo de trabajo. Michael Frith, quien trabajó con él desde el principio, dijo en una entrevista con la revista Slate que participar de Plaza Sésamo era absurdo porque en ese momento los Muppets habían sido creados para el público adulto. «En un sketch podían pelearse hasta arrancarse la cabeza o hacer volar a alguno por el aire, nada que uno pudiera imaginar apto para niños».
Sin embargo, a pesar de la resistencia de su equipo y del mismo Henson, que tenía sentimientos encontrados con el hecho de que sus personajes quedaran relacionados con productos infantiles, Plaza Sésamo fue un éxito y lo alentó a seguir buscando la forma de que Kermit y los suyos pudieran tener su propio programa. Durante los primeros años 70 paseó su idea por todas las emisoras que aceptaban la reunión porque, después de todo, se trataba del tipo de atrás, al costado o debajo de los queridos muñecos del ciclo infantil. Pero cuando Henson les explicaba que quería hacer un programa para adultos todos huían despavoridos como Beaker, el asistente del doctor Bunsen, dos de los personajes de los Muppets que resistieron el paso de las modas.
Muñecos de sábado por la noche
En su peregrinación por los canales que no se entusiasmaban con The Muppet Show: Sex and Violence, el título que Henson había elegido para el piloto del nuevo ciclo, por fin se topó con un productor interesado. Era Lorne Michaels, un joven canadiense que iba a intentar armar un show de comedia en vivo para los sábados en la noche de la cadena NBC: Saturday Night Live. Aunque no se trataba del soñado programa propio, por lo menos era seguro que no sería un ciclo infantil. El problema: ni los guionistas ni las estrellas de SNL de aquellos años, como John Belushi, estaba dispuestos a ceder sus textos o sus minutos al aire a una pandilla de muñecos. Una vez más la ilusión del programa propio quedaba en la nada.
Hasta que llegaron los ingleses. O uno en particular. El productor británico Lord Lew Grade vio el potencial de los Muppets y entendió, habiendo trabajado en espectáculos de vaudeville en su juventud, el tono que Henson quería lograr. Entonces, después de muchos años y aun más rechazos en la televisión norteamericana, los Muppets consiguieron su show de variedades y en 1976 se trasladaron a Londres para grabarlo. Allí realizaron los 120 episodios del programa, que estuvo al aire por cinco temporadas y en el que hasta 1981 participaron estrellas como Steve Martin, Elton John, Liza Minelli, Julie Andrews, Diana Ross, Gladys Knight, Gene Kelly y Mark Hammill, entre muchas otras.
Adelantado a su tiempo aunque con una mirada siempre puesta en las antiguas tradiciones del mundo del espectáculo, El show de los Muppets fue desde sus inicios un programa dentro de otro, metadiscurso por accidente. El ciclo de televisión documentaba los esfuerzos de Kermit para poder montar una obra con estrellas temperamentales como Miss Piggy, grandes y absurdos actos de circo como los que concebía Gonzo y la aparición de alguno que otro famoso. Ese caos controlado que tenía incorporado a sus propios y más duros críticos, Statler y Waldorf, los cínicos viejos del palco, se transformó en un éxito global décadas antes de que el alcance mundial fuera un requerimiento de la producción televisiva. La buena voluntad e inocencia de Kermit, los berrinches de Miss Piggy y el resto de los personajes que se sumaban a ellos cada semana se volvieron fenómenos amados por los niños de todo el mundo y celebrados por los adultos que captaban las referencias incluidas para ellos en cada episodio. Y así, en busca de despegarse del contenido infantil, El show de los Muppets logró algo mucho más interesante: el público familiar.
Lo que siguió fueron varias películas como La gran aventura de los Muppets, Una navidad con los Muppets, brillante adaptación de Un cuento de navidad de Charles Dickens con Michael Caine como el malvado Scrooge, y las más recientes, ya bajo el sello de Disney, Los Muppets y Los Muppets 2. También hubo series animadas y un intento fallido de sitcom. La lista sigue con Muppets ahora, un ciclo que vuelve a celebrar a las estrellas más perdurables de Hollywood.