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El cierre del Festival del Cine Venezolano se realizó en el Teatro Glorias Patrias de Mérida

Pocos minutos tiene de haber empezado el filme Mónica entre el cielo y la tierra de Giovanni Gómez Ysea y la pantalla de repente se queda en blanco. Los espectadores se preguntan qué pasa y le señalan a los técnicos que no se ve nada. «Buenas tardes, hubo un bajón eléctrico. En seis o siete minutos volvemos a reproducir», dice uno de los encargados de las proyecciones en el Multicine Las Tapias, espacio dispuesto, junto al Teatro César Rengifo, para exhibir las películas de la edición 19 del Festival del Cine Venezolano, realizado en Mérida del 9 al 13 de julio.

Rápidamente los encargados logran que la película se reproduzca. Pero casi al final la luz se va de nuevo. Un grupo de espectadores se queda esperando en la sala para ver cómo concluye el largometraje que cuenta, con un guion que le resta ritmo y transiciones sin contexto que estropean el sentido de la narración, cómo Gómez Ysea y Mónica Spear se conocieron para realizar un cortometraje antes de la trágica muerte de la actriz, en febrero de 2014.

Es el primer día de proyecciones del festival de cine más importante del país, que despierta emoción sobre todo entre estudiantes de distintas casas de estudio, como la Universidad de Los Andes o la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Conforman la gran mayoría de personas que se ve en las largas colas para adquirir boletos en el cine del centro comercial Las Tapias que, pasadas las 2:00 pm, apenas tiene ofertas gastronómicas que ofrecer, entre ellas una pizzería en la planta baja que patrocina al certamen.

El Festival del Cine Venezolano despierta el entusiasmo de cinéfilos, sobre todo de estudiantes de Mérida y otras ciudades que se trasladan en grupos a la capital andina para ver las películas y asistir a los talleres
En el centro comercial Las Tapias hay pocas ofertas gastronómicas para los asistentes del Festival del Cine Venezolano

«Me encanta que se siga haciendo el festival. Creo que nos incentiva como estudiantes y al cine venezolano a seguir trabajando, también a seguir haciendo cosas buenas por el país. Nos inspira a seguir haciendo arte», expresó Maury Torrealba, de 23 años de edad y estudiante de Unearte Portuguesa.

Torrealba, quien para el momento de esta entrevista había visto bloques de cortometrajes y los largometrajes Simón y El Salto de Los Ángeles, contó que llegó a Mérida junto a sus compañeros en un autobús que les costó conseguir. Gabriela Vielma, su compañera de Unearte Portuguesa, explicó que tenían la intención de encontrarse todos en Barinas, donde reside, pero pasaron por una travesía en la que se les accidentó el vehículo. «Entonces llegué yo primero y les guardé las credenciales».

«Han traído muy buenas obras este año. Se ve que está renaciendo el cine, cada vez se presentan más proyectos en comparación con exhibiciones anteriores», dijo Vielma sobre el certamen al que, consideró, le hacen falta más talleres de cine y que se extienda unos días para ver más películas.

Lejos de ofrecer alternativas o explicaciones por los bajones de luz en algunas proyecciones, el presidente del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), Carlos Azpúrua, atribuyó la situación de los servicios públicos a las sanciones económicas de Estados Unidos y criticó a El Nacional por preguntar al respecto.

También denostó de este periódico por la reseña publicada sobre la inauguración del festival, en la que se mencionó que, aunque fue atractiva la disposición de subir a los asistentes a la estación La Montaña del Teleférico Mukumbarí, la desorganización del acto fue notable. No estaba claro a quién le tocaba hablar primero, no había iluminación para ver a los músicos —la cantante Desraizada y un ensamble de la Orquesta Sinfónica de Mérida— que se presentaron y tampoco se sabía, desde un inicio, en qué parte de los espacios sería la presentación. Destacó, no obstante, un mapping que se proyectó con piezas de Carlos Cruz-Diez, Oswaldo Vigas y Jesús Soto.

El año pasado la inauguración se llevó a cabo en la estación Barinitas, donde hubo buena iluminación, una excelente presentación de la Orquesta Sinfónica de Mérida, que interpretó fragmentos de bandas sonoras de películas venezolanas, y cientos de personas disfrutaron de proyecciones de fragmentos de cine en una pantalla.

Siendo uno de los principales organizadores del festival, Azpúrua recibió el Premio de la Prensa al Mejor Documental por La batalla de los puentes. En la edición anterior obtuvo el galardón a Mejor Guion por Sabino vive.

Carlos Azpúrua ganó el Premio de la Prensa a Mejor Documental

Respecto a la aparición de su película en competencia, el director afirmó a El Nacional, culminada la inauguración, que él es esencialmente cineasta y nadie le va a quitar su derecho como realizador. «Mi condición de cineasta no la voy a negar. Me siento profundamente orgulloso de la importancia que tiene el registro histórico a través del cine documental».

«Ese registro de La batalla de los puentes, que expresa la situación histórica donde hemos podido caer en una guerra civil, refleja el asedio tremendo y profundo de un imperialismo que ha tratado de rasgar nuestra identidad como pueblo. Me siento orgulloso de lo que hice», agregó.

Asimismo, subrayó que en su gestión ha buscado garantizar que el jurado de cada una de las categorías sea equilibrado, democrático y objetivo con las decisiones. «Y lo acato. Pero yo como presidente del CNAC no me voy a quitar el derecho que tengo como cineasta porque me negaría a mí mismo la razón de ser de mi existencia».

Durante el festival, también estuvo presente la declaración como Patrimonio Cultural del estado Mérida del Festival del Cine Venezolano, tema sobre el que, en una entrevista con El Nacional en junio, la directora del evento, Karina Gómez Franco, señaló que siempre es peligroso que el Estado se apropie de un encuentro que tiene una trayectoria tan importante.

«Las gobernaciones pasan, este tipo de eventos no siempre. Hay que protegerse, blindarse. Yo llevo 19 años en esto y he trabajado con la mano derecha y la izquierda. He trabajado con la gobernación, ministerios, El Nacional, Cinex, con empresa privada y el Estado. Es un problema de equilibrar», afirmó.

«Y tratar de mantener la integridad de lo que se ha hecho hasta hoy día. De alguna forma la dirección del festival no acepta intervenciones directas. Y una cosa importante para el festival es el secretismo del jurado. Lo defiendo como una leona. No dejo que nadie les hable ni les dé datos de lo que ocurre con los jurados. Sea Estado o no», agregó la gerente cultural.

En Mérida, Azpúrua indicó que luego de la declaración del festival como Patrimonio Cultural del estado andino ahora deben ponerse de acuerdo con sectores que «son muy soberbios y no quieren entender esa característica que está legislada por el estado Mérida».

«Hemos hecho concesión. Ahora, desde el punto de vista personal mío, tenemos que llegar a un arreglo: que entiendan que no es el Festival de Cine Nacional, sino el Festival de Cine Nacional de Mérida como Patrimonio Cultural. Si quieren hacer el Festival de Cine Nacional, que lo hagan donde quieran. Pero si lo quieren hacer en Mérida, tienen que respetar el concepto de que es Patrimonio Cultural de Mérida», subrayó.

El director señaló que vendrá una polémica pública sobre el tema que él abrirá y consideró que la dirección de cultura de la Gobernación de Mérida y sus instancias legislativas tienen que reclamar sus derechos sobre el festival. «Uno no quiere cercenar ni lesionar a nadie. Uno quiere respetar todas las iniciativas que han mantenido la tradición del festival. Pero esos sectores tienen que respetar el origen y respetar que este estado determine el Festival de Cine, porque fue construido y creado en la génesis de lo que es el Departamento de Cine de la ULA por el rector Perucho Rincón».

En medio de las controversias, la propaganda del gobierno y los bajones de luz, en la edición 19 del Festival del Cine Venezolano triunfó un cine crítico con Simón de Diego Vicentini a la cabeza. Ganadora, entre otras, en las categorías de Mejor Película y Mejor Director, la película cuenta la historia de un joven que se va a Miami huyendo de la persecución, la represión y la tortura.

Un grupo de estudiantes merideños recibió los premios para Simón de Diego Vicentini

Simón (Christian McGaffney), líder estudiantil que participó en las protestas de 2017, se debate entre pedir asilo en la ciudad estadounidense o volver el país, mientras el fantasma de lo que sufrió estando preso lo asedia y le provoca terribles ataques de pánico. La cinta, que tuvo como génesis un cortometraje del mismo nombre, pone sobre la mesa un tema que ha aparecido en medios y que ha sido denunciado por organismos internacionales y ONG, pero que prácticamente no se había visto, hasta ahora, en el cine: la tortura sistemática contra personas que participaron de una u otra manera en las protestas.

En una suerte de mensaje simbólico, los premios de la película fueron recogidos por estudiantes que tuvieron contacto con Vicentini, quien estuvo en Mérida para la proyección y participó en una rueda de prensa, mas no estuvo en la ceremonia de premiación.

«Esta es la historia de aquellos que fueron reprimidos, quebrados y silenciados. Es la historia de millones que se han ido del país y dejaron atrás su hogar. Por encima de todo, Simón es un abrazo. Todos los venezolanos llevamos una herida profunda, un dolor que no podemos olvidar. Lo que necesitamos es sanar, seguir adelante», expresó el joven cineasta en un mensaje leído por uno de los estudiantes que tomaron su lugar en el escenario.

Al principio de la ceremonia, el presidente del CNAC se refirió a rumores que aseguraban que Vicentini había salido del país por temor a ser perseguido: «Si hay algo que hemos respetado es la diversidad. Por una pluralidad de sectores se le dio la nacionalidad a esa película. El debate está planteado. Aquí nadie está persiguiendo a nadie. Quiero salirle al paso a las campañas maléficas. Aquí nadie ha atentado contra nada».

La cinta recibió la certificación como obra nacional con la salvedad de que podría estar violando la Ley Contra el Odio, aunque el equipo de la película está seguro de que no se está irrespetando la norma, según explicó el productor Jorge González. «Entendemos que esté allí porque hay una visión distinta, y eso está bien. Pero estamos tranquilos. Primero, es una película de ficción; segundo, es una película acerca de una situación que pasó en un momento y que ahora hay una realidad distinta en el país».

La segunda gran ganadora del festival fue La sombra del sol, dirigida por Miguel Ángel Ferrer, una película que tiene drama, comedia y es inclusiva, pues visibiliza a las personas sordas y LGBTIQ+ en un contexto de superación personal. Ambientada en un peligroso sector de Acarigua, estado Portuguesa, cuenta la historia de Leo (Carlos Manuel González), un cantante talentoso que, padeciendo una situación precaria, es empujado por su hermano sordo, Álex (Anyelo López), a participar en un concurso de canto para ganarse 5.000 dólares y salir de la crisis en la que se encuentra.

Miguel Ángel Ferrer junto al equipo de La sombra del sol

Tal proyecto de hermanos, más que la búsqueda de dinero, se convierte en un viaje de redención, búsqueda de identidad y unión familiar.

Entre Simón y La sombra del sol se repartieron la mayoría de los premios principales para largometrajes de ficción; la primera, además de Mejor Película y Mejor Director, ganó en las categorías de Mejor Actor de Reparto para Franklin Virgüez, Mejor Fotografía, Mejor Edición y Mejor Guion. Mientras que la segunda se llevó los galardones a Mejor Ópera Prima, Mejor Película de Ficción otorgado por la prensa, Mejor Actor de Reparto para Anyelo López —empatado con Virgüez—, Mejor Diseño Sonoro y Mejor Actor para Carlos Manuel González.

Con una finalidad didáctica y compleja por el largo período que cubre —25 años, de 1992 a 2017—, Hijos de la revolución de Carlos Caridad Montero ganó en las categorías de Mejor Actriz para Naomi de Oliviera y Mejor Actriz de Reparto para Jeska Lee Ruíz.

En un entramado que pasa por el intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, el golpe de 2002, la huelga petrolera, el despido público de trabajadores de Pdvsa, la escasez de alimentos, las protestas, entre otros, la película narra la historia de dos jóvenes, Laura (De Oliviera) y Tomás (Mauricio Celimen), cuyas vidas están marcadas por haber nacido el día en que Hugo Chávez apareció a la luz pública para pronunciar su parteaguas: «Por ahora».

La película fue una propuesta que le hizo a Montero el politólogo Amaury Mogollón, quien, esencialmente educador, quería un filme en el que se narrara qué había pasado en Venezuela debido a que durante sus viajes mucha gente le ha preguntado al respecto.

Hijos de la revolución, sin afectar el ritmo de la historia, es rigurosa con los principales hitos que marcaron al país, que en la cinta determinan el destino de sus protagonistas, dos personas inocentes cuya apasionada relación sentimental se ve obstaculizada por las circunstancias en que viven. El filme también da cuenta de cómo en ese período histórico mucha gente cambió de posición política o tuvo que cambiar de trabajo por razones que no podían controlar.

«La verdad es que cuando te pones a ver la historia pequeña ves que la gente cambia. La gente cambia de posición más de lo que uno piensa, y más fácil de lo que uno piensa. Cuando comencé a reescribir el guion enseguida recordé una frase de Tolstói que leí citada por Kundera, la cual dice: ‘¿Cuánto tiempo un hombre es idéntico a sí mismo?», expresó el director de la película.

Otro filme crítico, Niños de Las Brisas, ganó, empatado con La Plaza de Andrés Agustí, en la categoría de Mejor Documental. Dirigido por Marianela Maldonado, la película abarca un período de 10 años, de 2009 a 2019, en el que cuenta la historia de tres jóvenes pertenecientes al sistema de orquestas que buscan la manera de convertirse en grandes músicos mientras superan las adversidades en un país lleno de dificultades económicas y sociales.

Niños de Las Brisas se estrenó en el Teatro César Rengifo de Mérida

Dissandra, de 12 años; Edixon, de 15, y Wuilly, de 17, tienen en común tanto la pasión por la música como el lugar donde viven, el peligroso sector Las Brisas de Valencia, estado Carabobo. Rodeados de una realidad violenta y repleta de pobreza, la oportunidad que tienen a la mano para alcanzar una vida mejor es la música.

Las historias de los protagonistas de Niños de Las Brisas, aunque muy diferentes, son un reflejo de una generación que creció en un país que les puso como opción migrar y reinventarse o quedarse y desentenderse, o no, de la política, con las consecuencias que ello implica, como padecer el colapso de los servicios públicos, la pobreza, la inseguridad o la desigualdad, así como carecer de espacios para expresarse libremente sin miedo a ser censurados.

Récord Guiness

Una de las novedades en el contexto del Festival del Cine Venezolano es la búsqueda del Récord Guiness de la proyección en la mayor altitud de la historia. Iniciativa de la Gobernación de Mérida y el CNAC, el proyecto consiste en exhibir una película en la estación Pico Espejo, la última del Teleférico Mukumbarí.

El mismo día del cierre del festival, en la estación Pico Espejo, a 4.765 metros sobre el nivel del mar, se proyectó frente a unas 85 personas El vendedor de orquídeas, documental sobre Oswaldo Vigas dirigido por su hijo, el cineasta Lorenzo Vigas.

Esta es una de las fases que se deben cumplir para lograr el hito según los parámetros de Guinness World Records, explicó Édgar Márquez, productor delegado por el CNAC en el festival y quien está a cargo de la vocería sobre el Récord Guiness.

El vendedor de orquídeas de Lorenzo Vigas se proyectó en la estación Pico Espejo del Teleférico Mukumbarí

«Estamos generando todos los elementos de comprobación técnica que nos exige el Récord Guiness. Ellos establecen unas condiciones que deben ser satisfechas de manera absoluta para poder optar efectivamente a la certificación», dijo el productor.

Luego debe realizarse la verificación de un adjudicador que les permitirá tener la garantía de generar el proceso de manera adecuada: «Esto es un hito porque nosotros históricamente ni Mérida ni Venezuela ni nadie, había tenido la posibilidad de hacer una proyección a esta altura».

Otras condiciones son que la pantalla tenga las medidas mínimas de una sala comercial, así como una iluminación y sonido adecuados. La pantalla utilizada para esta fase fue de 5 X 4 metros y la que se usa habitualmente en salas comerciales, en promedio, es de 7,5 X 3. Sin embargo, en Venezuela hay salas que tienen las dimensiones empleadas en el evento del Festival del Cine Venezolano, indicó la directora ejecutiva de Amazonia Films, Ivenny Marcano, quien explicó el proyecto junto a Márquez.

Si el proceso se lleva a cabo de manera adecuada, lo que incluye la proyección con todos los parámetros exigidos por el Guiness, la certificación, posiblemente, será una realidad para el año que viene. Quienes están a cargo de la idea esperan que la exhibición con las exigencias de la organización sea en octubre, durante el aniversario de Mérida, y la certificación en enero, mes en que se celebra el Día Nacional del Cine.

El proyecto de Récord Guiness es una idea promocionada por la Gobernación de Mérida y el CNAC

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