Detrás de los telones de negro terciopelo de la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño (TTC), allí donde no llega la luz de los reflectores, más de 30 personas trabajan para hacer realidad la magia de El Cascanueces. Cuando se abre el telón para contar la historia protagonizada por Clara, el clásico navideño más esperado por los caraqueños, el público ve en escena el resultado del trabajo realizado durante horas por un equipo multidisciplinario conformado por utileros, maquilladores, vestuaristas y profesoras de ballet.
Más allá de la escenografía imponente, detrás del gran árbol de navidad o el carruaje que traslada al cascanueces por diferentes reinos, el ritmo en los camerinos es acelerado y vibrante. Cada bailarín sabe lo que tiene que hacer y el equipo que lo apoya también. Corren, suben o bajan escaleras, se ponen las zapatillas, buscan sus tocados y se retocan el maquillaje. Siempre se debe llegar desde muy temprano al teatro los días que hay función de la pieza en dos actos con música compuesta por el ruso Piotr Ilitch Tchaïkovsky. Los bailarines son citados a las 9:30 am para una clase y un ensayo previos. Tras un break para almorzar, comienzan a prepararse con dos horas mínimo de antelación.
Uno de los departamentos que más trabajo tiene antes de la función de El Cascanueces es el de realización. Allí Marco Marchán, de 55 años de edad, tiene todo listo para la caracterización del abuelo de Clara. En su departamento, al que llegó luego de ser bailarín por varios años, también trabajan otras 7 personas que se encargan de maquillaje y peinado: muchos personajes utilizan tocados con los que los bailarines necesitan ayuda.
“Yo me encargo del abuelo y de la Mamá Jengibre del reino de los caramelos. En otra área están los compañeros que se encargan de maquillar a los bailarines principales de los otros reinos”, explica Marchán. Cada miembro del equipo tiene asignado dos personajes principales al que maquillarán antes de retocar a los bailarines del cuerpo. “Siempre pido que los bailarines lleguen antes porque me toca maquillar al abuelo y hacer esa caracterización para que se vea real toma muchas capas. Uso una cara de látex, cabello, cejas y pestañas que debo ir colocando, no es solo aplicar maquillaje”.
En el camerino tiene todo lo necesario para lograr un abuelo cariñoso y dulce. Algunas bailarinas entran para retocarse mientras él se prepara. En el equipo también está Silvia Meza, de 47 años, quien se encarga de colocar los tocados, sobre todo se encarga de peinar a Clara. Junto a ella hay tres sillas donde los miembros de realización trabajan. Cuando faltan pocos minutos para la función, todos suben para finiquitar los últimos detalles y, sobre todo, para estar listos antes de los cambios de personaje que tendrán los bailarines durante la obra.
Este año El Cascanueces tendrá funciones hasta el 22 de diciembre, con doble función los sábados y domingos a las 11:00 am y a las 5:00 pm. Del miércoles a viernes las funciones serán a las 6:30 pm. Las entradas van desde los 5 dólares las más económicas en balcón lateral hasta los 50 dólares las más costosas en el patio central bajo.
El Cascanueces: los soldaditos, ángeles y ratones
El primer acto de El Cascanueces, con coreografías del maestro Vicente Nebrada, es uno de los que más trabajo conlleva detrás de escena. Justo al frente de los camerinos de realización, las escuelas de ballet invitadas se preparan para la función. La profesora de danza Zuleima Bentacourt, de la escuela Jean Piaget se encarga de ordenar a los 12 soldaditos y 6 jinetes que saldrán durante la batalla. De una bolsa negra saca las zapatillas identificadas y las va entregando. Sus alumnas, mientras tanto, hacen puntas, calientan o conversan entre ellas entre nerviosas y emocionadas.
Ponerse las zapatillas no es un trabajo fácil para las bailarinas. “A veces me aprietan mucho para evitar que se me salgan al bailar”, señala una de las bailarinas mientras Bentacourt comienza a pasar con un hilo y una aguja, una por una, para ajustárselas. Solo así se evitan accidentes. Al finalizar, las alumnas hacen fila para ir a su puesto de espera antes de su entrada: las escaleras detrás del escenario.
“Ellas tienen orden de esperar detrás de escena antes de salir. Solo estoy yo ayudándolas, cosiendo, buscando los hilos si hace falta y guiándolas. Ya están acostumbradas a llegar una hora antes para prepararse. Las formo, les entrego sus vestuarios, ellas se van arreglando y yo me encargo de los detalles. Esta es nuestra primera vez con estas bailarinas haciendo de soldados, aunque ya tenemos algunas alumnas que estuvieron en años anteriores”, comenta la maestra.
El camerino lo comparten con las bailarinas del Grand Ballet Caracas encargadas de interpretar a los angelitos -las más grandes- y a los ratoncitos -las más pequeñas-. 12 alumnas se terminan de retocar el maquillaje mientras su profesora Adriana Estrada les va entregando sus armadores, alas y tocados. Cuando ya están listas, salen en formación y caminan en personaje hacia el escenario. A los ratoncitos les toma más tiempo: son alumnas más pequeñas que se dispersan y juegan entre ellas.
A las niñas se les debe colocar, primero, la barriga de los ratoncitos, una malla blanca abultada, luego el traje gris y, por último, el tocado con el rostro del ratón. Toma tiempo que estén listas pero, cuando finalmente ya están los 12 ratoncitos, salen de dos en dos del camerino para sentarse a esperar en las escaleras. “Ellas ya saben cuál es el orden en el que deben entrar y cuál es el bailarín ratón con el que bailarán. Tenemos que esperar más de 20 minutos para su entrada, pero siempre es mejor estar listas antes”, señala Estrada, quien les hace ejercicios de respiración para bajar los niveles de ansiedad. Todas están muy emocionadas por bailar en El Cascanueces.
Hora de la función
La hora de la función de El Cascanueces está cada vez más cerca y el ritmo detrás de escena aumenta: hay más bailarines subiendo o bajando escaleras, buscando sus vestuarios y retocándose. El equipo de realización le va colocando los tocados uno a uno para la escena de la fiesta de navidad. “La música es la que te indica cuánto tiempo tienes o no para dejar listos a los bailarines. Todo ocurre muy rápido, no hay tiempo de mirar el reloj, así que nos guiamos por la música”, señala Marchán, quien acude a las patas del escenario para recibir los tocados una vez termine la escena de la fiesta. Junto a él 8 utileros se preparan para recibir los regalos de navidad.
Los del departamento de vestuario, un equipo conformado por 8 personas, permanecen cerca de los baños detrás del escenario. Allí, con sus tijeras guindadas del cuello, hilo y aguja en los bolsillos, ayudan a quien lo necesite. Algunos bailarines, a veces, deben salir corriendo al depósito si el vestuario sufre un daño que no pueda repararse rápidamente. En ese departamento los reciben un equipo conformado por 4 personas que los ayuda a conseguir una prenda lo más parecida posible. “Wilkeman, ¿Tienes un pantalón? A este se le rompió la cremallera”, comenta, con apuro, uno de los bailarines al llegar al depósito. Wilkeman Sánchez, de 26 años, pregunta la talla y resuelve el problema. En depósito el ritmo es menor durante las funciones, pero no siempre es así.
“Quien te diga que estar en El Cascanueces es fácil y relajado te está mintiendo”, comenta Sánchez. Él, junto con su compañero Junior Silva, de 35 años de edad, vivieron un día de mucho ajetreo porque los bailarines no sabían que ensayarían con vestuario. “Vinieron corriendo a buscar sus armadores, por eso está todo tan desordenado”, comenta Silva. Algunos bailarines ni siquiera saben qué personaje interpretarán hasta que llegan al teatro el día de la función. Muchos están preparados para bailar varios roles y solo saben cuál les toca el mismo día.
Hay partes de la preparación para el espectáculo que deben hacer completamente solos los bailarines. En los camerinos del cuerpo de baile masculino y femenino los intérpretes se maquillan, visten y preparan sin ayuda. Las bailarinas, mientras suena música pop de fondo, se sientan a pintar sus zapatillas con pintura al frío para que no se vean sucias en escena. Otras se retocan y maquillan. En el piso superior las intérpretes principales del reino de las nieves y el reino de los caramelos también se maquillan por su cuenta: adelantan lo más que puedan para que en realización solo tengan que retocarlas. Todas comienzan a prepararse con una hora de antelación, algunas más tranquilas porque tienen el primer acto para estar listas.
Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Venezuela, que este año estará dirigida por Elisa Vegas, Daniel Gil y Alfonso López, también llegan una hora y media antes para prepararse. Esperan en los camerinos del TTC donde sacan sus instrumentos y afinan hasta que los trasladen al foso para la función. Una vez sale el director de la orquesta, el telón sube, los bailarines sonríen desde las patas y salen al escenario para hacer posible la magia de un espectáculos que durante 28 años ha conquistado al público venezolano: El Cascanueces.