En la sección Giardini, que concentra los 30 pabellones más antiguos de La biennale, el edificio concebido por Carlo Scarpa está vacío. La bandera de Venezuela, con un tricolor desteñido, ondea sobre un edificio cerrado, mientras que sus vecinos decidieron proponer y dialogar sobre el futuro arquitectónico. Ya en 2019, cuando se realizó la 58° Bienal de Arte, los carteles de “en mantenimiento” y las goteras formaban parte de la participación nacional. Pero en la 17° Bienal de Arquitectura, que se inauguró el 22 de mayo, luego de haberse pospuesto un año por la pandemia de covid-19, no se contó con una participación oficial del país. Alejandro López, director del Museo de Arquitectura, dijo en 2020: “Venezuela sí estará presente en la Bienal, aunque sea por señales de humo”. La propuesta consistía en el “proceso de recuperación” de La Guaira luego del deslave de 1999. Pero nada de eso llegó.
En la otra sección, en el Arsenale –una antigua base naval que fue acondicionada para ser usada por La biennale para sus exposiciones– hay un proyecto que lleva la firma venezolana. Los planos de una cuarta parte del barrio La Palomera se suspenden desde el techo en medio de un salón en el Corderie. Es una maqueta que visualiza 1,75 hectáreas de 8 metros de largo por 4,5 metros de ancho con las caminerías, plazas y jardines de la zona ubicada en Baruta, Caracas. Paralelamente hay grandes isometrías [representaciones visuales] de 18 jardines de la localidad. La muestra también incluye el Diccionario Etnobotánico de Plantas en español, inglés e italiano que contiene las 260 especies que crecen en el barrio, cómo cultivarlas y sus usos.
Todos estos elementos conforman La ciudad completa: La Palomera, reconocimiento y celebración, una exhibición de Enlace Arquitectura, encabezada por su directora Elisa Silva. Mostrarán y celebrarán al barrio hasta el 21 de noviembre cuando termine la Bienal de Arquitectura, que este año fue curada por el decano de la Facultad de Arquitectura del MIT, Hashim Sarkis, quien también fue profesor de Silva cuando realizó sus estudios de posgrado en Harvard. Por invitación de Sarkis y del equipo curatorial de uno de los eventos más importantes en el área, esta oficina de arquitectura presentó su propuesta en 2019.
“Además del honor y el prestigio de llevar un trabajo que llevamos haciendo, un crecimiento de años, de pensamiento, que refleja el trabajo de muchos, no solo de esta oficina. El reconocimiento que representa la Bienal es fantástico. La pieza, por más minimalista que sea, tuvo receptividad. Genuinamente, recibió aplausos y elogios de gente que admiro, del curador mismo. Ojalá pueda representar una oportunidad aquí en Venezuela de darle visibilidad a esta aproximación, de la integración de nuestra ciudad”, señala Silva.
Lo que se exhibe en la Bienal es uno de los resultados finales de una iniciativa cultural y educativa, Integración en Proceso Caracas, que llevó a cabo desde 2018 hasta 2020, junto con Ciudad Laboratorio, Laboratorio de Ciudadano de No Violencia Activa (LABO), Hacienda La Trinidad y Fundación Bigott, así como con educadores, periodistas, artistas y miembros de la comunidad. Se realizaron actividades para y desde La Palomera, pero que también llamaron la atención e invitaron a personas que no viven en el barrio. El estudio de danza Ensayo Colectivo enseñó tambores de San Millán a jóvenes para la celebración de la Cruz de Mayo; el grupo de artistas Cuadernillos de Cordel realizó un taller de xilografía con estudiantes de un liceo local para grabar sobre madera parte de La Palomera; también participó el grupo de danza Tradición 360 y el paisajista Gabriel Nass, junto con Ámbar Armas, se dedicó a levantar información sobre los jardines de los vecinos y la vegetación, lo que dio lugar al Diccionario Etnobotánico.
Integración en Proceso Caracas quería, entonces, incentivar otras formas de pensar la ciudad, una en la que los barrios formaran parte de esta. También incidir en la narrativa que se tiene de estas zonas. Enlace Arquitectura, como oficina de arquitectura, además realizó, luego de decisiones conjuntas con los vecinos, una intervención en la entrada del barrio en la que el contenedor de basura que solía dar la bienvenida a la localidad fue removido. Con Fospuca encontraron otra forma de realizar la recolección de residuos. Donde antes estaba el contenedor ahora hay jardineras con plantas, algunas donadas por los vecinos. También adecuarán una casa que se convertirá en un Centro Permanente de Arte y Cultura, a pedido de la comunidad.
En febrero de 2020 mostraron los aprendizajes y reflexiones de la iniciativa en la Hacienda La Trinidad en una muestra llamada La ciudad completa.
Pero para llegar a este punto donde se reconoce la fragmentación de la ciudad y se apuesta por la integración, el equipo de Enlace Arquitectura y su directora Elisa Silva realizaron en 2018 un trabajo de investigación previo y de comprensión sobre los barrios de la ciudad.
Comprender al barrio
Hija de madre americana y padre venezolano, Silva se crio entre Estados Unidos y Venezuela. Pero fue en un curso que realizó mientras estudiaba donde logró mayor conciencia de los barrios como fenómeno. “Alejandro Aravena dictó un curso en el que se buscaba lo elemental de la arquitectura, el grano, donde está la esencia, el diseño, y la premisa para llegar a eso era una situación de emergencia. La respuesta tendría que ser lo más esencial. Cada alumno en ese taller escogía su emergencia. Fue en el año 2000, acababa de pasar el deslave de Vargas. Aunque no me crie aquí, siempre he estado vinculada al país, amo Venezuela, venía los veranos que podía. Así que escogí el deslave como situación de emergencia”, explica la arquitecta de 46 años de edad.
“Cuando te pones a ver la gravedad de la situación, había muchos barrios que fueron afectados por las quebradas durante el deslave. Ahí empecé a tener mayor conciencia de este fenómeno urbano, de esta situación. No es que no veía los barrios, era una parte de la ciudad totalmente desconocida para mí”, agrega.
Esa fue “la chispa”. Antes de crear su oficina en Caracas en 2007, trabajó en Madrid, Nueva York y Roma, pero siempre los barrios estuvieron presentes. Sus primeros acercamientos fueron al barrio La Morán, de El Paraíso, en 2003. Pero la mayoría de su cuerpo de conocimiento sobre estos asentamientos se forjó en 2011 con la Wheelwright Fellowship de la Universidad de Harvard, que le permitió conocer proyectos que se realizaron en barrios de seis ciudades de Latinoamérica y que concluyó con el libro Puro Espacio: transformaciones de espacio público en barrios de Latinoamérica (2020).
También con proyecto CABA – Cartografía de los Barrios de Caracas 1966-2014, que contiene textos y data que registran la evolución de estos asentamientos en la capital. Durante este estudio, se dio cuenta que en los mapas de la década de los 80 los barrios no fueron detallados. “En los mapas de la década de los 60 dibujaron casa por casa de cada barrio, lo que prueba la antigüedad que tienen en la ciudad. Pero en los mapas de los años 80 borraron los barrios. Los dibujaron como una sola polilínea sin nada de detalle por dentro. El resto si está detallado con sus calles, sus urbanizaciones, pero esa parte no. Hubo una suerte de negación como fenómeno, que acompaña las políticas de erradicar barrios hasta cierto tiempo”, explica.
Pero no son poca cosa en la capital. “En territorio, los barrios son la cuarta parte de Caracas, 24,54%, y la mitad de los habitantes vive allí. Es más denso un barrio que la ciudad. No se trata de hacer cosas bonitas en barrios. El punto es que la misma ciudad se conciba como una totalidad y generar un cuestionamiento más profundo sobre por qué esta insistencia en la discriminación hacia el barrio, de la gente que es de allí, por qué la insistencia en excluirlo, por qué se dice ‘el barrio y la ciudad’ como si fuesen dos cosas distintas. No. El barrio es parte de la ciudad”, indica.
El barrio y el arquitecto
Su manera de aproximarse al barrio comenzó a cambiar en 2004. Se postuló a un concurso en el que se realizaba una vivienda hipotética en una parcela cuadrada. Pensó en las visitas previas al barrio La Morán un año anterior y las aplicó a la convocatoria. “Incluso obtuvimos una Mención. Las respuestas eran unas viviendas muy formales, poco adecuadas al contexto de La Morán. En vez de motivarme, me dio a pensar que por ahí no era el camino”, cuenta Silva.
En 2007 abrió formalmente la oficina Enlace Arquitectura en Caracas. Uno de sus primeros proyectos fue el pavimento para la rehabilitación del boulevard de Sabana Grande, premiado en la VIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo. Pronto, inició un Taller de Diseño en la Universidad Simón Bolívar dedicado a observar y trabajar en La Morán. El interés en trabajar con las comunidades y en los barrios estuvo desde el primer día que pisó Venezuela. “Me quedó una curiosidad muy grande de entender cuál es el rol del arquitecto en todo en un espacio urbano tan importante, no solo en Caracas, sino en Latinoamérica. En la universidad había tenido algunos acercamientos, no del todo satisfactorios. Una de las grandes motivaciones para venir fue la oportunidad de investigar qué tiene la Arquitectura, un campo disciplinario vinculado al espacio y el medio ambiente, qué aportes pudiese tener para una parte construida de la ciudad que es tan amplia, tan significativa”.
Si bien Enlace Arquitectura ha realizado propuestas y ejecutado algunas intervenciones de espacio público en barrios como La Morán y La Palomera, su objetivo es ser uno de los promotores de la integración entre estas zonas, considerada por algunos como “asentamientos informales”, y la ciudad. “Hay muchas cosas que desaprender. Te inculcan una serie de ideas de ser un experto, que sabe de alguna manera lo que hay que hacer y yo creo que eso genera más daño. El barrio es otro tipo de construcción urbana y tiene muchas emociones asociadas a ellas, porque la misma gente lo construyó; son familias que están allí desde hace muchas generaciones. Es un contexto que tiene demasiadas capas y que debes ir entendiendo antes de formular cualquier tipo de idea. Y la norma, entre arquitectos que se han aproximado a los barrios, no ha sido de tanta deferencia hacia el barrio”, señala.
Añade: “Reflexionar sobre la ciudad y el medio ambiente lo hacen muchos profesionales. Todos viven y se desarrollan dentro de un contexto urbano. Pero esta profesión está llamada a una comprensión mucho más extensa sobre qué significa el medio construido, built environment como le dicen en inglés, aunque pensar y actuar sobre esta no puede solo ser un acto singular de uno o un grupo de arquitectos. La ciudad la padece todo el mundo. Es importante llegar a plataformas compartidas para pensar y actuar desde el consenso y la participación. Es una forma de abrir la discusión y de comprender premisas básicas como que hay mucho conocimiento sobre plantas o que conservan danzas. Al final, el barrio ha sido un repositorio de la cultura. Reconocer esos aspectos te permite ver el barrio como algo vívido, parte de la ciudad y no como un territorio lleno de problemas y carencias que es como lo ve la mayoría de la gente. Si lo miras así, no existirá la posibilidad de abrir un diálogo entre pares para cualquier tipo de proceso de integración”.
¿Cómo viviremos juntos?
El curador Hashim Sarkis hizo una pregunta abierta que se convirtió en el tema de la 17° Bienal de Arquitectura: How will we live together? No solo hace referencia a los seres humanos, sino que pretende abarcar todas las formas de vida del planeta. “Hacemos esta pregunta a los arquitectos porque creemos que tienen la capacidad de presentar respuestas más inspiradoras que las que la política ha ofrecido hasta ahora en gran parte del mundo. Preguntamos a los arquitectos porque nosotros, como arquitectos, estamos preocupados por dar forma a los espacios en los que conviven las personas y porque frecuentemente imaginamos estos entornos”, explica Sarkis en el texto curatorial de la exhibición.
La respuesta de Enlace Arquitectura se resume en una palabra: integración.
“Por vivir juntos, en el contexto de Caracas, una ciudad fragmentada, entendemos el potencial de integrar fragmentos urbanos, de completar la ciudad y celebrarla como una totalidad compleja y diversa. La convivencia implica deshacer primero muchos prejuicios y conceptos basados en la exclusión y la diferencia. El más obvio es la idea de que el barrio es algo distinto a la ciudad. Sobran razones para argumentar lo contrario: la mitad de la población de Caracas vive en un barrio; en términos de territorio representa la cuarta parte de la extensión urbana; la mayoría de los barrios fueron fundados hace 80 años, y algunos son aún más antiguos. Pero una ciudad integrada no será el resultado de argumentos, sino del deseo y la imaginación. Conocer el barrio, recorrerlo, celebrar su riqueza cultural y el conocimiento de sus habitantes, es una forma de entender a Caracas como una aglomeración de espacios urbanos que no hacen más que registrar su historia, su complejidad y su diversidad”.
Culmina Elisa Silva: “El reconocimiento del barrio como parte de la ciudad es una premisa fundamental para llegar a estrategias concretas que avancen la integración urbana. La ciudad es un organismo vivo que requiere de la participación de todos sus habitantes. La construcción de espacios compartidos para pensar la ciudad y proyectar deseos sobre ella –un lugar para reconocer y celebrar su diversidad– en vez de imponer esquemas desde la autoridad, la experticia y el poder no solo es una necesidad imperiosa, sino una oportunidad para producir una ciudad mucho más amable e incluyente. Podrá producir una mejor calidad de vida para sus ciudadanos, pero también podrá ser mucho más productiva y segura”.
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