ENTRETENIMIENTO

El autocine enciende su pantalla entre quejas y comparaciones

por Avatar Ariany Brizuela

Desde hace más de tres meses el sector cultural en Venezuela, y en el mundo, está paralizado. No hay conciertos, obras de teatro, exposiciones ni funciones de cine, debido a la pandemia del covid-19. Sin embargo, se han buscado alternativas para continuar con estas actividades, más allá de la experiencia que ofrecen Internet y las redes sociales, una de ellas, el autocine.

Durante el mes de mayo se conoció que el circuito Cinex tenía la intención de incursionar en el negocio de los autocines, una manera de ofrecer entretenimiento seguro, reconocieron directivos de la compañía en su momento.

Desde el viernes dos locaciones sirven de escenario a los autocines en Caracas: el Hotel Tamanaco Intercontinental y la Zona Rental de la Universidad Metropolitana. Se prevé que al interior Valencia, Maracay y Maracaibo también lleguen.

El primer autocine se instaló en Venezuela en 1949. Se construyó en la avenida La Colina de Los Chaguaramos. Fue, también, el primero de Suramérica. El lugar tenía su propia fuente de soda, Cristal Room, en la plata baja del edificio. Al finalizar la película, el local se convertía en un punto de encuentro donde los caraqueños podían disfrutar, sin mayores preocupaciones, de la vida nocturna de la ciudad.

La familia que actualmente preside la cadena Cines Unidos era dueña de aquel autocine. El lugar era sencillo: un estacionamiento y un edificio que servía de apoyo para fijar la pantalla. Tenía capacidad para 250 vehículos, ofrecía una rampa con mesas y sillas para 600 espectadores, y decía proyectar “la mejores películas de la industria”.

Autocine Los Chaguaramos

Foto Archivo

Al poco tiempo, otros dueños de grande terrenos vieron la oportunidad y se sumaron a la fiebre del autocine. Así surgieron Cineauto del Este, Autocine Andrés Bello, Cinecar de La California, Autoteatro Paraíso, Cinemóvil La Paz, Cinemóvil Tamanaco, Autocine Boleíta y Cinemóvil de El Cafetal. Mientras que, fuera de Caracas, estaban el Cineauto Maracay, el Cineauto Terepamia en Barquisimeto y en la urbanización El Trigal en Valencia.

El auge del cine en carro y al aire libre duró casi 50 años. Su caída comenzó a mediados de 1980 y, finalmente, tocó fondo en 1996. La creciente inseguridad de la época y las nuevas tecnologías hicieron que las proyecciones de películas se mudaran a otros espacios. Así, progresivamente, desaparecieron los autocines.

Ahora, después de 24 años, el concepto del autocine regresa a Venezuela. Pero su reaparición no surge por un deseo nostálgico que pretende revivir esa experiencia romántica de disfrutar de una película bajo las estrellas, sino que es una respuesta ante la imposibilidad de asistir a una sala de cine debido a la pandemia del coronavirus. Es una manera “más segura” de retomar, poco a poco, las actividades recreativas.

La propuesta de Cinex Auto ofrece dos funciones diarias, una a las 7:00 pm y otra a las 9:00 pm. Por ahora, solo tienen dos locaciones: el Hotel Tamanaco Intercontinental y la Zona Rental de la Universidad Metropolitana, que tienen un aforo de 44 y 120 puestos de estacionamiento, respectivamente. ¿El precio del boleto? $45 (Hotel Tamanaco Intercontinental) y $35 (Zona Rental Unimet) por vehículo, en el cual podrán asistir hasta cinco personas; es decir, serían $9 y $7 por persona, si se divide el precio entre los asistentes. La entrada puede pagarse también en bolívares e incluye un combo dúo especial (dos cotufas, dos refrescos y dos sorpresas de la caramelería).

El anuncio causó mucho ruido en redes sociales. Cinex se hizo tendencia porque los usuarios consideraron excesivo y fuera de lugar el precio del boleto en un país con una crisis económica, política y social como la que atraviesa Venezuela. “El precio que pretende cobrar Cinex por el autocine ha caído como un balde de agua fría”, escribió en Twitter Sergio Monsalve, crítico de cine. “Piensen en el espectador promedio y el contexto”, agregó.

En países de la región los precios varían para asistir a una función. Por ejemplo, en México una entrada en el Autocinema Coyote tiene un costo de $12,61, mientras que en Costa Rica, en el Tsunami Auto Cine cuesta $25, y en Uruguay, en el Autoshow, tiene un valor de $15. Por último, Chile tenía la tarifa más alta: entre $30 y $50; sin embargo, debido al número de contagios en el país decidieron suspender sus funciones.

En Estados Unidos el panorama no es muy distinto: el Paramount Drive-In Theatres, en California, establece una entrada general de $10 y el Tibbs Drive In Theatre, en Indiana, ofrece funciones a $11,50.

Sin embargo, estos precios no se pueden comparar con los de Venezuela, debido al deterioro de la economía en el país. “Es un sin sentido hacer una comparación de precios entre países, sobre todo en el caso de Venezuela, por la destrucción del tejido empresarial y el colapso de los servicios públicos. Entonces, no necesariamente los precios de aquí pueden ser equiparables a los de otras naciones, donde hay una fortaleza institucional y una macroeconomía sana. Aquí hay unas distorsiones muy profundas que impactan las decisiones de costos de las empresas”, explica Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica.

Las quejas y comparaciones continuaron. Algunos argumentaron que con los $45 que cobra Cinex por una entrada se puede pagar un mes de suscripción en plataformas de streaming como: Disney+ ($6,99), HBO Max ($14,99), Amazon Prime Video ($5,99) y Netflix ($13,99). Otros usuarios, simplemente, se tomaron el anuncio con buen sentido del humor e hicieron chistes al respecto.

Oliveros explica que las empresas deben tomar decisiones para fijar precios; sin embargo, estas no son sencillas por la hiperinflación y la volatilidad cambiaria que hay en el país. “Esto impacta muchísimo la capacidad de poder fijar un precio que les permita mantenerse a flote, cubrir sus costos, garantizar la permanencia del servicio en el tiempo o reponer inventario, si es necesario. Entonces, efectivamente, ajustar precios en Venezuela es complicado, tanto en bolívares como en dólares, porque es una economía dual en la que hay un profunda inflación (…) Son decisiones extremadamente complejas y, peor aún, no puede garantizar estabilidad en los precios”, afirma.

Luego de la polémica en redes sociales, el Ministerio Público tomó la palabra. El fiscal designado por la ANC, Tarek William Saab, anunció el martes que se abrió un expediente a Cinex por “presuntas irregularidades en cobros de servicios para la prestación de servicios de autocine”. Tras la noticia, hubo quienes se alegraron y aplaudieron la medida. Otros, sin embargo, se mostraron de acuerdo con dejar disfrutar la experiencia aquellos que tienen posibilidad de pagar el valor de la entrada.

El economista considera que el hecho de que el Ministerio Público se involucre es una mala señal, porque socava la expectativa que tenga el sector privado para invertir y, a su vez, genera miedo. “Al final, este no es un servicio prioritario y hubiese sido más fácil que se resolviera bajo condiciones de oferta y demanda ¿Qué es lo que quiero decir? Si el precio era demasiado alto, la gente no iba a asistir y la empresa tendría que hacer los ajustes necesarios para garantizar que fueran. Eso es mucho mejor a que entrara la fiscalía en el juego y politizar o dar un cariz policial a este tema que no beneficia en nada y que hace que las empresas se inhiban”, asegura.

De acuerdo con estudios realizados por Ecoanalítica, se estima que entre 45 y 50% de la población venezolana tiene acceso dólares. Sin embargo, esto no significa que estas personas tengan alto nivel de consumo. “Del total hay un 15 o 20% que tiene un poder adquisitivo elevado y que, de cierta manera, puede mantener ciertos niveles de consumo y que tiene un flujo constante de divisas (…) Son las personas que van a conciertos o restaurantes. El resto de la población, aunque accede a dólares, es en pocas cantidades y deben decidir en qué lo gastan, generalmente en alimentos y salud”, explica Oliveros, a la vez que agrega que el servicio de Cinex Auto está pensado, principalmente, para ese reducido porcentaje de los ciudadanos.

Sobre la distorsión de precios en dólares en Venezuela, Oliveros afirma que este sistema en el país está destruido. Sin embargo, asegura que el problema no se resolverá regulando los mismos o persiguiendo a las empresas. “La solución pasa por medidas muy profundas que tienen que ver con resolver el problema macro y dar estímulo a las empresas para que produzcan, para que inviertan, para que crezca la competencia y para que entre inversión extranjera y se fomente la inversión local. Y eso, de alguna forma, con otro conjunto de políticas puede redundar en mejores condiciones y en que mejores los sueldos y salarios. Por decreto y controles no van a mejorar”, explica.

En el mismo sentido, el economista asegura que pretender que la distorsión de precios es culpa del sector privado no tiene sentido. “La lógica de las empresas, claramente, es ganar dinero. Y, si piensas que ganan mucho dinero, la forma en que eso se puede dirimir es con mayor competencia, en la medida que haya más actores eso va a beneficiar a los ciudadanos. El Estado lo único que tiene que garantizar son normas que se respeten, los derechos de los consumidores y atacar lo con son estructuras monopólicas, pero no detener la iniciativa privada”, dice.

Oliveros indica que es importante que las personas entiendan las condiciones en las que operan las empresas privadas en Venezuela, generalmente hostiles. “El tamaño del sector ha caído más de 75% en comparación con 2012 y los márgenes de ganancias son menores. En la medida que menos sector privado haya más vulnerables somos y más dependientes del Estado”, finaliza el economista.