Eduardo Terrazas ha sido una figura importante en el desarrollo de la arquitectura, el diseño gráfico y urbanístico y del arte en México. Nacido en Guadalajara en 1936, vive y trabaja en Ciudad de México hasta el día de hoy. Se graduó de Arquitectura de la UNAM, aspecto relevante en su carrera, que ha combinado siempre las diferentes manifestaciones de la creación artística de manera coherente y orgánica a lo largo de más de 60 años de trabajo.
En 1961, cuando daba sus primeros pasos profesionales, tuvo una experiencia de trabajo muy significativa, contribuyendo a la exploración de lo que sería su marca personal en el arte. Se trató de su colaboración con Fernando Gamboa, un reputado museógrafo mexicano, en el diseño de la exhibición Masterpieces of Mexican Art en el Museo Hermitage en Saint Petersburg. La exhibición ponía en valor la riqueza estética y los valores culturales tradicionales de la artesanía mexicana de origen precolombino, aún cultivados en la actualidad. Esta experiencia de familiarización profesional con el colorido, la creatividad inagotable y la energía vital del arte popular de su país, le hizo volcar su atención en esa dirección, en la búsqueda del sustrato de su propia obra.
En 1968 fue coautor de todo el diseño gráfico y visualidad general de las olimpiadas que tuvieron sede en Ciudad de México. La solución visual que logró sintetizar en el logo mismo del evento, bebía de toda esta visualidad del arte popular, y en particular de los famosos dibujos realizados con hilos teñidos de múltiples colores, practicados tradicionalmente por la cultura Huichol[1], asentada durante siglos en el centro-oeste de México. Terrazas se hallaba fascinado por el repertorio visual siempre diferente, variado y alegre de los tejidos con hilo de esta cultura, así como por sus tradiciones y técnicas artesanales.
En los años subsiguientes a la olimpiada, Eduardo continuó trabajando con la integración de los dibujos y colores brillantes y sólidos de los Huichol y su amor por la línea, la geometría ordenada y las estructuras equilibradas provenientes de su formación como arquitecto. La pieza 5.2, de 1971-72, se ubica precisamente en estos años en que se estaba forjando su estética personal única como artista plástico. Se trata de un panel rectangular de madera, compuesto hábilmente por 6 figuras triangulares, que recuerdan los juegos didácticos infantiles de construcción de estructuras a partir de figuras geométricas elementales. De hecho, los diferentes componentes se unen entre ellos a partir de tornillos en sus caras internas, o pueden simplemente exhibirse como elementos independientes, desarrollando infinitas composiciones espaciales. La obra es un juego, sumamente creativa, sin embargo, visualmente es de una factura exquisita, diseñada a partir del uso de colores contrastantes, líneas de diferentes anchos en perfecta interconexión y equilibrio, y tanto en conjunto como individualmente, recuerdan la belleza e ingenio de las pirámides pre-hispánicas, con sus volúmenes matemáticamente calculados, diseñados para perdurar en el tiempo.
La obra de Terrazas se puede definir como un conjunto infinito de ensayos sobre la noción de un universo o cosmos de líneas, geometrías y colores, fiel a sí mismo y a sus teorías sobre el arte, incluso cuando el desarrollo del arte geométrico ha cedido espacio a otras prácticas artísticas conceptuales, políticas… En este cosmos maravilloso, hay reglas y medidas únicas; allí todo tiene un orden compositivo que obedece a sus propias leyes y perspectivas, y en la contemplación de cada obra suya yace una puerta de acceso y una invitación a entrar.
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[1]Aunque Huichol es el nombre más conocido de los miembros de esta cultura, ellos se reconocen bajo la denominación de Wixáritati, que significa «la gente» en su lengua
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