Duncan Jones tiene la biografía de un talentoso realizador de cine salvo por un dato completamente impredecible que ni su obra ni sus propias entrevistas hasta hace poco siquiera insinuaban. Jones estudió Filosofía en los Estados Unidos y Cine en Londres, aprendió lo básico de la práctica cinematográfica trabajando como camarógrafo en videoclips, luego se convirtió en director de comerciales y, finalmente, en 2009, logró filmar su primer largo, Moon, una película independiente que obtuvo buenas críticas y varios premios y que puso su nombre en el mapa de los directores a tener bajo observación. Lo insospechado es que este joven realizador que recorrió el lento y tortuoso camino que transitan quienes quieren ingresar al mundo del cine sin demasiados contactos o fortuna sea el hijo de David Bowie.
En un mundo en el que la celebridad instantánea es más deseable que el talento, el dinero o una obra que la justifique y en el que la vía más sencilla de obtenerla es la consanguínea, Jones optó por no usar el pseudónimo de su padre, sino su nombre real (Bowie se llamaba David Jones, pero lo cambió para evitar confusiones con el líder de los Monkees).
El director jamás mencionó su filiación en entrevistas ni en sus redes sociales. Es evidente que siempre estuvo decidido a hacer su propio camino. Por esto, la figura de su padre está ausente de sus películas. En su debut como guionista y realizador de la multipremiada Moon, su protagonista, Sam Bell, encarnado por Sam Rockwell, vive en la más absoluta soledad en una base lunar, hasta que se descubre que ni siquiera tiene un padre porque se trata de un clon.
En sus siguientes películas, la exitosa Source Code y la adaptación del videojuego Warcraft, la tachadura de la figura paterna no es tan evidente, pero no se puede dejar de notar que no hay nada que pertenezca al universo creativo de Bowie en ellas, salvo por el hecho de que son ciencia ficción y este es el género narrativo que más se asocia al músico (quien creó al extraterrestre Ziggy Stardust, grabó un disco inspirado en 1984 de George Orwell, y protagonizó uno de los clásicos del género, El hombre que cayó a la Tierra, extraordinario filme de Nicolas Roeg). De hecho, la única canción que podía escucharse en su obra hasta la fecha es el insólito éxito “The One and Only”, del cantante adolescente Chesney Hawkes.
Esto cambia radicalmente con Mute, su nuevo film, creado especialmente para Netflix y estrenado ayer, en el que se revela una nueva visión sobre los vínculos familiares.
Mute se presenta como la segunda parte de una trilogía iniciada por Moon y se muestra como otro aspecto del mismo mundo por detalles semivisibles pero contundentes, como afiches que proclaman “Liberen al 156”: una alusión directa al número de clones que la oscura corporación Lunar Industries parece guardar del protagonista del otro film. Como fanático de los videojuegos, Jones cargó su película de easter eggs (mensajes velados que Atari empezó a incorporar a sus juegos desde los años ochenta y actualmente son moneda corriente), que resultan especialmente reveladores. En otro momento, se descubre que el protagonista Leo (Alexander Skargard) tiene una copia de la sinfonía Héroes, del compositor minimalista Philip Glass, inspirada en el disco de Bowie de 1978, y los cuadros que se ven en las paredes del departamento de Leo fueron pintados por el cantante en los años setenta. Es más, la película está dedicada a Bowie y a Marion Skene, quien fue la niñera de Jones durante toda su infancia, ambos fallecidos en 2016, durante el rodaje. Luego de la consolidación de su carrera como realizador, Duncan Jones es mucho más conocido por ser el realizador de Moon y Source Code que por ser el hijo de Bowie. Tal vez esto le haya permitido hablar más libremente acerca de él.
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