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Doce autores venezolanos se unieron para buscar integración cultural en Argentina

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Por Andreína Gómez

La conocida frase en la unión está la fuerza cobra un sentido real en el trabajo alcanzado por el colectivo de Autores Venezolanos en Argentina (AVA), que este año logró una visibilidad especial dentro de la edición número 48 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires al presentarse dentro de una vitrina común en el stand de la librería Hécate. El lanzamiento de la llamada Caja de Autores Venezolanos tuvo lugar en la Sala Rodolfo Walsh, del centro expositivo La Rural, con una ceremonia de celebración del arte de las letras a través del performance.

Esta asociación, que ahora proyecta generar programas de gran envergadura a corto y mediano plazo trabajando para la inmigración a través del arte, vivió una noche mágica al cierre de su participación en la FILBA 2024. Los protagonistas de ese encuentro literario quedaron sorprendidos con el resultado de su propuesta. Aún no dan crédito a que la noche del pasado 7 de mayo la sala hubiese completado su capacidad y que la convocatoria, aunque con pocas confirmaciones previas, se transformara en una fila de entusiastas invitados, que durante la espera para su ingreso al recinto manifestaban gran expectativa para disfrutar del encuentro.

La presentación de la Caja de Autores Venezolanos reunió a diez de los doce integrantes de AVA, quienes abrieron la escena leyendo una suerte de manifiesto en palabras de la poeta Ana Enriqueta Terán. Luego de iniciada la liturgia, cada uno tomó su asiento y en seguidilla volvieron al estrado para hablar de su proceso de inmigración, la creación y finalmente el contenido de su obra en clave de dramatización. Usando una narrativa escénica llena de poesía, buen humor y estimulación de los sentidos, engancharon a la audiencia y se comprometieron a dar continuidad a sus actividades como generadores de esparcimiento.

El colectivo está conformado por Sara Jiménez (Todos tus bichos); María Esthela Martínez (Desarmada en silencio y Volver a latidos de Tankas); Laura Acevedo (El vuelo del aguila); Orlando Alfonzo (Marti, el tigre mariposa); Egla Durán (Vivencias con acento) Osjanny Montero (Diarios mandarina) Gabriel Urrutia (Teorema de Julieta); Alicia María Chávez (Exangüe); Morelia Mayz (Mujer feliz, sexo, espiritualidad y erotismo), Verónica Ortega (Cien volando); Dayvi Castellano (Guagua: un viaje y otros desencuentros) y Andreína Valery, quien se encuentra en plena producción de su libro.

Foto Nelson Dudier

Tras conocerse hace dos años, en predios de la FILBA, en la que fueron presentados por distintas casas editoriales, tomaron la decisión de juntarse. Morelia Mayz comenzó a atar los nudos de esta cuerda literaria, invitándoles a la radio. «Esa primera feria fue muy especial, ya que habíamos salido del encierro y podías vernos y conocernos mejor», comentó Alicia Chávez, quien junto a Orlando Alfonzo, habló en nombre de sus compañeros para contar los entretelones de esta historia, que es parte también de su proceso de integración al país de acogida luego de haber migrado a la Argentina.

«Descubrimos que teníamos muchos puntos en común y que cada uno tenía la intención de hacer algo más allá que vender los libros. El amor por el arte y las manifestaciones culturales a través de las letras nos dio la clave para buscar estrategias diversas. Nos permitimos soñar con una expresión apasionada de nuestros propios procesos, gracias a que la herida de migración estaba más o menos sanada». Entonces está claro que no van explotar el tricolor en función de la tristeza por lo perdido, sino al contrario, con la alegría por lo ganado.

«Que quede claro que nuestros libros no son de temas venezolanos, tenemos costumbres culturales que nos unen pero también hemos asimilado la vida en este país. Solo Egla concibió un poemario con acento criollo que echa mano del humor y deja atrás la nostalgia», explicó Alfonzo. Así que pisando con firmeza en la diversidad esperan continuar llevando su Caja de Autores a todos los rincones que les sea posible, siempre de forma lúdica.

Zaperoco literario

La dimensión de sus propuestas se pudo medir con más fuerza en la presentación de un stand común durante la fiesta Buenos Aires celebra a Venezuela. Esta convocatoria que llenó la Avenida de Mayo con los sabores, colores y productos de nuestra tierra resultó el marco perfecto para seguir desatando la cuerda literaria de los AVA. La Fundación para la Integración Cultural (FICU), uno de los padrinos de este colectivo, incluyó la exhibición de sus obras dentro de su espacio expositivo decorado con piedras y arena, ya que estaba dedicada a exaltar la figura Armando Reverón, el pintor de Macuto.

«Ese año 2022 fue muy importante porque hicimos varias actividades seguidas y todo estaba como dado para que pudiéramos celebrar. Esa fiesta del gobierno de la ciudad fue muy especial y a mí particularmente me llenó de mucha alegría porque algunas madres argentinas de amigos de mi hijo, llegaron al evento y festejaron junto a nosotros. No solo se interesaron por nuestros libros sino que además sentí que había mucho interés por conocer nuestras tradiciones. Comieron arepas y tequeños, mientras chupaban mate», expresó Alicia Chávez entre risas.

Sin embargo, Orlando Alfonzo recordó que el evento que realmente marcó el inicio de su conformación como colectivo fue un homenaje al poeta venezolano Rafael Cadenas, en ocasión de brindar por el Premio Cervantes. «Nos dimos cuenta de la fuerza que nos daba actuar juntos». De ahí pasaron al experimento de un Zaperoco literario, que sirvió de ensayo para la presentación de la Caja de Autores, modelo Montessori, la cual aspiran colocar en las librerías de Argentina en este o cualquier otro formato que sea funcional.

«Tenemos nuestras diferencias obviamente. Lo vivimos durante el mes de preparación para la feria. Debíamos llegar a un consenso sobre la caja, que a mi evocaba a los CLAP (siglas de la figura jurídica que entrega alimentos en Venezuela), pero que otros vieron como la caja de pandora», recordaron. También hubo debate para encarar el reto escénico de esta feria y gracias a las habilidades de Orlando Alfonzo, quien además es hombre de teatro, se dejaron llevar para darle un giro a la promoción, descubriendo nuevas capacidades en ellos mismos. El oficio solitario, individual y egocéntrico del autor se transformó en el quehacer de un ensamble que ve en el histrionismo una oportunidad para diferenciarse de otras cofradías artísticas.

De forma individual y en bloque aportan sus fortalezas para la futura asociación legal. Actualmente trabajan bajo una estructura de comités que incluye eventos, finanzas, comunicaciones e ingresos. El plan a largo plazo es crear un editorial, pero el paso previo es encontrar la figura jurídica que les permita tener un punto en el mapa social de la migración y trabajar en función del arte como un espacio de integración cultural y de atención a los procesos de la población de inmigrantes.

En sus diferencias, no solo de vivencias, temas y géneros literarios, sino de visiones sobre la vida se ha hecho un tejido resistente a la dispersión y a las obligaciones laborales de cada uno. «Cada vez que somos convocados para actuar buscamos el tiempo y nos hacemos presentes. Gracias a eso, hemos estado en algunas importantes ferias de otras regiones de Argentina y sin mezquindad nos alegramos cada vez que se vende un libro. No importa de quien sea, lo que nos mueve es el objetivo común».

Aunque en el pabellón azul estaban sus letras, el pabellón amarillo fue el escenario para ver sus rostros, escuchar sus voces y dejarse llevar por las emociones que motivaron el parto de cada libro. Sus obras se clasifican en géneros diversos pero tienen en común el deseo de ser descubiertas y de convertirse en compañeras de viaje, ilusiones y referencias para los lectores y otros escritores. «Nuestra riqueza es la diferencia de pensamientos que nos une para continuar siempre por el camino del arte», destacó Alicia Chávez.

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