Había pasado año y medio sin visitar Venezuela. Su agenda ha estado apretada, pero Diego Matheuz no quiere que vuelva a ocurrir. Tiene en mente coordinar sus actividades para venir con más frecuencia, y así retribuir al sistema de orquestas el éxito alcanzado.
Regresa a una institución que este año perdió a su fundador, José Antonio Abreu. El músico barquisimetano pertenece a esa generación emblema, junto con los directores Gustavo Dudamel y Christian Vásquez, sobre la que recae el compromiso de coadyuvar en la continuidad del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, que cumplirá 44 años en 2019.
Matheuz ya tiene tres años viviendo en Berlín, junto con su esposa e hija. La ciudad, de tanta importancia para la música académica, es su centro de operaciones. “Es como el Hollywood, pero de los músicos, un punto de referencia de altísimo nivel”, dice.
Con 34 años de edad, ha estado en escenarios como la Fenice de Venecia, de cuya orquesta fue director principal durante cuatro años. En 2017 regresó para dirigir La Traviata, de Giuseppe Verdi, quien estrenó en ese teatro la célebre composición. “Sigue siendo mi casa. Vuelvo cada cierto tiempo”, dice. Y en Italia también está arraigada la impronta de Claudio Abbado, uno de sus mentores.
Matheuz es de pocas palabras. Habla de brazos cruzados y pocas veces hace algún gesto. Acaba de salir de un ensayo en la Sala Simón Bolívar del Centro Nacional de Acción Social por la Música, donde junto con la Sinfónica Simón Bolívar daba los últimos ajustes a obras de Beethoven, el compositor elegido para su regreso a la institución. El director también está apresurado, un detalle que habían advertido: siempre anda corriendo. Es cauteloso con las fotos, no le entusiasma la idea de posar después del ensayo. Recuerda que hay varias tomadas con anterioridad, como las que están en su página web, pero cede.
—En la biografía de su site indica que en 2011 lo calificaban como uno de los íconos del mañana. ¿Considera que lo es?
—No me veo así, pero trato de hacer lo mejor que puedo y gracias a Dios todo ha avanzado muy bien. Poco a poco he ido aprendiendo y aportando lo que se puede.
—¿Qué tanto influyó Claudio Abbado en su trayectoria?
—Por supuesto es alguien muy importante para mí. Trabajé muchos años con él, una persona muy generosa que me brindó muchas oportunidades, de la que aprendí prácticamente todo, así como del maestro Abreu. Son los dos músicos más influyentes de mi carrera. Ahora aplico todos esos conocimientos adquiridos en mi trabajo.
—¿Le hubiese gustado estar más tiempo en Venecia?
—Creo que sí, aunque fue una decisión mía. Tenía otros planes, pero me hubiera gustado. Estoy contento de lo que estoy haciendo.
—¿Cómo encuentra el sistema sin la presencia de José Antonio Abreu?
—La ausencia del maestro Abreu es física. Él sigue estando con nosotros y cada uno cumple con la misión que nos encomendó para seguir con este proyecto y llevarlo a la mayor cantidad de gente posible. En un país de 30 millones de personas, 1 millón pertenece a un proyecto, el sistema. Eso es increíble.
—Pero seguro encuentra una institución afectada por la partida de muchos músicos.
—Consigo un país afectado por esta difícil situación. A pesar de que no vivo acá, muchas de mis amistades y familiares están en Venezuela. Así que conozco lo que viven a diario.
—¿Qué planea para presentar aquí en 2019?
—Hay varios proyectos que estamos evaluando. La idea es tratar de que sean efectivos y ayuden al crecimiento de la orquesta. Todavía no puedo revelarlos.
—Conoce a Gustavo Dudamel desde hace varios años. ¿Qué opina de la suspensión de las giras que iba a realizar el año pasado con orquestas del sistema?
—Es lamentable. Toda persona tiene derecho a expresar su opinión, aún más si eres artista porque eres una voz que la gente escucha, una referencia. Es lamentable que sean los niños de las orquestas quienes paguen ese precio.
—¿Teme que marque un precedente y haga que otros teman emitir opiniones?
—Espero que no. Espero que no.
—¿A cuáles directores de las nuevas generaciones hay que seguirles la pista?
—En estos dos años han surgido chicos talentosos, pero que no conozco personalmente. Están Enluis Montes y Jesús Uzcátegui, dos de los mejores que tenemos acá.
—Músicos venezolanos han ganado concursos en el exterior, la mayoría formados en el sistema. ¿Qué hace la institución para lograr una formación reconocida internacionalmente?
—La preparación orquestal. El método que se aplica en Venezuela es completamente diferente al de afuera. Te incluyen en la orquesta desde el principio, una experiencia que es una ventaja.
—¿Teme que la política afecte al sistema?
—Espero que no. Es el proyecto más factible, tangible, visible y con mayores resultados que hay en el país. Sería una lástima que un gobierno tomara acciones en contra del sistema. No beneficiaría a nadie.
La cultura del respeto
El director Diego Matheuz asegura que trata de ser un ejemplo para los muchachos que se forman ahora en el sistema de orquestas. Un rol demandante que conlleva muchas presiones. “Los artistas tienen buenos y malos momentos. Lo importante es hacer las cosas lo mejor posible. Si hay un mal momento, afrontarlo con madurez. La carrera del músico es muy difícil, especialmente la del director. Cada semana estoy frente a una orquesta diferente. Es como estar frente a un gerente nuevo en una empresa cada semana”.
—Lo han buscado mucho en Asia.
—Sí, en Japón. Es una cultura que adoro. Este año he ido dos veces y pronto volveré. Me gusta la cultura del respeto hacia la otra persona. Algo que necesitamos acá en nuestro país.
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