1994. Ese año una banda de ska con nueve años de carrera y dos discos en el mercado daba a conocer su tercer álbum, Canto popular de la vida y muerte: 17 canciones, entre ellas “Cachos de vaca”, “Tiembla”, “Danza de los esqueletos” y “Tetero de petróleo”.
Para Desorden Público, aquella banda, ese disco representó un antes y un después en su carrera. Pasaron 25 años y la agrupación ha decidido rendirle homenaje a esos temas que hoy forman parte del cancionero popular venezolano.
En aquella década, como tantas otras, el país vivía días convulsos. Rafael Caldera asumió la presidencia después de que el Congreso destituyó a Carlos Andrés Pérez, a quien acusaron de malversación de fondos del Estado.
Había descontento entre los venezolanos. Y Desorden Público, una banda siempre crítica, decidió incluir en aquel álbum canciones que intentaban hacer una crónica de lo que ocurría en el país.
Las canciones comenzaron a sonar en más radios, aumentaron las giras por Estados Unidos y Latinoamérica. El álbum alcanzó Disco de Oro en Venezuela. Y la proyección internacional de Desorden Público se consolidaba.
“Es un repertorio al que le tenemos mucho respeto, no sentimos ni la más mínima vergüenza. Quizás por la edad nos damos cuenta de que son letras que no haríamos ahora, pero 25 años después son muchas las influencias y las diferencias con lo que hacemos ahora”, dice José Luis Chancín “Caplís”, bajista y uno de los fundadores de la banda que nació hace 34 años.
De esa formación, la percusión sigue a cargo de Óscar Alcaíno, mejor conocido como “Oscarello”, las baquetas en manos de Danel Sarmiento y en la voz Horacio Blanco.
El 29 de agosto, en el 0276 Bistró del Club Táchira, Desorden Público regresa a los escenarios de Caracas para rendirle el merecido homenaje a Canto popular de la vida y muerte. Revestidas con un nuevo sonido, interpretarán las canciones del álbum con el que conmemoran el aniversario y que incluirá temas inéditos y colaboraciones con músicos importantes en la trayectoria de la banda.
Será un superconcierto, dicen los integrantes de Desorden Público, que hasta finales de año cumplirán con una apretada agenda de conciertos por Europa y Estados Unidos. “Es una nueva banda y creemos que no hay mejor representación de nuestra ciudad que la vista desde el Club Táchira”, dice Oscarello.
En el nuevo disco, del que ya se conocen las versiones de “Cachos de vaca” y “Rosas azules”, la calidad sonora fue la prioridad de la banda. “Una de las cosas que nos tenía más incómodos era el sonido. Se grabó con parámetros antiguos de mezcla, con sonidos que ya no le dan actualidad a ese disco. No le hacía justicia a la calidad de las composiciones”, señala Caplís.
“Canto popular de la vida y muerte” tendrá un sonido más rockero. Contará con la participación de Dr. Shenka de Panteón Rococó, una de las colaboraciones más fuertes del álbum. “Le da fuerza internacional”, aseguran los desordenados.
Aunque el proyecto se inició con la idea de hacer EP de seis canciones, fue gracias la interacción con el público en redes sociales que se le dio forma al disco de 13 canciones que no tiene fecha de lanzamiento. “Tendremos un CD y un vinil. Son formatos que nos encantan, que duran toda la vida, y aunque no son comunes en Venezuela, queremos traerlos y venderlos como se hace en los mercados internacionales”, señaló Danel Sarmiento. Big Gil se encargará del diseño de la carátula.
Incluirá, además, una segunda parte de “Tetero de Petróleo” llamada “No me engañan más” y una precuela de “La danza de los esqueletos” titulada “Sinónimos” que reivindican las letras del pasado y las hace aún vigentes.
“Nos negamos a repetir las fórmulas de lo que hemos hecho estos años, no somos una banda de nostalgia. Con nuestra nueva formación, nuevos integrantes llenos de talento, dieron aportes a la banda como una gasolina de mayor octanaje. Es una nueva historia”, asegura Horacio Blanco.
Harold Quevedo “Stacato” (guitarra y voz), Víctor Morles (tecladista), Miguel Ángel Tovar e Irving Blanco (saxofonistas) se integraron formalmente a la banda hace dos años. Los saxofonistas se formaron en la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, mientras que “Stacato”, también de la escuela clásica, adaptó su aprendizaje a los géneros latinos.
Para el nuevo disco también se unieron tres ex integrantes de la banda que formaron parte de la grabación original.
El proyecto sería posible si se concretaban las colaboraciones. “Para escogerlos –dice Horacio Blanco–hicimos una especie de brainstorming y nos dimos cuenta de que la mayoría no se encontraba en Venezuela. Terminamos estableciendo todas las colaboraciones por WhatsApp, y cada músico tuvo su historia a la hora de grabar. Nos tocó todo tipo de personajes; al principio todos alegaron estar roncos, pero el proceso terminó siendo divertido”.
Fue así como involucraron en el proyecto a Herbert Vianna, de Os Paralamos do Sucesso, un emblema del ska brasileño con el que interpretan “Rosas azules”. Y con la venezolana Nella Rojas y la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho versionaron “Cachos de vaca”. Bahiano, ex vocalista de Los Pericos, Franco De vita, Roxy Music, Alberto Arca, de Okills, y Contro Machete también se sumaron a la celebración. Los próximos sencillos serán revelados los 25 de cada mes.
Circuito perdido
Aunque la fiesta y el desorden son parte de la esencia de la banda, no dejan de mencionar la grave crisis que vive el país en todos los ámbitos.
“El panorama es muy fuerte, y se siente cada vez que regresamos de girar. Siempre hemos defendido que somos venezolanos, pero es imposible hallar espacios para presentarse en nuestro país”, expresa Caplís.
Y reconocen que la diáspora venezolana es amable en cada uno de los lugares en los que se presentan en el extranjero.
También se refieren a las escasas presentaciones que tienen en el país. “Éramos una banda que tenía al menos 50 shows anuales; ahora de broma y hacemos 4. Por eso buscamos las tarimas fuera. Perdimos nuestro circuito natural”, lamenta Caplís.
Cuatro de los integrantes de la banda emigraron a México. Y por ellos decidieron incorporar nuevos integrantes. “Debíamos reinventarnos, no podíamos traerlos todo el tiempo a Venezuela, debíamos tener una banda en el país”, destaca Caplís.
La formación original de la agrupación se niega a emigrar. “¿Por qué nosotros tenemos que entregar nuestro país? ¿Quién se los dio a ellos?”, manifiesta “Stacato”. “Caplís”, por su parte, señala el hecho de que muchas bandas emigraron en estampida.
“Muchos de ellos están viendo las dificultades de emigrar, de competir con otros grupos y de convertirse en un huésped incómodo por esa rivalidad en otros países, y los reconocemos por eso. Muy pocas personas quedamos, pero somos los que seguimos defendiendo la música en el país y trabajaremos para que todas esas bandas regresen a tocar aquí y se reactiven los circuitos”, dice Caplís.
Al menos cinco veces la banda ha cruzado la frontera colombo-venezolana con sus instrumentos para pernoctar en Cúcuta y seguir con sus giras. “Lo que las personas no saben es que, como agrupación, sacrificas mucho de lo que cobras en gastos operativos para trabajar. También formamos parte del grupo de venezolanos que debe sacarse antecedentes penales y visas para poder viajar a Perú o a Chile”, dice el bajista.
Por eso no están de acuerdo con quienes aseguran que las entradas para sus espectáculos son caras. “Vean el panorama. Llevar por primera vez una banda legendaria del ska latinoamericano a Canadá, hacer los flyers en inglés para que el público local los entienda, pagar hotel, visas, pasajes… son detalles que considerar. Y sabemos que esto le pasa a otras bandas venezolanas”, sigue Caplís.
Para la agrupación, la actividad cultural en el país está a punto de desparecer. Saben quiénes son los culpables, pero en vez de hacer señalamientos prefieren rescatar el trabajo diario para que la movida musical se reactive como antes.
“Venezuela ha sido, es y será siempre una inspiración para nosotros. Nuestro último trabajo está netamente forjado como una crítica; nuestras canciones tienen reflexiones sobre este zaperoco que es el país. Temas que traemos de nuevo como ‘Tetero de petróleo’ también mantienen cabida en nuestro contexto histórico”, comenta Horacio Blanco sobre el compromiso de la banda con la realidad que se vive.
Cuando se le pregunta a la agrupación si hoy actuaría en un acto político, un rotundo no sale de la garganta de Caplís. Es una respuesta que se refleja en la historia de la banda, aseguran sus integrantes. “Nunca nos hemos inclinado por una posición política, pero la sensibilidad del público hacia el tema siempre está presente en nuestros conciertos, eso ocurre en todos lados”, dice Blanco.
Para Desorden Público reconocimientos como el Grammy no son una prioridad. “La constancia da premios. Pero creo que algo saludable de la banda es que nunca nos hemos engolosinado con nada, siempre tenemos los pies en la tierra y con nuevos proyectos pendientes. Los premios siempre los recibiremos con mucho cariño, incluso una palmada en el hombro ya es un premio para nosotros”, asegura Blanco.
La reinvención, asegura Oscarello, es lo que ha llevado a la banda a permanecer junta por más de tres décadas. “Si tocáramos siempre lo mismo estaríamos aburridísimos, siempre queremos y tenemos que reinventarnos como músicos”.
Ya piensan en las nuevas canciones. “2020 será un año de creación, la llegada de una nueva década es una buena excusa para desechar cosas viejas y crear nuevas”, señala el vocalista.
Continúa Caplís: “Que la música de Desorden Público sobreviva en medio de una nueva generación impregnada de géneros urbanos y que no creció con nuestra música es sorprendente, porque sabemos que nuestras canciones no suenan en la radio venezolana”.
Horacio Blanco no lo duda: “Desorden Público es un símbolo de la venezolanidad”.
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