«Mal amamantada / y el tetero de petróleo que se acaba». Cuando Horacio Blanco y Danel Sarmiento escribieron «Tetero de petróleo«, hace 25 años, no imaginaron nunca la vigencia que tendría hoy ese tema que formó parte del álbum Canto popular de la vida y muerte de Desorden Público.
Venezuela, el país con las mayores reservas de crudo del mundo y que llegó a producir hasta 1,3 millones de barriles diarios de gasolina, hoy se ve en la necesidad de importar combustible porque el chavismo acabó con la industria petrolera nacional.
Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1998, Petróleos de Venezuela producía 3.120.000 barriles diarios de crudo al día. En enero de este año la cifra era de apenas 882.000.
Un cuarto de siglo después, Horacio Blanco decidió darle continuidad a aquella letra de «Tetero de petróleo» con «A mí no me engañan más», básicamente porque, cree, ha sido una mentira sostenida eso de que el petróleo es de todos los venezolanos.
«Estábamos en el estudio preparando la grabación de Canto popular de la vida y muerte (versión 25 años) y en ese proceso los músicos nos ponemos bastante creativos y experimentamos mucho. Decidimos hacerle una extensión a ‘Tetero de petróleo’ con una musicalidad distinta, más relajada, para abordar una vez más el tema petrolero, pero desde lo que vivimos en 2019 y 2020, que se parece mucho, pero no es igual a lo que vivimos hace 20 años», cuenta el cantante de Desorden Público. Alberto Arcas de Okills participa como invitado en el tema.
Entonces, con una letra más punzante, ruda, sin eufemismos, Horacio Blanco canta: «Maldita mentira que el petróleo es nuestro».
«El asunto es hacer desde el arte un intento por desenmascarar a la gente que maneja el poder, que durante décadas nos ha echado ese cuento absurdo de que el petróleo es de todos los venezolanos. Y nos dan la sensación de que somos millonarios, de que a todos nos toca una cuota. Y lo peor es que hemos crecido con ese cuento y seguimos siendo adictos a esa mentira, lo que ha hecho que no desarrollemos nuestras potencialidades. La riqueza viene de lo que uno pueda generar con talento y esfuerzo. Más nada», sentencia Horacio Blanco.
—»No me engañan más» y la nueva versión de «Tetero de Petróleo» son una crónica de lo que vivimos actualmente en el país. ¿Planificó la banda en lanzamiento por estos días?
—Para nada. Porque nunca imaginamos que nuestro país llegara a estos ridículos niveles de paroxismo; es el extremo del absurdo. Las canciones las teníamos engatilladas, listas para ser lanzadas. Creímos que mayo era un buen mes para publicar el disco aniversario de Canto popular de la vida y muerte. Pero se atravesó toda la crisis del coronavirus. Y decidimos mantener activa la comunicación de la banda con el mundo. Todo el tema de la gasolina y el petróleo se empezó a poner más rudo. Y dijimos: este es el momento. Nunca, en nuestra historia como banda, nuestros temas han tenido tanta relevancia en medio de un contexto político y social como ahora.
—Me llama mucho la atención esa frase que dice que el petróleo es vómito negro, que cuando se derrama envenena. ¿No encuentras nada positivo en ser un país petrolero? Hay casos en el mundo que demuestran lo contrario.
—Cuando una nación posee alguna riqueza, y esa riqueza tiene unos administradores que se ocupan de multiplicar los recursos para el bienestar colectivo, me parece muy bien. Tenemos el caso de Noruega. Pero no fue nunca así en nuestro país. También tenemos el ejemplo de Texas, en Estados Unidos. Un estado energético, petrolero, donde el recurso no está manipulado por ninguna ideología. Donde no existe un tenebroso esquema de vicios culturales. Son sociedades en las que todo se maneja con una ética distinta, que no es el caso de Venezuela. Heredamos ese cuento de que el Estado nos provea, y eso ha sido parte de nuestro desarrollo histórico y de nuestro fracaso. Y algún día tendremos que espabilar.
—¿Espabilaremos?
—Estamos espabilando. No tengo dudas. La gente se está procurando su día a día a punta de trabajo porque todo ese cuento de las misiones se acabó. El Estado no puede con esa carga. A la gente le está sonando una alarma. Claro, este despertar ocurre de manera caótica, porque el ambiente lo es. Pero poco a poco vamos despertando.
—¿En qué contexto nació «Tetero de Petróleo» y cómo ves el actual a propósito del relanzamiento del tema?
—El de hace 25 años no era muy distinto al actual, pero los precios eran otros, la capacidad de producción era otra. Entendíamos que una industria como Pdvsa se encargaba de extraer y comercializar el petróleo y sus derivados. Pero el mercado cambió, no solo por una realidad intrínseca del negocio, si no porque las fuentes energéticas alternativas le roncan en la cueva al petróleo. Cosa que se celebra.
—¿A favor de la energía verde?
—Yo sí creo que el planeta necesita que seamos más conscientes. Tengo una visión ecológica, no una visión hippie ni soñadora. Trato en lo posible de generar el menor impacto negativo en mi entorno. Ojalá, por ejemplo, pudiéramos tener un país más seguro donde trasladarnos en bicicleta pudiera ser una alternativa. Yo sí celebraría que el petróleo dejara de ser la gran fuerte de energía del planeta.
—Energía que ya no tenemos en el país.
—Para nada. La industria de este país se vino abajo. No se produce. De ser una industria ejemplar, pasó a ser una industria que hace de todo un poco y todo mal. Comercializa alimentos, financia corredores de Fórmula 1 y es una palanca para la propaganda del partido de gobierno. Todo ha ido para peor. Pero recuerdo una frase de un maestro de canto: «Lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo esto». Apuesto a que cada quien, a su ritmo, vaya descubriendo sus fortalezas.
—Pero Pdvsa no se vino abajo. Los responsables están allí.
—No necesitamos decir mucho sobre eso. Una malísima administración de un negocio que no volverá a tener la musculatura que tuvo hace 15 años, por ejemplo. Ni en Venezuela ni en el mundo, donde un barril de petróleo costaba 100 dólares. Pero celebro que el mercado de la energía alternativa y no contaminante tome más fuerza. Golpeará mucho menos el bolsillo de las personas. Y aquí entiendes que la gasolina ya no puede ser el regalo que fue, porque no se puede subsidiar más. ¿Cómo es posible que yo haya pagado un tanque de gasolina con una mano de cambur? Eso se acabó.
Horacio Blanco cree que el nuevo esquema de venta de la gasolina en el país permitirá explorar otras maneras de transporte. «Los vecinos se pondrán de acuerdo para ir en un solo carro si van en una misma ruta». Y acota: «Lástima que le tengamos tanto miedo al hampa, pero estoy seguro de que veremos más ciclistas y más peatones en las calles».
Le llama la atención cómo se reactivará la industria del turismo nacional. «No dudo de que nos tocarán la puerta con ideas creativas».
—¿Sonarán «Tetero de petróleo» y «No me engañan más» en las radios venezolanas?
—Para nada. Nosotros nos cansamos. Nos dimos el último trancazo con la radio venezolana cuando llevamos el tema «El poder emborracha» hace 10 años. Teníamos como invitado a Rubén Albarrán de Café Tacuba. Y los programadores, la mayoría amigos, nos decían: «El tema está muy bueno, pero no me arriesgo a ponerlo». Al final, terminas entendiendo todo este tema de la censura y la autocensura porque la radio es un negocio. Lo que queda es ser fuerte, una sonrisa y pa’lante.
—¿Qué opinas de aquella frase de Uslar Pietri: ‘Hay que sembrar el petróleo’?
—Esa frase es una máxima. La escuché desde que tengo uso de razón. Pero reflexionamos muy poco sobre ella. Se moldeó en el speech partidocrático. Era cool que todo el mundo la dijera. Pero nuestro aprendizaje no vino por esa frase de Uslar, que es bueno ventilarla de vez en cuando, respirarla.
—Hace una semana de ser el país con la gasolina más barata del mundo pasamos a pagarla en dólares. Un país donde el salario básico no supera los tres dólares, y donde no todos tienen acceso a ellos. ¿En qué país nos hemos convertido?
—En una extraordinaria potencia para la creatividad. Un paraíso para que los emprendedores de los más diversos rubros activen sus potencialidades. Nos hemos convertido en un país de individuos generadores de riqueza cultural, donde será muy importante la sinergia entre comunidad y ciudadanos.
—Eres muy optimista, Horacio.
—Siempre. Todos los días. Y me nutro del trabajo que hago. Mientras más apretada se me pone la cosa, más trabajo. Claro, hay días en los que flaqueo, como todos. Porque aquí no se trata de ser superhéroes. Hay días en los que las noticias te tumban. No dejamos de mirar con horror el comportamiento de la gente con poder. Pero seguimos. No pierdo la esperanza en mi entorno. En la gente que está en la misma búsqueda que yo. El término coworking me gusta mucho. Es el momento de generar alianzas productivas. Si nos enfocamos en eso, al salir de esta loquetera, despegaremos como un cohete.
—Desorden Público es la banda que ha contado y cantado al país, a la sociedad que somos, que seguimos siendo. En estos 35 años pareciera que no hemos aprendido mucho, que nada ha cambiado, a juzgar por ciertas letras.
—Muchas de las canciones de Desorden han salido de lo que hemos escuchado en una panadería, en una cola, entre panas conversando. La opinión orgánica ha sido siempre una fuente de inspiración. Y uno hace el esfuerzo de convertirlas en una propuesta poética. No pensé que tanto tiempo después las letras de Desorden tuvieran tanta vigencia.
—Una vigencia que puede ser entendida como el fracaso de un país.
—Sí. Como una derrota.
—La banda cumple 35 años este 27 de julio. ¿Cómo prepara Desorden Público esa celebración en medio de este panorama?
—No veo en el horizonte la posibilidad de presentar un espectáculo en vivo, en el esquema tradicional, este año. Ojalá esté equivocado. Seguiremos lanzando temas. Todo esto del confinamiento nos ha hecho entender a los músicos que las redes sociales se convirtieron en unas grandes aliadas para entretener que, a fin de cuentas, es nuestra función y responsabilidad. Es un momento para expandir la creatividad. De crear con total libertad.
—¿Cómo imaginas el futuro de la música y del negocio pospandemia?
—Es complicado porque todo es un ejercicio de imaginación, casi que de ciencia ficción. Cuando se desconfine el planeta me imagino que habrá aforos más reducidos. Será muy complicado para quienes hacemos música fiestera esto de que el público aplique el distanciamiento social. Creo que los tiros vendrán por esa cosa tan horrible que nos pareció siempre la llamada área VIP. En Desorden siempre nos pareció que eso desnaturalizaba la reacción del público, pero creo que no quedará de otra que ver un show sentaditos, tranquilos y lejos unos de otros. Así puede ser todo más sencillo de manejar. Lo importante es que los músicos no nos desdibujemos.
—¿Qué opinas de los live en Instagram?
—Una herramienta más aunque en Venezuela tienen un enemigo que es Internet, que hace que las cosas no salgan bien.
El 1º de junio se lanzó el video de un experimento que reunió a la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, dirigida por Elisa Vegas, con algunos de los desordenados. No todos, porque no a todos les llamó la atención la idea de grabarse en sus casas, con sus teléfonos, en época de confinamiento. «Y no pasa nada. No hay conflicto», destaca Horacio Blanco. El tema elegido fue «El tumbao de Simón Guacamayo«.
«La experiencia fue brutal. Hemos hecho muy buena llave con Elisa, con los chamitos de la orquesta con los que estoy aprendiendo mucho sobre el tema del arreglo orquestal, que me llama mucho la atención», dice el cantante y también periodista.
Todavía quedan canciones por mostrar del álbum aniversario de Canto popular de la vida y muerte. El 25 de junio lanzarán una canción inédita, «Sinónimo», tema que es una precuela de «La danza de los esqueletos».
«El racismo es un tema muy espinoso, duro. Siempre cierro ‘La danza de los esqueletos’ con una frase que dice: ‘Racismo. Intolerancia. Sinónimo de ignorancia’. Consideré para este disco convertirla en una canción. Y como Canto popular de la vida y muerte (versión 25 años) está repleto de invitados, llamé al ex desordenado Emigdio Suárez, que escribió ‘El racismo es una enfermedad’. Le pedí que hiciera una fusión, yo puse el coro y Desorden la música’, comenta Horacio Blanco.
Del álbum que produjo el cantante quedan algunas canciones por salir. Espera que entre agosto y octubre pueda lanzarse en CD y en vinilo. «Esto nos tiene muy entusiasmados. El vinilo se ha convertido en una pieza de interés para los que consumen música. La gente paga feliz entre 17 y 25 dólares por uno. Haríamos un tiraje de unos 1.500».
Los desordenados han estado muy activos en la reingeniería de su merchandising. «Es casi un hecho que abriremos nuestra tienda online. Tenemos tiempo preparándolo. Pero siempre había algo que nos frenaba. Durante años quisimos tener esa tienda en Caracas. Pero por muchas razones fue imposible», recuerda el músico.
—¿Cuál fue la última presentación que tuvo Desorden antes de la pandemia?
—Estuvimos en el Festival Vive Latino de México. Mientras el planeta se estaba confinando, México no paraba sus espectáculos. Cantamos para 45.000 personas.
—Fueron criticados en redes por eso.
—Bastante. Y críticas justificadas. Pero estábamos en un país donde su presidente decía: «Nosotros los mexicanos tenemos la sangre fuerte de los aztecas». Y la vida seguía. No juzgo las críticas. Pero tu expones tu punto y nosotros el nuestro.
—¿Fue difícil tomar la decisión de presentarse?
—Fue motivo de bastante debate. Ya sabíamos todo lo que venía con el tema del coronavirus, lo que iba a pasar. En el mundo estaban suspendiendo todo, y nosotros en México, con un show encima. Hablamos mucho con el manager, que nos decía: ‘Estamos acá, tenemos un contrato, cobramos. Si decidimos unilateralmente no presentarnos, incumplimos el contrato, devolvemos la plata, y será cuchillo para nuestra garganta. Nadie ha cancelado’. Y le dimos.
Los integrantes de la banda más el equipo técnico tardaron 12 días en regresar a Venezuela. La gira, cuenta Horacio Blanco, seguía por Colombia, Chile, Centroamérica y cuatro shows en Venezuela en Semana Santa. «Todo fue muy complicado. Y terminamos pagando los boletos del viaje de Toluca-Caracas de Conviasa. Fueron como 700 dólares. Un vuelo que nada tenía de humanitario, por cierto».
—¿Ya preparan la agenda de 2021?
—Estamos en comunicación. Hay que ver cómo evoluciona todo esto. Esto pasará de la sequía total a la sobre oferta de conciertos.
—¿Como músico y como ciudadano para qué te ha servido esta pausa obligada?
—Como músico me ha servido para componer canciones, arreglar y grabar otras; para aprender a usar herramientas caseras de producción musical. Me ha servido para eso tan trillado que llaman reinvención, pero que es así. Escribo en un medio, una deuda que tenía conmigo. He leído mucho y he descansado bastante. Como ciudadano tengo una posición bastante ética con mis responsabilidades con el país y con mi comunidad. Estoy bastante en paz conmigo.
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