La primera impresión cuenta. Y mucho. Entra en la sala con sus 1,80 metros de estatura, dientes relucientes y una sonrisa amplia; su rostro expresa amabilidad. Lo espera una larga sesión de preguntas y respuestas. Pero Denzel Washington está acostumbrado: tiene más de 40 años haciendo cine y ha ganado 2 premios Oscar, 3 Globos de Oro, 1 premio del Sindicato de Actores y 1 Tony.
Washington, quien nació en 1954 en Mount Vernon, Nueva York, es un artista que no obstante sus múltiples caracterizaciones, siempre se ha decantado por las películas de acción, las biográficas o los dramas. Es un actor digno de Hollywood. Está en plena gira de presentación de su última cinta, El justiciero 2, dirigida por Antoine Fuqua, en la que se mete de nuevo en la piel del agente del gobierno Robert McCall, un justiciero que hace cumplir la ley mediante sus propios métodos, tiempos y fórmulas.
—La corrupción está presente en el mundo. ¿Es un tema importante en este largometraje?
—Este no es un documental, no estamos para educar a nadie; sabemos lo que es la corrupción, lo que es la vida, pero no hicimos una obra sobre la corrupción. Lo importante de una película es entretener.
—¿Cómo ha sido la evolución de su personaje?
—Pasaron cuatro años entre una y otra (El justiciero 1 y 2), y ya era hora de que Robert saliera de casa. No me consultaron estos cambios de guion, esa es obra del director. En esta segunda parte, el personaje se relaciona más, se hace amigo de un chico más joven, tiene una amiga (Melissa Leo) y se le ve más abierto. Es un hombre que escucha diferentes puntos de vista mientras trabaja como conductor de Uber.
—¿Le gusta marcar la diferencia con sus películas?
—Sinceramente, ya la estoy marcando, y pienso que lo que hago no es más importante que lo que hace cualquier hijo de vecino. Lo que hay que destacar no es mi trabajo como actor, sino lo que pongo en práctica en mi día a día, y creo que no es preciso publicitarlo, ni comentarlo, ni arrojar luz sobre ello, es algo que hacemos todos cotidianamente, y si cada uno de nosotros ayuda a otra persona, no habría nadie más a quien ayudar; podríamos ayudarnos entre todos y ser más felices.
—Como estadounidense, ¿se siente más protegido con la segunda enmienda (poseer y portar armas)?
—Sí, pero realmente para nosotros no es un tema que esté sobre la mesa. Creo que se habla más de eso fuera de Estados Unidos, no es algo que discutamos.
—¿Cuán diferente sería el mundo si tomáramos la justicia por nuestras propias manos?
—Creo que todos somos conscientes, sabemos lo que está bien y lo que está mal. Dios nos ha bendecido, somos los únicos animales en este planeta con libertad para elegir y saber lo que estamos haciendo. Elegir bien o mal depende de nosotros. Es cuestión de cada uno. Es una gran oportunidad, pero también una gran responsabilidad.
—¿Cómo fue su experiencia en el rodaje de las escenas de acción ahora que tiene 63 años de edad?
—Boxeo desde hace casi 30 años, sé pelear, sé dosificar mi energía.
—¿Qué opina del movimiento #MeToo y la forma en que ha sacudido a la industria del cine?
—Me gustaría saber qué va a pasar dentro de cinco años, porque ahora todo el mundo habla de eso y lo comenta. Lo importante es que trascienda, y por eso existen las normas y las leyes, por eso las necesitamos. Ninguna persona, hombre o mujer, tiene derecho a acosar a otra, a faltarle el respeto y, menos, a agredirla.