Por estos días trascendió la noticia de la ruptura de Phil Collins, a quien su esposa le pidió el divorcio vía mensaje de texto para casarse con otro músico poco después. Más allá del particular método (todo un vericueto del karma para un músico que -según se rumoreaba en su momento, aunque él lo desmintió- había dejado a su anterior esposa, Jill Tavelman, por fax), lo que atrajo la atención de todos los medios del mundo fue que, por una vez, el rockstar fue el dejado, y no al revés.
Tal vez por la sensación de omnipotencia e impunidad total que otorga la fama y la riqueza, o simplemente porque vivimos en un mundo machista, existe una larga tradición de músicos que abandonaron a sus esposas y novias en busca de nuevas relaciones (duraderas o efímeras), o simplemente en un intento de recobrar su preciada soltería. Sin embargo, no son tan habituales los casos a la inversa, quizás porque el orgullo herido de las celebridades masculinas los disfrace mediáticamente como separaciones de acuerdo mutuo.
Uno de los casos de «esposa de músico lo deja para irse con otro» más comentados de todos los tiempos fue, sin duda, el de Pattie Boyd y George Harrison, que tuvo como tercer vértice del triángulo a otro ícono del rock mundial: Eric Clapton. La pareja se casó en 1966 pero no tardó en tener problemas: primero surgieron diferencias en torno a la devoción del beatle por el movimiento Hare Krishna, luego por la reticencia del músico a formar una familia y finalmente porque Pattie quería retomar su carrera de modelo y su esposo no se lo permitía (de todos modos lo hizo en 1971). Para peor, Harrison cometió una serie de infidelidades, entre las cuales estuvo el affaire que sostuvo nada menos que con Maureen Starr, la entonces esposa de Ringo (aunque ella tampoco perdió el tiempo: se rumoreó un breve amorío con Ronnie Wood, por entonces miembro de los Faces y actualmente guitarrista de los Rolling Stones). En 1974 Pattie se hartó de su matrimonio y decidió ponerle fin para empezar un romance con Clapton, amigo íntimo de su marido. «Mano lenta» la amaba en silencio y sufría por su atracción prohibida, a punto tal de volverse adicto a la heroína. En ese interín le compuso el himno «Layla», el cual grabó en 1970 con su grupo Derek and the Dominoes. Finalmente, cuando Boyd dejó a Harrison, su vínculo se concretó. aunque tampoco fue un lecho de rosas: en 1987 también abandonó a Clapton con denuncias de maltrato.
Más cercano en el tiempo tenemos al conflictivo divorcio de Scott Stapp, cantante de la banda Creed. Jacklyn, su esposa, decidió terminar la relación después de ocho años de puro conflicto en los que el cantante empeoró más y más en su adicción a las drogas. La gota que rebalsó el vaso fue que en octubre de 2014 el músico desapareció durante más de un mes sin dar cuenta de su paradero, para embarcarse en un raid de consumo de metanfetaminas que afectó severamente su salud mental. En los papeles del divorcio figuraban algunas de las amenazas que Stapp le había enviado por mensaje de texto: «Te voy a ir a buscar, Satán, a vos y a los chicos. No va a haber piedad. Vos sabés cómo termina esto. Dios te creó y ahora Dios te va a terminar». En su delirio, el músico profería expresiones paranoides como «Florida no es seguro. Va a haber armas biológicas. Tenés que irte con los chicos y encontrarme en Atlanta». Previsiblemente, Jacklyn se hartó y pidió la custodia total de sus tres hijos. Hoy Stapp dice estar sobrio y en tratamiento por su trastorno bipolar, aunque su matrimonio (como su banda) es historia.
Este mismo año, Nicole Young le mandó los papeles del divorcio a su cónyuge, el rapero y productor Dr. Dre después de 24 años de pareja. Young denunció al músico por abuso y le pidió dos millones de dólares como resarcimiento, además de todos los gastos de manutención. A principios de octubre un juzgado desestimó este reclamo, considerando que Young todavía vive en una mansión de Malibú que figura como propiedad de Dre y que el rapero, además, paga sus gastos de tarjeta, que oscilan entre los 150 mil y los 350 mil dólares mensuales. La justicia también determinó que el caso no parecía crítico en términos de violencia e instó a la mujer a solicitar una orden de restricción en caso de sentirse insegura, cosa que no hizo.
Anita Pallenberg dejó a Brian Jones tras dos años de noviazgo para irse nada menos que con su compañero stone Keith Richards: su pareja duró trece años. Linda Daniele abandonó a Joey Ramone y se casó con Johnny, por lo cual el cantante jamás perdonó al guitarrista y no le dirigió la palabra en toda la historia del grupo (aquel episodio engendró la canción «The KKK Took My Baby Away»). Tobi Vail, baterista de las Bikini Kill, rompió su relación con el líder de Nirvana, Kurt Cobain. Ric Ocasek, cantante de The Cars, dejó pautado en el testamento que escribió poco antes de morir en 2019: «No proveo nada para mi esposa Paulina Porizkova porque estamos en proceso de divorcio. Aunque muera antes de que nuestro divorcio termine, Paulina no tiene derecho a parte alguna por haberme abandonado». Como se ve, los casos en los que el rockstar es el dejado y no el que deja no son precisamente abundantes.