7 de marzo de 2019. Pasadas las 4:00 pm Venezuela quedó sumida en la oscuridad absoluta por causa del apagón eléctrico más grande en la historia del país. Entre cinco y siete días duró la falla en la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar que dejó en penumbras e incertidumbre a millones de venezolanos. Las industrias, los transportes y los servicios se paralizaron. Las sombras se extendieron en cada rincón de los hospitales y clínicas causando, inevitablemente, la muerte de aquellos pacientes que necesitaban de los equipos eléctricos para sobrevivir. Esa oscuridad, que marcó la vida de miles de personas, inspiró al joven cineasta Mikel Garrido Linares para realizar su segundo cortometraje. Titulado Tenemos Patria, el proyecto se alzó con el premio al Mejor Cortometraje del Festival de Cine Latino de Chicago realizado en abril.
Ambientada en las sombras del apagón, la historia se centra en Carlos Eduardo (interpretado por Rafael Álvarez) y Chalia (Anna Bucci) , pareja primeriza cuya hija, prematura, nace en un parto a oscuras. Aunque el nacimiento ocurre sin percances, los médicos le informan al padre que la bebé necesita una incubadora con respirador para poder sobrevivir. Con el tiempo corriendo en contra, el protagonista abandona el hospital en busca de una planta eléctrica que salve a su pequeña. Como padre en una situación extrema, Carlos hará todo lo que esté en sus manos, e incluso lo impensable, para salvar a su hija.
No es una historia real, confiesa Mikel Garrido, de 25 años de edad. Tenemos Patria (2023) es la representación de las vivencias que marcaron a muchos venezolanos en 2019. Es, en palabras de su director, las memorias de los habitantes de distintas regiones del país entrelazadas en la narrativa del corto. Su inspiración, detalla, viene de las diversas situaciones que tuvieron lugar en el transcurso de un apagón que tuvo consecuencias físicas y emocionales.
“Aunque durante todo el cortometraje se muestra una realidad cinematográfica situada en Caracas en 2019, 90% del material está rodado en Barcelona, España”, comenta. El otro 10% se rodó en la capital venezolana. Residenciado en Barcelona, España, desde 2017, el joven señala que era imposible grabar en Caracas, ciudad donde nació. Egresado de la Universidad de Barcelona en la Escola Superior de Cine y Audiovisuals de Catalunya (ESCAC), a la que ingresó con una beca, Garrido cuenta que el cortometraje lo filmó en 8 noches. La preparación del proyecto, en cambio,le llevó un año.
Grabar en Barcelona y hacer que la ciudad se pareciera a Caracas de noche para representar el apagón fue un reto. “Además de conseguir un hospital, la participación de un bebé, incubadoras reales, una iluminación de claroscuros realista, financiación, trámites legales, multas, casting, crew, y un largo etc”, enumera el realizador. El corto, explica, era un proyecto realizado por estudiantes que acudieron a la herramienta del crowdfunding, a la ayuda de la escuela y el apoyo de familiares y amigos para poder cubrir los costos.
Con el apoyo diáspora venezolana en Barcelona, y la ayuda de locales, el equipo además logró reunir un elenco de actores totalmente venezolanos. Todo coordinado desde el extranjero. “Este elenco está compuesto tanto por actores profesionales como por personas sin experiencia, quienes estuvieron profundamente involucrados y tenían un conocimiento de primera mano de las situaciones que representamos. Esto resultó ser una experiencia poderosa y catártica para todos nosotros”, describe Mikel Garrido.
En cuanto al título, Garrido buscaba que estuviera vinculado tanto con la historia principal como con el contexto en el que se desarrolla la historia y así ampliar la perspectiva del espectador antes de verlo. Distribuido por Juan Carlos Lossada a través de Film Austères y Gerard Vidal a través de ESCAC Films, Tenemos Patria, de 19 minutos de duración, llegó a la edición 39 del Festival de Cine Latino de Chicago, uno de los festivales con mayor trayectoria en Estados Unidos.
Un adiós doloroso pero necesario
Mikel Garrido nació en Caracas, Venezuela, el 8 de julio de 1997. Siempre sintió incertidumbre por su futuro, al igual que muchos venezolanos, comenta. Pero no fue sino hasta 2017, un año después de las protestas contra el régimen de Nicolás Maduro que se agudizaron en 2017 y dejaron alrededor de 150 muertos, que tomó la difícil decisión de migrar. Se propuso obtener una beca para estudiar cine y medios audiovisuales y la logró en la ESCAC a través de la Universidad de Barcelona.
Nunca se había imaginado que se adentraría tanto en el mundo del séptimo arte. De pequeño, revela, tenía el sueño de ser pintor pero con el paso del tiempo ese deseo se desvaneció. Cuando Mikel Garrido cumplió 18 años decidió dedicarse al cine, un arte que siempre consideró una herramienta poderosa. Para él, el cine es un medio “capaz de impactar y transformar a la sociedad. Debido al entorno en el que crecí, nunca lo vi como una posibilidad real. En aquel entonces, me veía más como un futuro economista o físico. Fue después de experimentar de nuevo el poder de conmover a alguien de mi familia, a través de una obra audiovisual que hice para ella, que volví a sentirme con la confianza y capacidad de crear algo importante”.
Motivado entonces por conmover al público con sus proyectos, tuvo largas conversaciones con sus padres y su hermana sobre su futuro. Finalmente, apoyado por quienes lo rodeaban, decidió inscribirse en la Escuela Nacional de Cine en Venezuela. Allí adquirió las bases de su carrera. Luego partió a España, donde también hizo una especialización en Dirección de Fotografía. Allí desarrolla nuevos proyectos cinematográficos y trabaja en el equipo de producción de Deluxe Entertainment.
No fue fácil. “Dejar atrás a mi familia, amigos, pareja, tradiciones y lugares significativos fue doloroso. Sin embargo, viéndolo en retrospectiva, fue una elección acertada que me ha permitido aprovechar una serie de oportunidades para desarrollar mi carrera de una manera que no sé si hubiera sido posible en el país”, comenta. El dejar la ciudad que lo vio crecer y enfrentar lo doloroso de la despedida lo ha llevado a trabajar en el equipo de cinematografía de proyectos seleccionados en el Festival de Cannes, el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges o el Festival de Málaga.
Cine y reflexión
A Mikel Garrido siempre le resultó difícil describir con palabras los hechos que suceden en Venezuela. Luego de emigrar, sintió la necesidad de ayudar al país que dejaba. Fue así como decidió ambientar la historia de su cortometraje en el contexto venezolano. Quizás, señala, ese impulso obedeció a una sensación de culpabilidad por estar lejos y en una situación diferente. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el cine era una herramienta para reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo.
“A raíz de las diversas situaciones que se vivieron en 2019, especialmente el apagón nacional, vislumbré la oportunidad perfecta para entrelazar distintos acontecimientos y así valerme del cine para intentar penetrar los pliegues de la realidad del país; aprovechando la posibilidad de utilizar una poderosa metáfora visual a través de la luz y la oscuridad para hablar del futuro ambiguo de nuestra nación”, explica.
El poder transformador, sublime y reflexivo que tiene el cine, añade, le ha permitido mostrar una mirada de la realidad. Como cineasta puede escrutar aquellos temas importantes para los venezolanos como individuos y como sociedad. También puede plantear interrogantes que interpelan a las personas sobre su presente, pasado y futuro. El cine, dice, es un arte y un medio que transmite ideas de una manera muy efectiva y con un alto poder de identificación emocional. “Tiene además la responsabilidad y el poder de hacernos menos ingenuos frente a la realidad, acercándonos a una comprensión más racional del mundo, donde prime el arte sobre el entretenimiento y la propaganda aunque cada vez están más desdibujadas las líneas que las separan”, opina.
Como cineasta, Garrido está en el comienzo de una búsqueda que siente que nunca termina. Tal vez se acabará cuando realice la última película de su carrera. Naturalmente se inclina por un cine de autor, un cine social y humanista que pueda fluir en diferentes contextos, algo que puede ir cambiando y expandiéndose. Como director está en la búsqueda de la verdad, de la realidad, del desengaño y del entendimiento racional que impulse a las personas como sociedad. “Venezuela es una parte fundamental en el cine que estoy empezando a crear, y me encantaría seguir explorando nuestra realidad y contexto para proyectarnos en el mundo”, afirma.
Público conmovido y emocionado
Cada vez que Tenemos Patria se proyecta, el público se conmueve. La historia que se retrata emociona al espectador, cuenta Garrido. En el caso de la proyección que tuvo lugar en Chicago, durante el festival que se celebró del 13 al 23 de abril, el público fue multicultural. La audiencia estuvo conformada por latinos que se emocionaban, reían con complicidad y comprendían a la perfección el contenido del cortometraje, señala el director.
En cuanto a los estadounidenses que vieron el cortometraje, notó en ellos que observaban su trabajo con compromiso; fue un público que estaba abierto a observar y comprender otras realidades. Resultó ser una experiencia espectacular para el equipo, comenta Garrido. “Después de las funciones recibimos un aluvión de mensajes y algunas personas se animaron a compartir en redes sociales lo que habían sentido al ver el corto. Es gratificante y me da energía para seguir adelante cuando veo el impacto tan poderoso que puede tener en los demás”, añade Mikel Garrido.
Tenemos Patria continuará su recorrido por el camino de los festivales. Por los momentos tienen dos nuevas proyecciones en Venezuela e Italia, y aún quedan varias postulaciones a otros festivales. Recientemente, el corto se proyectó en la selección oficial del Festival de Barquisimeto, un logro que tiene tanto al director como al equipo muy contentos. “Es uno de los grandes escenarios del cine en Venezuela. Hemos recibido la confirmación de otro festival en Venezuela que no podemos revelar de momento y estamos en espera de otras posibilidades. Esperamos que se abran aún más espacios para proyectar nuestro cortometraje y que multitud de venezolanos, con diferentes perspectivas y pensamientos, puedan dialogar y reflexionar sobre la realidad reciente que plasmamos”.
Tras ganar como Mejor Corto en Chicago, Garrido espera que el galardón los impulse para llegar a otros escenarios del mundo, algo que resulta difícil por el contexto tan local en el que se desarrolla la historia. “En ciertos lugares incomoda por una presunta ideología que no está ni pretende estar. Nuestra película reflexiona sobre nuestra condición humana universal en situaciones extremas. Sobre el sacrificio de padres por sus hijos, y sobre como el contexto, en este caso, nuestra patria, puede hacer valía de este sacrificio o hacerlo desvanecer en un día nublado y un corte a negro”.
Contar y contribuir
Mikel Garrido trabaja en dos nuevos proyectos: un largometraje y un cortometraje. Ambas historias suceden en Venezuela en el contexto de la migración forzosa y en Barcelona siguiendo la historia de unos menores extranjeros. “Los dos son proyectos que tratan temas como la inmigración, la cultura, la vulnerabilidad, la masculinidad, la infancia y la familia”.
A futuro, al joven le gustaría, como cineasta, hacer una película que con su historia le permita contribuir a la cinematografía nacional e influir en la consciencia colectiva de los venezolanos. “Vivir en España me ha permitido reencontrarme con parte de mis raíces familiares, lo cual me ha abierto la puerta a hablar sobre esta realidad”, comenta.
Como cineasta Mikel Garrido aspira dedicarse a la creación cinematográfica a través de su trabajo como director, productor y director de fotografía. “Quisiera, como muchos otros cineastas venezolanos, exponer mis trabajos en otros festivales de talla mundial. También quisiera que puedan tener una gran acogida por el público internacional. Seguir en mi búsqueda universal sobre la humanidad y crecer a través del intercambio con otras visiones, miradas y artistas”.