La revuelta de los cineastas cubanos por la censura del documental sobre el músico Fito Páez, La Habana de Fito, no cesa ni con la caída de un alto funcionario ni con las promesas de solución a sus problemas. Los artistas piden libertad de creación.
«El cine cubano será libre o no será», dijo el martes entre la ovación de sus colegas Luis Alberto García, uno de los más reconocidos actores de Cuba. Esto mientras recibió un premio honorífico en el Festival Internacional de Cine de Gibara, evento que se celebra esta semana en el este de la isla.
García dedicó ese reconocimiento a la Asamblea de Cineastas Cubanos, integrada por unos 400 trabajadores del celuloide que levantaron el polvo para reclamar por la cancelación del documental de Juan Pin Vilar, que repasa la estrecha relación del roquero argentino con Cuba desde la década de 1980.
«Es la gota que rebasó el vaso de una cantidad de problemas y de censuras históricas dentro de la cultura de la revolución cubana», dice Pin Vilar, de 60 años de edad.
La movilización muestra que las instituciones culturales «no responden a los intereses de los creadores, sino de esa burocracia» dirigida por funcionarios «elegidos por su servilismo al gobierno», añade el director.
Todo empezó cuando las autoridades culturales suspendieron en abril la exhibición de tres documentales, entre los que estaba el largometraje sobre Fito Páez, en un pequeño espacio independiente de esta capital.
La censura es un procedimiento sistemático en el cine cubano
Ante las quejas públicas de Pin Vilar, el documental se emitió en junio en la televisión cubana, pero incompleto y sin su autorización, ni del productor ni del propio cantante.
«¿Es legal la mentira de quien injustamente nos acusa de censurar el documental La Habana de Fito?», declaró entonces Alpidio Alonso, ministro de Cultura.
Según Pin Vilar y Páez la molestia gubernamental proviene de que en el filme, el roquero cuestiona la versión oficial sobre la muerte del guerrillero revolucionario Camilo Cienfuegos, cuyo avión desapareció en 1959, y el fusilamiento en 2003 de tres jóvenes por el secuestro de una lancha para migrar a Estados Unidos.
La difusión en televisión fue la chispa para que cerca de 600 artistas firmaran una declaración. Allí denunciaron errores y procedimientos semejantes que se han hecho sistemáticos en el cine cubano.
Entre los firmantes están pesos pesados como el trovador Silvio Rodríguez, el cineasta Fernando Pérez y Jorge Perugorría, protagonista de la icónica cinta Fresa y Chocolate (1993).
La publicación del documental viola acuerdos del Fondo de fomento al cine, que financió este trabajo, alega la asamblea de cineastas.
«Mostrarlo en la televisión se presta para la piratería. Y arruina la vida que pueda tener en festivales internacionales», dice Miguel Coyula, de 46 años de edad, cineasta que relata haber tenido que grabar películas a salto de mata para evitar el acoso policial.
Su cinta Corazón Azul (2021) se proyectó semanalmente en su casa durante dos años. Además fue presentada en festivales internacionales, pero ignorada en salas cubanas. «Calculamos que es como si hubieran llenado el Chaplin dos veces», dice refiriéndose a la meca del cine cubano.
La reacción de Fito Páez
En esa sala se realizó el 26 de junio una inusual reunión entre la asamblea de cineastas y altas autoridades, incluido el representante del departamento ideológico del Partido Comunista de Cuba (PCC).
El encuentro se tornó tenso justamente porque Coyula grabó algunas partes, pese al enfado del presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica, Ramón Samada.
«Somos cineastas independientes y estamos dispuestos a que nos arresten porque ese es nuestro trabajo: ¡Es filmar!», se le escucha gritar en un video colgado en Youtube.
Sustituyeron a Samada de su cargo después. Y las autoridades anunciaron la creación de un grupo temporal para ofrecer soluciones a sus inquietudes.
La asamblea, que se enteró por la televisión de este nuevo grupo, reaccionó diciendo no haber recibido respuesta a los temas específicos de censura y exclusión. Y solicitó una nueva reunión con las autoridades.
A la polémica se sumó el propio Fito Páez en una entrevista con el medio cubano independiente El Toque. «Yo soy amigo del pueblo cubano, no soy amigo de ellos. Ellos no representan al pueblo cubano», dijo en alusión a las autoridades.
Para María Isabel Alonso, especialista en literatura y cultura cubana de St. Joseph’s University New York, esta crisis «es un síntoma de un problema mayor, sistémico: el derecho a la libertad de expresión artística de los creadores, en pugna con una visión moralista e ideologizante promovida por el oficialismo».
El 27 de noviembre de 2020 más de 300 artistas realizaron una inédita manifestación para pedir libertad de expresión, pero el diálogo con las autoridades quedó en nada.
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