ENTRETENIMIENTO

Colonia Dignidad: la tenebrosa historia detrás del documental de Netflix

por Avatar GDA | La Nación | Argentina

La historia de la Colonia Dignidad, a la que nos podemos asomar gracias al documental recientemente estrenado en Netflix, entrecruza tantas dimensiones del mal que logra superar toda clasificación. En 1961, Paul Schäfer, un alemán acusado de delitos sexuales, se escapa a Chile, donde funda junto con otros emigrados una colonia agrícola en una zona estéril y alejada del centro-sur del país.

El paisaje agreste se transforma: se construyen viviendas, se producen alimentos, hasta se crea un hospital, que recibe y atiende a los humildes habitantes de la región. Este último punto es crucial. Los niños de la zona -al igual que los hijos de los alemanes migrantes- encuentran en la Colonia salud, comida, abrigo, cama y techo; para sus agobiadas madres es una solución ideal y los depositan confiadas y esperanzadas. En Dignidad conviven colonos alemanes de piel blanca y ojos claros con muchachitos de pelo grueso y oscuro. Comparten juegos y trabajo, música y bailes. Parece un canto a la vida y a la hermandad de los hombres.

Muros adentro, la colonia es un infierno. Su creador, Paul Schäfer, es un megalómano que controla maníacamente a todos los miembros de su pequeño reino. Los colonos están sometidos a un terror psicológico, a menudo acompañado de violencia física, que los infantiliza y les obliga a cortar todo tipo de vínculos con el exterior. El fin último parece ser la provisión continua a Schäfer de niños para satisfacer sus apetitos pedófilos, un crimen del cual ya había sido acusado en Europa, antes de migrar a Chile.

La historia de la Colonia Dignidad se prolonga en el tiempo, incluyendo arreglos con el gobierno de Pinochet, suministrando refugio para actividades clandestinas como centros de detención, tortura y desaparición de personas. Mientras tanto, la vida interna continuaba a lo largo de las generaciones, manteniendo a sus miembros en un cautiverio psicológico que los hacía desconocer el mundo exterior e ignorar los hechos más elementales de la vida en sociedad, incluyendo el ABC de la actividad sexual. Las pocas parejas que fueron autorizadas a contraer matrimonio entregaban sus hijos a la comunidad sin poder decirles de su relación filial.

Esto y mucho más puede verse con el asombro correspondiente en el documental Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile, una producción alemana-chilena, sobre una idea del documentalista trasandino Cristián Leighton. La miniserie documental cuenta con el testimonio de muchos colonos, incluyendo de alguno de los cuales escaparon para denunciar lo que pasaba intramuros. Lo más asombroso es el material de archivo, generado por la Colonia misma, 400 horas de grabación que fueron rescatadas y luego recuperadas y puestas en valor para este documental.

Conversamos con Leighton sobre el enorme esfuerzo que implica un documental de estas dimensiones y sobre cómo el Mal a veces se presenta ante los hombres con otro ropaje.

-Es una historia apasionante, pero que podría no haber tenido disponible ningún respaldo visual y el material con que cuenta el documental es impresionante. Schäfer tenía como política registrar la vida en la Colonia. ¿Cuál era el objetivo?

-Sí, bueno, ahí hay sin duda un tema muy interesante, el tema de por qué la gente filma lo que filma en un momento de la vida y lo guarda o no lo guarda. Me decía el primer fotógrafo de la Colonia, que empezó en los años 50 a filmar estas imágenes en blanco y negro, que era algo “muy alemán”. Decía de ellos mismos: “Nosotros sacamos fotos y filmamos”. Y, por otro lado, diría que rápidamente se convierte en un elemento de propaganda, de difusión. Es decir, “vamos a mostrarle a la gente del afuera de que somos una comunidad benefactora, que hacemos el bien, que ayudamos a los niños, a los jóvenes perdidos, etc.”.

Siempre estuvo este correlato de la propaganda. Y eso se acentúa sin duda ya en los años 70, cuando llega la dictadura de Pinochet. Hacen mucho video de propaganda que difunden, que mandan a los canales de televisión chilenos, que mandan a Alemania. Tenían un departamento audiovisual. Desde 1955 hasta 1974 filman en general. Ahí hay un cambio de sistema y empiezan a filmar en video y se profundiza la veta propagandística del material. Ellos venían a Santiago a editar, a hacer la corrección de color, dejaban una copia en los canales chilenos para las notas de prensa que se hacían en la época. Es decir, tenía una actividad de difusión muy intensa a través del audiovisual. Cuando ocurre la caída, comienza el operativo de la Policía de Investigaciones y del juez, ellos queman mucho material. Lamentablemente esconden esto en unos bidones, lo tapan con aserrín y lo queman. Otro material se lo requisan, se lo lleva la policía, pero otro tanto lo logran esconder en distintos lados. No sé por qué no lo quemaron todo. Nosotros calculamos que salvamos alrededor del 60 por ciento del material audiovisual que había.

-¿Cuánto tiempo llevó ver todo eso y decidir qué iba adentro o afuera?

-Después de la restauración que implicó limpiar muchas de estas cintas, se hizo la digitalización en Chile. Eso demoró por lo menos un año y allí se pre catálogo. Luego el material fue a Alemania, donde se termina de catalogar y ya se empezó el trabajo de reconocer los personajes. Ese fue todo un proceso, identificar al niño en la imagen con el adulto que presta su testimonio. Y ese proceso duró por lo menos dos años. Hasta hace dos meses se siguió incorporando material que se entraba en la edición, en el montaje final y se volvía a sacar y se volvía a poner otro. Podría ser solamente una serie con el material articulado y sería fascinante. Se tomó la decisión de registrar testimonios que sin duda eran muy importantes ya que muchos de ellos se tomaron poco antes de que las personas fallecieran.

-¿Es significativo que Schäfer haya encontrado un lugar en Latinoamérica para desarrollar su proyecto?

-Encontró el paraíso para el horror. Es decir, el lugar donde podía finalmente desarrollarlo a escondidas, y donde al mismo tiempo podía interactuar con la comunidad. Eso es muy interesante como secta. Es una secta que interactúa con el exterior, no como otras que se cierran y que entran en tensión rápido, como lo que pasó con Osho en su historia en Oregon, que siempre estuvo en tensión con la comunidad. Schäfer, en cambio, se inserta y logra construir lazos muy fuertes con la comunidad de la zona, hasta construyendo un hospital.

-La idea del hospital es central para entender cómo podía estar tan conectado con la comunidad.

-Exacto y eso lo hace insertarse de una manera increíble en este lugar abandonado. Ellos llegan a este sector que estaba lleno de piedra, que era un territorio muy extraño. Y como dice alguien en la película “lo transformamos en Alemania, en un lugar bueno, muy fértil”. Esa especie de paraíso que ellos logran transformándolo con el trabajo. No sólo de adultos, sino también esclavizando a los niños que estaban todo el día en el campo recogiendo piedras, maleza.

-También hay una satisfacción de vivir en la Colonia.

-Hay una cosa que me dicen en una entrevista que no quedó en la película: “En un momento encontré aquí el comunismo”. Este personaje alemán llega en 1974. Era un socialista alemán y que cuando conoce la comunidad, se alucina con este trabajo. Dice: “Bueno, aquí está la solidaridad, aquí está el socialismo. Esto maravilloso. Voy a manejar un tractor, voy a vivir en comunidad, voy a tener techo, comida. Y alguien va a tomar decisiones por mí”.

Que alguien tome decisiones por uno y que uno no tenga que seguir todo el día penando con decisiones cotidianas. Es decir, el peso de la libertad, una mochila que muchos seres humanos deciden sacársela con estos atajos y otros modos de vida. Donde alguien te modela, alguien te dice, alguien te guía, alguien te salva de esta vida terrible.

Y además hay otra idea subyacente que no sé si se alcanza a percibir que es esta cosa de la salvación, de que esa vida acá en la tierra era sólo una parte de la vida. El prólogo de la vida eterna. Un comienzo. Esto lo hablé con teólogos, con filósofos del mal también, porque para mí era muy difícil, era la tensión de resolver cómo se para frente a esto, porque claro, era la historia de la colonia Dignidad, pero también en un momento era el horror. Y finalmente yo me di cuenta de que el tema de fondo es el Mal.

¿Cómo se para uno frente al Mal? Eso es muy complejo. Nunca me había tocado a mí como, como director o como autor, pararme frente al Mal. Creo que logré de alguna manera esparcir la idea en todo el equipo de que ése era nuestro tema. El problema es que al tratar de comprender el Mal inmediatamente eres visto como alguien que lo justifica.

-Sacando a Schäfer, que obviamente me parece el mal en estado puro, el resto me da esa sensación de que son todos víctimas y en algunos casos al mismo tiempo también victimarios.

-Exactamente. Muchas personas me dijeron: “Bueno, ¿cuál es el punto de vista?”. En el fondo, ¿con quién estás, con las víctimas o con los victimarios? ¿Con el bien o con el mal? Y para mí era muy difícil explicar esto. Leí mucho sobre nazismo. Me metí como en varias zonas, como por ejemplo Primo Levi, tratando de entender ese punto de vista. Y que tenía que estar en las dos zonas. Es decir, el hospital era real.

En Chile, para que esto existiera, para que esto durara tanto tiempo, se da algo: siempre hemos amado lo alemán o lo germánico: Y, además, el mal se vistió con el traje del bien. Es decir, el hospital en el día atendía a mucha gente que necesitaba atención. Atenciones de todo tipo y hasta cirugías importantes que no habrían tenido de no haber existido Schäfer y la Colonia. La cantidad de niños que solamente nacieron ahí es impresionante y muy bien atendidos. El Estado no llegaba a esa zona. Pero la noche se convertía en lugar de tortura. Y, para muchos de sus jóvenes, de tortura sexual.