Desde el poster oficial de Las consecuencias, el segundo largometraje de la cineasta venezolana Claudia Pinto, se asoma lo que desarrollará en 96 minutos. Un volcán se yergue en medio del océano Atlántico, como la punta de un iceberg, y debajo solo se aprecia las profundidades, misteriosas y densas, de lo desconocido, también de lo que se obvia, de lo que no se quiere saber.
En medio de ese mar, Juana Acosta abraza a María Romanillos. En la película son madre e hija. Una madre que, tras la pérdida de su marido, se muda junto con su hija y su padre (Alfredo Castro) a la isla volcánica en la que nació. Empezará a notar comportamientos extraños y se convertirá en una espía dentro de su propio hogar.
El elenco lo completan Carme Elías, que también participó en La distancia más larga (2014), la ópera prima de Pinto; Sonia Almarcha y Christian Checa, con la colaboración especial de Héctor Alterio. El filme es una coproducción entre España, Bélgica y Holanda.
La película, que comenzó a gestarse en 2015 luego de un café entre la directora y el escritor Eduardo Sánchez Rugeles en Madrid, se estrenó el 11 de junio en la edición 24 del Festival de Cine de Málaga. En el encuentro, el primero que se celebró de manera presencial en Europa este año, compitieron 19 películas en la sección oficial. Aunque eliminaron los eventos sociales para evitar aglomeraciones, contó con la participación de 70.000 espectadores.
Un día después del estreno el jurado, conformado por Begoña Piña, Javier Tolentino y Juan Sanguino, le otorgó la Biznaga de Plata Premio Especial del Jurado de la Crítica a la película de Pinto por crear “un estudio de la conducta del ser humano profundo, maduro y con una mirada nada estereotipada”. Romanillos, que hizo su debut como actriz, fue reconocida con la Biznaga de Plata a la Mejor Interpretación Femenina de Reparto.
Durante 5 años Claudia Pinto Emperador compartió su tiempo entre la maternidad (que fue justamente lo que inspiró esta cinta), su trabajo como directora de series de televisión locales como L’Alqueria Blanca y la realización del filme Las consecuencias. El 17 de septiembre se estrenará en las salas comerciales de España y continuará su gira por festivales internacionales.
—¿Qué tal fue la experiencia en el Festival de Málaga, que se hace cuando la industria intenta oxigenarse en medio de las vacunaciones?
—La verdad es que más allá de lo bonito que es un festival, es que este tiene la importancia añadida de estar casi año y medio parado y se sintió muchísima euforia por vernos otra vez, por llevar el colgante con la identificación del festival, reencontrarnos gente del medio, con amigos y gente con la que has trabajado y tenías ya muchísimo tiempo sin ver por toda la situación de la pandemia. Fue un verdadero reencuentro para el sector español. También había algunas personas que venían de Latinoamérica. Ha sido una experiencia enriquecedora, entre otras cosas, por ser pospandemia.
—¿Cómo se enteraron de que serían parte de la selección oficial?
—Nosotros inscribimos la película y ellos se toman su tiempo para evaluar y decidir. Sabíamos que estaría complicado porque se postularon más de 2.000 películas y con todo lo que ha pasado con la pandemia, hay un embudo de festivales que no se realizaron, que cambiaron sus fechas y eso hace que muchas películas estén buscando donde estrenarse. Por eso la posibilidad de que te seleccionen es muy importante, pero a la vez difícil. Creímos que teníamos una buena película, pero hasta que no tienes la confirmación de la selección, no tienes todo contigo, no sabes si vas a estar dentro. Al final, la peli gustó muchísimo y había 19 películas en concurso entre españolas e iberoamericanas.
—Trabajó con Eduardo Sánchez Rúgeles en el guion. ¿Cómo se dio esa relación? ¿Cuál fue su aporte al texto?
—Cuando comencé a trabajar con Eduardo lo único que él había hecho en ese momento era Blue Label con Alejandro Bellame, que fue quien nos presentó. Además, fue una adaptación. Este es su primer guion original y es diferente a cualquier experiencia previa que tenía en ese momento. Le aportó muchísimo, yo diría que la mitad (risas). Fue un proceso muy bonito. Él viene más de la narrativa; yo escribo, pero soy más directora que guionista, entonces creo que hicimos un equipo bastante interesante. Yo tenía las experiencias previas de dirección y él tenía su experiencia narrativa y la de sus adaptaciones. Es una historia compleja, de personajes profundos, que vivimos muy intensamente los dos.
—Es una película sobre los silencios, sobre lo que estamos dispuestos a callar para proteger a los queremos, sobre la familia. ¿Qué motivó esa historia?
—El germen de la historia es el miedo. A mí me gusta escribir desde el miedo, de las cosas que no entiendo. Llevar adelante un proyecto cinematográfico abarca muchos años de tu vida. Desde que yo pensé en La distancia más larga hasta que se materializó pasaron 8 o 10 años y en Las consecuencias 5 años. El miedo es una fuente inspiradora, porque ahí es donde salen los temas que realmente te inquietan, que no te dejan dormir, que te generan preguntas y no tienes respuestas. Yo estaba embarazada y el nacimiento de mi hijo ha guiado el proceso de la película y el miedo a hacerlo mal (la maternidad), no darme cuenta de que pudiera estar en peligro y yo no saberlo o de fallar, creo que todos esos miedos se fueron juntando un poco. Eduardo también compartía la experiencia porque él tiene un hijo pequeño.
En la película, la protagonista tiene una hija adolescente y poco a poco se da cuenta de que su hija no es la misma, que pasaron cosas de las que no se ha enterado. Toma un viaje a una isla volcánica, que queda a mitad del Atlántico, y en ese lugar empieza a ver cosas que no le gustan, pero no sabe si realmente está pasando algo o si es su imaginación. Ese es el hilo argumental que mueve la historia. Pero el tema de la película, más allá del miedo a la maternidad, es todo aquello que metemos debajo de la alfombra, de lo que nos cuesta mucho hablar y de las consecuencias de no decirlo. A veces mentimos para proteger a la gente que queremos y vale la pena hacer la reflexión si realmente protegemos callando. Sobre esos asuntos pretende hablar la película.
—La familia parece ser un tema recurrente en su obra…
—Es un tema muy presente en las dos películas. Los temas que me interesan son muy humanos, de emociones muy básicas, de cosas que sientes y no quieres sentir: el miedo, los celos, el amor, el deseo, emociones muy primarias, instintivas. Me interesa entrar ahí, en ese cine que no pretende aleccionar a nadie sobre qué decir, sino que pone preguntas sobre la mesa y el espectador está en la posición de tomar partido o no. En el caso de La distancia más larga, en la que tocamos un tema potente, no pretendía decir si era buena o mala la posición de Martina, sino intentar entenderla y ver en qué lugar te ponías tú en relación con ella. Es un tipo de cine que a mí me interesa especialmente: la familia, lo originario, del núcleo, de ir a la esencia, al fondo de las relaciones humanas y que como seres estamos obligados a compartir.
—¿Los paisajes son importantes para usted? En sus películas son un personaje más. En La distancia más larga era la selva amazónica, el Roraima y ahora en Las consecuencias tenemos el volcán y el mar en La Palma.
—Sí, aunque tiene perspectivas diferentes. En el caso de Las consecuencias es un lugar más opresivo. Es una isla volcánica que sirve de metáfora porque la punta de ese volcán es como la punta del iceberg, lo que mostramos, pero debajo de la línea que separa la superficie de la profundidad del mar están esas cosas que no queremos mostrar. El mar tiene un rol activo. El paisaje no solo es un contexto, una localización, sino es casi un testigo de lo que ha pasado en esa familia a lo largo de mucho tiempo. Es como si de alguna manera ese volcán tiene algo que decir también. Hay una especie de mar de fondo, o de pulsión, que intenta sacar todo hacia la superficie. ¿Por qué la naturaleza? Porque si miras la naturaleza te das cuenta de que la vida es simple. Los seres humanos somos bastante complejos. Combinar la presencia de seres humanos imperfectos y colocarlos en un entorno tan potente es una mezcla que me ayuda a narrar y a acercarme al tipo de cine que me interesa.
—En una entrevista con el diario español La Vanguardia dijo que “es una película pequeña con empaque y estructura de película comercial”.
—Cuando digo que es una película pequeña, me refiero a una base un poco autoral, que no responde a unas líneas industriales del mercado, que no es de ninguna manera un producto, ni se genera con el fin de obtener unos beneficios industriales. Hay mucho cine que está pensado para ello y no lo critico, pero no es la liga en la que se mueve Las consecuencias. Es una película con presupuesto medio para el cine español. Es bastante autoral y que responde a una independencia como creador de la que me siento bastante orgullosa.
—¿Qué aprendizaje le dejó Las consecuencias?
—Dicen que la segunda película es la más difícil. Bueno, la primera también me pareció difícil (risas). Pero la segunda te hace consciente de tu propia intuición, tu propia tendencia. Cuando me senté con Eduardo a hablar de la película, yo no me planteé que se iba a rodar en el medio del Atlántico y que iba a haber un volcán y que a partir de ese volcán… No, esas son cosas que van surgiendo. Yo no me planteé incluso si el paisaje iba a ser tan determinante o si la familia sería el eje central de la historia. O no lo sabía de una manera racional. Pero mientras vas entrando en el proceso te aprendes a conocer y te das cuenta de tus tendencias y ya para una tercera película lo tienes más asumido, lo que te interesa, los caminos que no te apasionan. Las consecuencias, a pesar de que fue una película muy complicada, fue una en la que trabaje muchísimo por intuición y me gustaría en la siguiente hacerlo con más libertad todavía. Me siento mucho más madura como directora, como autora y cuando hice La distancia más larga no era consciente del tipo de cine que me interesaba.
—¿Por qué fue una película complicada?
—Si ya en la anterior fue una locura ir a La Gran Sabana a rodar en la cima del Roraima, en este caso elegimos la isla La Palma, una isla pequeña que es la que queda más adentro del Atlántico. Yo quería una casa que estuviera sola a mitad de la nada, que no es tan fácil conseguir en España. Nos fuimos a la isla y el lugar ideal era un sitio al que solo se accedía por mar o por un acantilado. La idea era llegar por mar y nos tocó el temporal más difícil de Canarias. Eso nos obligó a retrasar el rodaje unas cuantas semanas. Luego ir por mar no era fácil todos los días, entonces hubo días en los que bajamos el acantilado. Pusimos tirolinas en toda la montaña para bajar los focos, las cámaras. Hicimos una cadena humana entre la barca y la arena para ir desplazando todo el material de atrezo. Incluso, un piano que estaba dentro de la casa se tuvo que bajar por el acantilado. Una odisea, realmente. Fue un rodaje bastante heroico de todo el equipo. Ha valido la pena.
—¿Cuánto duro el rodaje?
—Bueno, también tenemos imágenes subacuáticas, que no se rodaron en una piscina, sino a 27 metros de profundidad, porque para mí era sumamente importante que en la película se notara que estuviésemos debajo del agua. La protagonista, de hecho, le tiene miedo al mar y era importante que se vieran rodeados por la inmensidad del agua. Entre eso y lo que se hizo en la isla tuvimos casi 7 semanas de rodaje.
—En el elenco repite Carme Elías y también tiene nombres reconocidos como los de Héctor Alterio y Alfredo Castro.
—Es una película de pocos personajes, muy concentrada en el núcleo de la familia. Era importante contar con actores que pudieran trabajar desde el subtexto y no dicen lo que tienen que decir. Lo que realmente sienten se tiene que ver en su mirada, en sus gestos. Necesitaba actores que pudiesen moverse dentro de estos registros y que pudieran dar esa vulnerabilidad que necesita la historia.
Repito con Carme Elías porque tuvimos muy buena química en la primera película, hemos tenido una hermosa amistad y el personaje se lo escribimos a ella prácticamente. Yo había visto el trabajo de Juana Acosta y me parece que tiene una energía desbordante. Conozco la filmografía de Alfredo Castro desde siempre. Buscaba a un actor que trabajara con muchos grises y no juzgara al personaje, y él trabaja de forma intuitiva, metaboliza los personajes y me gusta. Me parece que era el ideal. También está una niña que ganó Mejor Actriz de Reparto en el festival y ha sido una sorpresa. Es su primera película. Tenía 14 años cuando rodamos. Nunca había hecho nada. La encontramos en un casting y verla recibiendo el premio, en el que competía con actores latinoamericanos y españoles, fue increíble. Que haya ganado me llena de mucho orgullo. Héctor Alterio, ya tiene 91 años y no pudo venir a Málaga, pero fue un honor que participara en la película.
—Además del premio a María Romanillos, la película ganó el Premio Especial del Jurado de la Crítica.
—Fue muy bonito porque el fallo hablaba de la madurez del discurso narrativo y de personajes no estereotipados. El Premio de la Crítica es un premio importante y me enorgullece un montón que nos lo hayan dado, tomando en consideración las películas alrededor.
—¿El próximo festival?
—No lo puedo decir todavía porque no me dejan. Hasta que ellos lo comuniquen en rueda de prensa, uno no lo puede decir. Sin duda, El Festival de Málaga fue el pistolazo de la película. Estrenamos en España el 17 de septiembre en salas comerciales y tendremos un recorrido internacional en festivales. Confío que también se pueda ver en Venezuela.
—¿De qué trata su próximo proyecto Mientras sea yo? Tengo entendido que está en etapa de producción.
—Seria mi tercer largometraje. Estoy muy contenta. Los temas que tiene esta historia son humanos, con profundidad y habla de la identidad y de la amistad. Somos un equipo pequeñito. Nos queda por hacer la mitad del rodaje. Es un documental para las salas de cine, no es un reportaje. Se acerca a un tema real, se cuenta desde la realidad, no desde la ficción. No es un documental hecho por encargo, es algo autoral y tendrá una estructura para verse en una sala de cine.
—Tienes ya más de 20 años fuera del país. ¿Cómo mira al cine venezolano?
—La producción de la que voy escuchando, sobre la que voy leyendo no ha sido mucha, pero el documental Érase una vez en Venezuela me parece una auténtica maravilla. Se que se están haciendo cosas interesantes. He coincidido con algunos compañeros como Mariana Rondón, Lorenzo Vigas, Alejandro Bellame. Yo creo que estemos donde estemos seguimos haciendo cine venezolano. Todos tienen proyectos interesantes que están intentando levantar.
—¿Qué otra historia necesita contar?
—Mientras sea yo (risas). Después, no lo sé. Intento pensar. El proceso creativo de la película no termina hasta que no la ve el público, no se cierra. Y con el estreno en Málaga mi cabeza está en otro lugar ya. He estado pensando en estos días cómo sería una cuarta película. Y no lo tengo muy claro, pero me apetece luminosa, enérgica. Como verás, es algo tan etéreo que no sé. Tengo más el cómo que el tema. Tengo que revisar qué me da miedo ahora y a partir de ahí ver qué se me ocurre. Pero ya sabes que me interesa la familia y me iré a algo muy humano y nuclear.