ENTRETENIMIENTO

«La ciudad se define cuando la misma gente toma los espacios públicos»

por Avatar EL NACIONAL WEB

En medio de una crisis general que ha devenido aguda migración, Leoncio Barrios considera que los venezolanos deben aferrarse a sus afectos más cercanos, a la familia de sangre y a la elegida, como los amigos y vecinos. El psicólogo y analista social afirma que es necesario vencer el miedo y salvaguardar los espacios públicos de Caracas; lo otro es apostar por un sentimiento de derrota. Cree en la solidaridad y generosidad del venezolano, así como en la necesidad de cargarse de energía positiva para evitar la impotencia que día a día crea el entorno sociopolítico y económico del país.

Barrios es el creador de la iniciativa Baile al aire libre, que todos los sábados en la plaza Los Palos Grandes, entre 10:00 am y 12:00 m, extiende una invitación a hacer catarsis para lograr que el ciudadano tome la calle y llene sus espacios.

—Tiene varios puntos de inflexión en su vida.

—Eso me gusta. Esas inflexiones tienen que ver con mi pensamiento diverso y mi vida. Por ejemplo, yo siempre he sido bailador por una razón cultural. Tuve la suerte de vivir, entre 1955 y 1965, en el primer superbloque que se construyó en Caracas: el edificio Cerro Grande. Allí tuve unas vecinas que eran maravillosas bailando. Además, mi familia es tipo clan. Tenemos inyectado el goce.

—¿Cómo surgió baile al aire libre?

—Yo suelo hacer fiestas en mi casa con mis amigos, y un día se nos ocurrió que queríamos hacer del baile algo abierto. Empezamos por ir a bares en Chacaíto o Los Dos Caminos. Pero sentíamos que faltaba algo. Ya yo tenía la experiencia de haber visto en México a unas personas bailando en una plaza. Un día me encontraba en el Mercado de Los Palos Grandes haciendo una cola para comprar una cachapa. Enfrente estaba un vendedor de DVD que reproducía en su equipo una canción de la Fania. Ahí se me fueron los pies. Empecé a bailar solo. La gente me miraba con gracia. Pensé: aquí está. Después hicimos la gestión con la Alcaldía de Chacao y logramos una iniciativa vecinal. La gente se incorporó y logramos otro objetivo: el rescate del espacio público. La ciudad se define cuando la misma gente toma los espacios públicos.

Anímicamente, ¿cómo sobrevivir al país?

—Fíjate que el sábado pasado, cuando se conocieron las últimas medidas económicas, yo temí que muchos no iban a querer bailar. Pero resulta que llegaron con el mismo ánimo. A las 12:00 m teníamos conciencia de la realidad que teníamos que enfrentar, solo que estábamos con las pilas recargadas en positivo. Eso es lo que creo que le falta al país. Tenemos mucha carga de información negativa que te hace impotente. Algunos usan el camino espiritual o la terapia, pero lo importante es llenarse de energía positiva.

Hay quienes critican a los que intentan llevar una vida medianamente normal: ir al cine, salir con los amigos, intentar divertirse.

—Claro. Dentro de todo esto existen los puristas o radicales. Eso lo hemos sentido incluso con baile al aire libre, en frases como: “¿Esta gente está bailando con el país como está?”. Pero ¿qué vamos a hacer? ¿Nos ponemos todos a llorar y a deprimirnos? ¿O salimos a resistir como lo hicimos en 2017 con las protestas? Creo que, a pesar de esos pensamientos, hay un gran sector que pide respiro.

¿Qué se debe trabajar como individuo para salir adelante en el contexto actual del país?

—Creo que hay que reivindicar los afectos. Siempre hemos sido dependientes del nexo familiar, que está muy afectado por la diáspora. Junto con la familia consanguínea, está la que eliges, como los amigos o los vecinos. Esos afectos hay que afianzarlos, sentir el calor del otro y la solidaridad. Otras personas usan el ejercicio espiritual, que también es válido.

¿Al ser un defensor de la ciudad, de sus espacios, qué se siente habitar en una Caracas cada vez más sola y triste? 

—Recientemente tuve una experiencia paralela al baile al aire libre. Es una investigación sobre Caracas a través de Laboratorio Ciudad. El grupo, coordinado por Cheo Carvajal, ha convocado a la realización de un diagnóstico de la capital. A mí me tocó trabajar durante 4 meses en un subproyecto llamado “Caracas de noche”. Consistía en ver cómo anochece en la capital. Observamos 33 puntos entre las 6:00 pm y las 8:00 pm. Nos interesaba el comportamiento en los espacios públicos, los centros culturales y los alrededores de los centros comerciales. Muchos lugares, en efecto, estaban vacíos, con la diferencia del centro de Caracas. Al final, esta experiencia me dio un campanazo. Me di cuenta de que me había “caraqueñizado” al estilo clase media; es decir, me encerré en la casa. Reconocí que olvidé la ciudad por el discurso de que es peligrosa.

¿Cómo sobreponerse a la “caraqueñización”?

Durante el proyecto fui a zonas prácticamente intransitables por lo estigmatizadas que están, como por ejemplo Catia. Abordé el Metro, sentí lo mismo que la gente al esperar hasta cuatro trenes y llegué a plaza Sucre, un territorio totalmente desconocido para mí. Allí me llené de una confianza maravillosa. Vi a un gentío en el bulevar compartiendo, los chamos jugando, los adolescentes enamorándose. Pensé: esto no lo veo en los Palos Grandes, La Tahona o Las Mercedes. Eran las 9:00 pm y no quería irme porque estaba redescubriendo la ciudad. Me encontré con la calle Argentina, cuyos rasgos son los bares y las licorerías. Todo el mundo estaba bebiendo en la calle y bailando vallenato. Me dije: esto es ciudad. El problema es que cuando tienes la visión de la inseguridad, que no se aleja de la realidad y que uno asume que nos puede ocurrir todos los días, no queda otra que vivir en el terror. Si no sales, abandonas la calle.

Hay quienes consideran que la sociedad venezolana fue derrotada por Chávez y luego por Maduro. ¿Le parece que es así?

—Encerrarse es una manera de asumir la derrota. Pero no solamente desde el punto de vista político, hay que tener en cuenta que el problema de la delincuencia es serio. Los antisociales se hicieron de la ciudad. Cuando los ciudadanos abandonamos la calle, se la dejamos a los malandros, que tienen una gran oportunidad cuando todo está solo. Si hubiese más gente en la calle, se reduce la posibilidad de un robo; pero claro, eso tampoco garantiza la seguridad. Hemos tenido reportes de asaltos en sitios donde hay personas cerca, pero no hacen nada para ayudar al afectado. Es un tema de protección personal: si hago algo para proteger a otro, también puedo ser agredido. Es un pensamiento negativo y no solidario que hemos desarrollado. Es muy peligroso que eso se nos internalice como norma. Digo esto porque uno de los rasgos del venezolano es su solidaridad y generosidad, virtudes que se han restringido por las circunstancias. Pensemos que es algo del momento y que la bondad pervive en nosotros.

¿En su opinión, qué le hace falta a la oposición para hacerle frente al chavismo?

—Pienso que hay que sincerarse con que aquí no hay una oposición, sino oposiciones. Nos vendieron el parapeto de que había una unidad como bloque. La oposición ha jugado por mucho tiempo a crear falsas expectativas. En 2017 se convocaban movilizaciones y decían que faltaba un poquito, un empujoncito, y mientras tanto ocurría una muerte diaria. No puedes mentirle a la gente, porque la golpeas. Un sector debe dejar el discurso radical y otro tiene que dejar de ser tan flexible, porque la gente asume que están en negociaciones… y cabe.

—¿Cuál es el papel de las redes sociales en estos tiempos?

—Tienen un papel muy importante porque la gente depende mucho de ellas. Pero hay que tener en cuenta que las redes sociales tienen que ver con un sector social, el que tiene Internet, computadoras o teléfonos. La inmensa mayoría del país no tiene acceso a las redes. Son dos mundos, el virtual y el real, que es el de la gente de a pie. Por otro lado pienso que pecan de unainmediatez que no permite el análisis o la reflexión. Hay mucha emocionalidad dada por el impacto del influencer o el youtuber. Muchos lanzan información no veraz y generan emociones en las personas.

¿A qué le teme en los días por venir?

—Por características personales trato de vivir el día a día. Incluso por razones profesionales, algo que tengo claro es que no soy oráculo. Me siento bien en este país a pesar de las dificultades. He sido suficientemente raro en mi vida como para seguir siéndolo. Prefiero moverme en esta aguas, aunque convulsionadas, son las mías y sé nadarlas. Pero en realidad yo no sé nadar. Sé bailar.

Una vida llena de giros

La vida de Leoncio Barrios ha dado muchas vueltas. Nació y fue criado en Valera, estado Trujillo. Su educación se inició en Caracas, así que se considera un hombre urbano que vivió la transición de la ciudad tradicional a la moderna. En 1973 se graduó en la primera promoción de psicólogos sociales de la UCV, donde fue dirigente estudiantil en la renovación académica y formó parte de quienes se enfrentaron al gobierno de turno. Ese mismo año empezó su labor docente hasta 1998. También estudió maestría y doctorado en Educación en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Se define como un psicólogo ecléctico o “paria profesional”, por las variadas ramas a las que se ha dedicado, en las que se incluye la Antropología.