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El hilo fantasma, un relato sobre la obsesión y el control

La película de Paul Thomas Anderson cuenta la historia de la obcecación del modisto británico Reynolds Woodcock, encarnado por Daniel Day-Lewis, durante los años cincuenta

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La película parece un cuadro, cada detalle semeja una espléndida pintura, quizá para honrar a la creación. El hilo fantasma, de Paul Thomas Anderson, trata sobre la vida del diseñador de modas británico Reynolds Woodcock, y está interpretada por Daniel Day-Lewis.

Woodcock es un personaje obsesionado con el proceso creativo, un perfeccionista cuya obra es muy solicitada en una ciudad como Londres a mediados de los años cincuenta.

La vistosidad de cada toma, el cuidado en el color, el encuadre minucioso, la luminosidad que sabe reconocer su espacio frente a la oscuridad hacen de esta cinta, actualmente en la cartelera venezolana, un trabajo muy atractivo visualmente, que además transmite una angustia trepidante en su desarrollo.

No es un filme de terror, pero sus personajes pueden resultar aterradores en su afán controlador.

Woodcock, exitoso diseñador cuyos vestidos son deseados por las mujeres de la realeza, es un proveedor de seguridad en cada pieza que confecciona. Disfruta del reconocimiento, pero es un ermitaño. Sale poco, y cuando lo hace, invierte apenas migajas de un tiempo que se regala para salirse del corsé autoimpuesto. Es un creador absorto y obcecado con la perfección. El poder que busca no está en las masas, sino en la sala de confección y en la confianza que transmite a quienes portan sus piezas. Para él, el dinero importa poco.

Lo acompaña su hermana Cyril (Lesley Manville), presencia sórdida en las dinámicas de la casa, por la que Woodcock siente un inusitado respeto. La mujer no escatima en invadir el espacio del diseñador que es totalmente permisivo ante su autoridad y dominio tanto de la casa como del negocio.

Woodcock está casado, pero todo cambia cuando en un viaje al campo conoce a Alma (Vicky Krieps), una humilde mesera de un restaurante de carretera. Ella se convierte en su musa y amante. Al principio lo admira, aunque se percata de que empieza a convivir con una persona que es fácil juzgar como egoísta, un ser cuya única meta es el diseño perfecto para alcanzar la gloria.

De este modo, la vida del modisto, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la irrupción del amor. Pero luego todo cambia porque Alma no se siente correspondida.

Anderson, guionista y director, plantea una historia de interdependencia y a la vez de regocijo en el que todos ocultan sus armas para sentirse satisfechos.

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