Batman cumple ochenta años. Ocho batidécadas desde su primera aparición en Detective Comics #27, la revista que literalmente definió (ya que tomó las iniciales de este título) a DC Comics. Desde aquella portada se lo presentaba como «The Batman», o «The Bat-Man», ya con la figura de una sombra en la noche, en la primera viñeta de las seis páginas que crearon Bob Kane y Bill Finger. Ochenta años después, varios cómics (para empezar, el número 1.000 de Detective Comics, que acaba de festejar el aniversario del superhéroe con un número especial el pasado 19 de marzo), películas, series animadas, videogames, juguetes, autores y una cantidad inagotable de productos y creaciones derivadas, satélites de un artefacto único en la cultura pop. Un ícono que nació en 1939 como reacción a su eterno frenemy, tanto amigo como antagonista: Superman, el nombre fundacional de la industria del cómic.
La clave del atractivo y la vigencia de Batman reside precisamente allí: la luminosidad y lo mitológico de Superman, con sus poderes sobrehumanos y su vestimenta que replica los colores de la bandera norteamericana hicieron posible este género, pero Batman, con sus hábitos nocturnos sus modos wagnerianos, el horror latente del crimen en la oscuridad, su figura pesadillesca y su absoluta humanidad, basada en la idea de la autosuperación y en sus inagotable fortuna, convirtieron al caballero de la noche en su mayor éxito. Con el triunfo de Batman, y su historia como épica pop para ser contada una y otra vez, se configuran los modos de pensar y diseñar mitos. Mitologías y cosmovisiones para consumo masivo que sus creadores y narradores aman más que los dueños del copyright (esto último ya sucedía con Superman). Un modo de pensar que ha llegado hasta nuestra sobredosis de films de superhéroes de DC, Marvel y más.
Antes que las batiseñales, la ficticia Ciudad Gótica, las bromas clásicas con Robin y el eterno duelo con el Guasón, ese es el núcleo del encapotado: el marketing conjugado con una idea artística. Por como fue diseñado y por la forma en la que fue narrado, Batman siempre fue «cool». Nunca pudo ser reducido a mero epítome de aquello que representara, sea el «status quo» del buen ciudadano como lo imaginaban los años cincuenta las batidanzas a go-go de la serie televisiva de los sesenta o el gótico de los años noventa.
Lego Batman. Foto cortesía.
Pero Batman no es «cool» por milagro, algo que puede argumentarse que sí sucedió con el origen de Superman, que fue un hallazgo como creación y como fenómeno comercial sin parangón en la edad dorada del cómic en Estados Unidos. Batman es Batman y lo fue, es y será por diseño. A los 80, ya tiene sus propios anticuerpos para batallar contra quienes busquen acusarlo de mero producto.
Todo lo que Superman no es
Batman nace en 1939 para ser «todo lo que Superman no es». Pero no es solo eso: como diría Paul Levitz, mítico editor de DC Comics y responsable de su archivo histórico, «Es el único superhéroe al que uno puede aspirar a parecerse». Gracias a esa idea, Batman ocupó, antes de que Spider-Man fuera siquiera un destello de inspiración en la mente de Stan Lee, los rincones del cómic con viñetas que Superman no podía habitar. Las andanzas de este Sherlock Holmes con músculos de novela pulp, climas de terror monstruoso y aventuras a lo Zorro llegaron más allá de las expectativas de sus creadores.
Nadie lo dijo como Frank Miller, que como guionista y autor integral tomaría al Caballero de la Noche en los años ochenta, y lo reconfiguraría para siempre. De las historias de Batman imaginadas por Miller nacen su versión animada de los noventa, el Batman de Christopher Nolan , el de Tim Burton y hasta el hoy abandonado Batfleck de Batman vs Superman y La liga de la Justicia. y por ello la frase que sigue resuena como ninguna al definir al personaje y su vigencia: «Batman es una ficción irrompible. Es un diamante. Lo podés tirar contra la pared, lo podés presionar con una fuerza enorme, y nunca se va a romper. Siempre funciona. Es Batman.»
Un Batman, todos los Batman
Esa capacidad de reinvención de Batman y su universo en múltiples plataformas y medios, desde seriales en los años cincuenta a su presencia en películas como La gran aventura Lego 2 hace apenas unas semanas, es una verdad irrefutable y que ningún superhéroe ha logrado equiparar. Se debe precisamente a su capacidad de ser reconfigurado acorde con las necesidades (y moralidades) de cada época y con las características que «humanizan» al personaje. Bruce Wayne/Bruno Díaz no proviene del planeta Kripton, no hereda su poder de una deidad griega, ni de la radioactividad o la exposición a ciertos químicos, sino de un fideicomiso heredado de sus padres. Batman es siempre un hombre vestido con un traje y orejitas de murciélago. La distancia irónica de esta realidad le brinda al personaje la elasticidad necesaria para no asfixiarse con su propia grandilocuencia.
El entrañable Batman de Adam West. Foto cortesía.
Ese factor «humano» (aristócrata de día; vigilante mezcla de Drácula y Bruce Lee de noche), siempre ha jugado en favor del personaje. Ya sea que hablemos de cuando era el mejor noir en sagas gráficas como Batman: Año Uno (1986) o cuando Christopher Nolan, en su trilogía cinematográfica El caballero de la noche, lo usaba para ilustrar y crucificar las políticas del entonces presidente George W. Bush contra el terrorismo. Ya lo dejaba en claro Ben Affleck en Liga de la Justicia (2017) cuando el fascinado Flash le preguntaba a Bruce Wayne cuál era superpoder: «Soy rico», decía él, mientras conducía su increíble batimóvil.
Batman es una creación absurda, que por esa misma condición que abraza y resiste con la misma intensidad puede ir y venir desde la acción seria (los films de Nolan) al cuento fantasmagórico victoriano (los films de Burton). Lo ha logrado gracias a guionistas clave en sus ochenta años de vida en las historias de Grant Morrison, Jim Starlin, Alan Grant, Dennis O’ Neil, Frank Miller, Bill Finger, Jeph Loeb, Paul Dini y Alan Moore y a dibujantes como Jim Aparo, David Mazzucchelli, José Luis García López, Marshall Rogers, Jerry Robinson, Neal Adams, Brian Bolland, Frank Quitely, Bruce Timm, Norm Breyfogle, Don Newton, Kelley Jones, Tim Sale y Dick Giordano.
Grant Morrison explicó muy bien la razón de la pérdida de popularidad de Superman: «Superman comenzó como un héroe socialista, pero Batman es el perfecto héroe capitalista. En un mundo donde la riqueza y la fama son las medidas del éxito, no sorprende que los superhéroes más populares de esta época, Iron Man y Batman, sean ambos bellos magnates». El cinismo de Batman, su «realismo», su dualidad celebridad/vigilante, sirven como escudo para proteger su optimismo, que no es otra cosa que el corazón de cualquier superhéroe.
En estos 80 años, Batman fue su propio monstruo y su propio antídoto. Por lo pronto, es el superhéroe que resiste; el relato orgánico que aprendió a sobrevivir más allá del producto. Es, fue y será el mito en apenas dos palabras invencibles: «Soy Batman».
Quién es quién en la historia del Encapotado
Ahora que Batman encara otra de sus varias resurrecciones, esta vez de la mano de Matt Reeves, parece útil revisar cuáles fueron las virtudes y los defectos que caracterizaron a la mayoría de los intérpretes que hasta aquí personificaron en la pantalla grande al Encapotado de Ciudad Gótica. Se dice que Reeves imagina un nuevo comienzo para Batman con un rostro que se encuentre a mitad de camino entre los 20 y los 30 años, tal vez con la idea de poner en marcha la historia de vuelta, como ocurrió tantas otras veces en el pasado. Un perfil bien diferente al que vienen demostrando hasta ahora los cotizados actores que interpretaron en el cine y la TV al Hombre Murciélago, que asumieron ese compromiso en todos los casos con más de 30 años y hasta superando los 40.
Nadie aventura con certeza qué podría pasar con el personaje, sobre todo después de los últimos tropiezos que tuvieron DC y Warner durante la etapa reciente protagonizada por Ben Affleck. Allí, nadie quiere volver a ese período marcado por las dudas. Además, hubo en la historia cinematográfica de Batman una sucesión de fiascos tan contundente que en cualquier otro caso la posibilidad de futuro hubiese sido clausurada para siempre. Pero el misterio que envuelve a Batman es inoxidable y cualquier director capaz, atento y bien parado en la industria siempre podrá encontrar, si se lo propone, alguna nueva faceta todavía inexplorada. Reeves reúne las tres cualidades y a priori podemos confiar en él.
La lista no incluye a los actores (Lewis G. Wilson y Robert Lowrey) que personificaron a Batman en sendos seriales producidos en la década de 1940 y a quienes le pusieron su voz al personaje en versiones animadas, entre ellos Will Arnett en los recientes largometrajes del universo Lego.
Adam West
Empezó a ser Batman a los 38 años. Protagonista de la serie de TV (1966-1968) y un largometraje.
A favor: Si su Batman resultó tan festejado fue porque surgió como un producto genuino de su propia época. Capturó a la perfección el estilo camp de la serie con una interpretación deliberadamente exagerada y consciente de su propia parodia. Hizo una contribución invalorable para la construcción de la iconografía definitiva del personaje a través de señales, gestos, herramientas e interacciones con sus archienemigos, tan coloridos y desmesurados como él. Con el Batman de West se impone el estilo del cómic original más cercano al divertimento.
En contra: En el Batman de West nunca aparece con claridad el relato originario del personaje, deliberadamente omitido porque sus perfiles oscuros iban a chocar de manera inexorable con el contexto lúdico de la serie. Estaba claro, además, que ese Batman casi perfecto para la época en la que surgió no podría sostenerse por mucho más y superar la prueba del tiempo. Así ocurrió.
El Batman de Michael Keaton. Foto cortesía.
Michael Keaton
Empezó a ser Batman a los 38 años. Protagonista de Batman (1989) y Batman vuelve (1992).
A favor: Se convirtió en el vehículo actoral perfecto para que Tim Burton transfiriera a Batman algunas de las señales de su propia y particular visión del mundo. El de Keaton es un Batman construido a escala humana, consciente de sus propias debilidades y que muestra deliberadamente a los demás que no es un héroe con poderes especiales, sino un ser humano más que elige un disfraz de justiciero para cumplir sus propósitos. Construyó un Batman obsesivo, maniático, esquivo, oscuro.
En contra: El de Keaton fue un Batman efímero, que funcionó solo en la medida en que Burton logró darle su impronta. Era imposible que trascendiera como dueño del personaje una vez que Burton dejó de interesarse en él. Los fans celebran sus dos apariciones como el Hombre Murciélago, pero siempre lamentan que no haya asumido por propia voluntad otros signos de identidad vitales del personaje. A la vez, pareció que Keaton quería tomar distancia muy rápido del personaje después de Batman vuelve.
Val Kilmer como Batman. Foto cortesía.
Val Kilmer
Empezó a ser Batman a los 36 años. Protagonista de Batman eternamente (1995).
A favor: En el momento de ser convocado parecía tener algunas de las cualidades básicas que muchos (sobre todo Bob Kane, el creador del personaje) exigían para interpretar al Hombre Murciélago. Buena presencia física, sentido del humor, seducción y arrojo en partes iguales. Algún malicioso llegó a decir que su mejor aporte fue haber interpretado a Batman solamente una vez. También hay que reconocerle audacia al actor por haber aceptado el papel sin haber leído una sola página del guion.
En contra: Desde el vamos, Kilmer fue víctima de la desastrosa etapa capitaneada por el director Joel Schumacher, responsable de las peores películas de la historia de Batman. Al mismo tiempo, la pelea entre la estrella y el director fue permanente en el set y eso llevó a que Kilmer perdiera progresivamente la confianza en el personaje y terminara de manera muy rápida desinteresándose del todo en su destino. Según el director, Kilmer se negó a hablarle en el set durante dos semanas enteras.
George Clooney como Batman. Foto cortesía.
George Clooney
Empezó a ser Batman a los 36 años. Protagonista de Batman y Robin (1997).
A favor: Tuvo la fortuna de que su aporte a la catastrófica experiencia de haber sido el segundo Batman de Schumacher no logró afectar para nada su brillante carrera posterior como actor, productor, guionista y director. Que alguien haya logrado adquirir el status de estrella de Clooney después de protagonizar una de las peores películas de la década de 1990 (con 11 nominaciones a los premios Razzie de ese año) es todo un mérito. Se le atribuye haber dicho que, a pesar de la catástrofe del film, ese Batman lo ayudó a convertirse en estrella de la pantalla grande.
En contra: Del Batman de Clooney lo que más se recuerda hoy es que vistió el único atuendo con pezones a la vista de toda la historia del Hombre Murciélago. El propio actor reconoció que hizo una notable contribución a que el personaje (y por extensión todo el futuro pensado para él en la pantalla grande) desapareciera para siempre. También dijo que durante años se responsabilizó a sí mismo por haber aceptado un papel que nunca debió ser suyo.
Christian Bale como Batman.
Christian Bale
Empezó a ser Batman a los 31 años. Protagonista de Batman inicia (2005), Batman, el caballero de la noche (2008) y Batman: el caballero de la noche asciende (2012).
A favor: En el momento de la llegada de Bale no se podía caer más bajo. Había que escribir de nuevo la historia desde cero y el actor galés le aportó aplomo, seguridad, intriga, misterio y decisión al renovado y redivivo Batman. También le dio nuevo impulso a la otra identidad del personaje, la del millonario Bruce Wayne, mucho más aprovechada aquí que en las versiones previas. Bale estuvo a la altura de lo que imaginó Nolan para la etapa del Caballero Oscuro, en especial en la magistral segunda película, enfrentado al inolvidable Guasón de Heath Ledger.
En contra: Curiosamente, la mayoría de los cuestionamientos que recibió Bale tuvieron que ver con su voz áspera y ronca, considerada por algunos fans muy exigentes como inapropiada. En la tercera película, a la vez, ya dejaba traslucir cierto cansancio y desapego. Como si quisiera desprenderse cuanto antes del personaje.
Ben Affleck, protagonista de las dos últimas películas del Hombre Murciélago. Foto cortesía.
Ben Affleck
Empezó a ser Batman a los 44 años. Protagonista de Batman v. Superman: el origen de la justicia (2016) y Liga de la Justicia (2017).
A favor: Respaldados en la excelente Argo, los más optimistas imaginaron que Affleck iba a revitalizar la historia de Batman como actor y director. Pero enseguida tomó distancia de esa posibilidad y se quedó solo con el lugar de intérprete, sacando provecho de una fortaleza física a toda prueba y de una imperturbabilidad que podía resultar apropiada en una etapa en la que el personaje debía aparecer inmune a cualquier emoción para cumplir con su destino.
En contra: Affleck jamás se sintió cómodo del todo con ese papel. En los peores momentos de sus dos películas como el Hombre Murciélago, que estuvieron muy lejos de satisfacer expectativas previas enormes, parecía que actuaba directamente a reglamento. Haberse desprendido tan rápido de ese compromiso lo debe haber sentido aliviado. Y los fans nunca recordarán la etapa de «Batfleck» con particular afecto. Su paso por la historia de Batman quedará marcado por el desapego y la indiferencia.