Catherine Siachoque está entendiendo el mundo de otra manera. «Uno supone que sabe cómo funciona, y por eso a veces dice pero por qué los países no hacen algo mientras suceden hechos, pues porque hay mil y un dinámicas, asuntos internos, política, economía…».
Habla como estudiante de la Universidad de Miami, donde se matriculó en Asuntos Internacionales. Nunca había estado en la universidad, porque desde muy niña se ha dedicado al arte, primero como bailarina clásica, luego en el teatro musical y posteriormente en la actuación, donde sigue.
No sabe si seguirá en esa carrera. «No estoy mil por ciento segura, ando explorando, si más adelante veo que no es lo que pensaba, cambio. Mi tutor revisa que esté cumpliendo y aunque ahora no estoy tiempo completo, he seguido bien con mis estudios», agrega.
Tuvo que hacer una medio parada porque en la serie de Netflix, Oscuro deseo, tiene un gran personaje: Lys, una caracterización que la hizo mover de su villana eterna para ponerla como una mujer muy sensual y sexual.
Por estos días está en Colombia, desde donde asiste a sus clases virtuales, hace tareas e investigaciones, y acompaña a su esposo Miguel Varoni, vicepresidente y director creativo de Telemundo, en un tratamiento estético que decidió hacerse luego de que padeciera covid-19 a finales del año pasado, que lo hizo bajar mucho de peso.
Cahterine Siachoque nació en Bogotá el 21 de enero de 1972 y es de origen boyacense. Se inició en el ballet clásico y de ahí pasó al teatro musical, a obras como La jaula de las locas, La casita del placer y Peter Pan, y luego de participar en esta última, llegó a la televisión en Sobrevivir, en 1995.
Ha actuado en La sombra del deseo, Tan cerca y tan lejos, La guerra de las rosas, Amantes del desierto, Te voy a enseñar a querer, Sin senos no hay paraíso, ¿Dónde está Elisa? y El final del paraíso, entre otras.
Desde el año 2000 está en Telemundo y ha hecho una carrera importante, trabajando con los más reconocidos actores de México, Colombia, España, Venezuela, Cuba y otros países latinoamericanos.
Pero aún hoy sabe que Juana Caridad Salguero, de la primera versión de Las Juanas, es una de sus caracterizaciones más inolvidables.
Ahora, Lys, de Oscuro deseo, le permite mirar otras formas de actuar, en una pantalla diferente, más abierta, con un libreto distinto, con el tema del abuso a la mujer, pero además con una exploración distinta.
De su carrera y de sus mundos, habló Catherine Siachoque con El Tiempo.
-¿Cómo llegó a Lys, en la segunda temporada de Oscuro deseo?
-Me fui a ojo cerrado porque allí está Roberto Stopello (venezolano, director de Series Originales para Netflix). Era poder entrar en una historia de Netflix para Netflix, la plataforma más importante del mundo. Claro, ahí hay otros productos míos, pero alojados. Y estoy muy feliz de prestar mi cuerpo, mi talento y mis emociones a este personaje. Uno viene con lo que viene y siempre puede mejorar. Esta historia permite moverse entre el suspenso, el erotismo, y va más allá.
-¿Quién es Lys?
-Su nombre es Lucero Andrade, aunque nadie le dice así. Fue actriz, es una mujer que disfruta las manifestaciones artísticas, sabe de pintura, ama la literatura, que su gran pasión. Yo, en cambio, voy más por la música y el ballet. Pero lo cierto es que esta mujer guarda secretos que se irán descubriendo. Con este personaje se nota más adultez porque es mayor que yo. Y había que mostrar su lado sexual y sensual, y eso me llevó a cambiar los códigos de la actuación en telenovelas relacionados con esos campos, que son distintos. Además, es contenida, mesurada, pero sabe a qué va. Y está el maltrato, latente, que es muy importante en los personajes femeninos de esta historia. Me gusta esa relación de comprensión entre las mujeres.
-¿Está feliz en la universidad?
-Sí, mucho, pienso que si sigo con Asuntos Internacionales y algún día quiero dejar de ser actriz y trabajar en una ONG, por ejemplo, lo puedo hacer. Es un universo muy amplio.
-¿Encontró similitudes o diferencias con su método de estudio como actriz?
-Tiene muchas cosas parecidas. Yo estudio mis libretos con un método inventado por mí. También, de los talleres que he hecho con varios maestros. Igual, hay que leer, y mucho, aprender de varios temas, poner atención a las indicaciones de un profesor, un director, un escritor, memorizar. Tal vez en lo único que lo veo distinto es que uno en la actuación deshecha cosas que ha aprendido con los personajes: movimientos, dejos, palabras, dichos, nunca la técnica ni la experiencia. En la universidad es todo lo contrario: no es permitido olvidar lo aprendido, sino acumularlo para tener un mejor criterio frente a las cosas. Pero ambos son de gran responsabilidad.
-Usted empezó como bailarina, primero fue el lenguaje del cuerpo. ¿Alguna vez pensó que sería actriz?
-No, nunca contemplé eso, ni cuando hice teatro musical. Pasé de bailarina clásica a hacer musicales. Mi primer aprendizaje realmente fue el perfeccionismo que me dio el ballet. Una cosa llevó a la otra y cuando estaba haciendo musicales llegó la televisión, donde tuve que aprender el uso de la palabra.
-¿Todavía practica ballet?
-Yo quería seguir combinando el ballet con el resto de las cosas que hacía, pero en ese momento fue imposible. Sin embargo, me impresiona, porque en mi esencia yo soy bailarina, sigo disfrutando la música. Entre mis maestros de ballet estuvo el maestro Jaime Díaz. Empecé con Estela Carrilo y Angel Cuervo, luego Ana Consuelo Gómez y Jaime, con quien estuve mucho tiempo. Hace unos años nos encontramos y me invitó a una de sus clases. Le dije que ya no bailaba, pero igual fui. Lo hice, fue duro, bailé de nuevo. Nada fácil subir la pierna y girar, pero persistí, dejé pasar el momento del ego, y sí, el cuerpo tiene memoria y recuerda rápido. Lo hago a veces y me siento plena: subo la pierna, giro, no como antes, pero me pongo feliz.
-Usted en la actuación tuvo grandes maestros.
-Sí, muy grandes. Pepe Sánchez, Judy Henríquez, Vicky Hernández, Amparo Grisales. Yo tenía una gran responsabilidad. Recuerdo que en Sobrevivir, un seriado de Colombiana de Televisión, Fabiana Medina, Rosario Jaramillo y yo éramos las hijas de ¡Vicky Hernández! Yo, con una gran ansiedad, le dije: ‘No soy actriz, pero quiero hacer esto lo mejor posible, le pido disculpas si no estoy a la altura’. Ella, como la mujer maravillosa que es, me contestó: ‘Eres artista, te he visto en el teatro, tienes el lenguaje del arte, te falta el de la palabra y el de las cámaras, pero no se te olvide nunca que eres artista’. ¿Qué tal? Igual sucedió con Amparo Grisales en La sombra del deseo, ella es una mujer que apoya a las mujeres. Entonces, puedo decir que he sido muy afortunada porque me ha dado la mano gente muy valiosa.
-¿Las Juanas ha sido una de sus novelas más importantes?
-Indiscutiblemente. Eso fue increíble en ese momento (1997). No sé cómo sería la locura hoy con las redes, si a mí me escribe mucha gente para decirme no solo que la veía, sino que se hacían el pescadito en la espalda o que jugaba a ser Las Juanas. El otro día hablaba con Carolina Sabino (Juana Caridad) y nos acordábamos de ese momento maravilloso. Es la historia más querida de mi vida, porque, además, ahí conocí a Miguel.
-Y ya llevan muchos años, como 25 años.
-Una de las cosas importantes es admirar al otro, como persona y como profesional. Nosotros tratamos de no mezclar la profesión en la casa porque a veces puede haber puntos de vista distintos y no queremos una fisura. Claro, le cuento que tengo un personaje y lo hablamos; si hay consejos, nos los damos. Y el solo hecho de tener el ejemplo de una persona al lado, con entrega, mística pasión, es muy importante para ambos. La gente que está en los medios, expuesta, deportistas, músicos, actores, no está exenta de tentaciones y para muchos siempre habrá de dónde escoger, pero sin duda eso hace que se valore lo que se tiene, que es fuerte.
-¿Qué tanto la ha enriquecido actuar con personas de distintas nacionalidades?
-Creo que las mezclas son lo mejor, por las técnicas diferentes, por lo que se aprende de cada uno. Son lenguajes y culturas distintos y en cuanto a las producciones de Telemundo, en las que estoy, se hacen para el mercado hispano en Estados Unidos y para México, especialmente. Aunque creo que hacen falta un poco de argentinos y chilenos.
-¿Le sigue gustando lo que se hace en Colombia?
-Aquí he tenido la fortuna de grabar la saga de Sin senos no hay paraíso y La raya amarilla. Se sigue haciendo el trabajo audiovisual con una mística maravillosa, hay unos grandes talentos detrás de cámaras con unos miradas increíbles. Extraño mucho eso.
-¿Cómo le va con las redes y la exposición mediática?
-Es algo impresionante poder llegar a millones de personas en tantos países e idiomas. Si uno hace este trabajo, quiere ser visto, si no, pues quédese en su cuarto. Es rico que la gente lo vea a uno y sepa que detrás hay trabajo y esfuerzo. Lo importante es ser ganador y soy ganadora.
-¿Cuál es el lugar más lejano donde la han reconocido?
-Nos pasa con mucha frecuencia. En Europa, en la Patagonia… Alguna vez, en Santorini, en la mitad de unos riscos, nos llamaban, ‘Miguel, Catherine, hola, vivimos aquí hace mucho tiempo’, algo hermoso, y nosotros pensando que en ese lugar nadie nos reconocería. Y una vez, bajándonos del río Sena, unas jovencitas me hablaban, yo solo les entendía ‘Catherine Siachoque’, algo les cogí de las novelas, que amaban mis novelas. Pero lo que me pareció más divino es que me dijeran Catherine Siachoque. Hay que ser fan para decir Siachoque, mi apellido boyacense que llevo con mucho orgullo, porque no me lo dijo un colombiano en otro país, sino alguien que habla otra lengua y es de un país lejano. Por eso, sin bobadas, yo estoy entregada a esta profesión. Cosas como esa me hacen sentir comprometida.
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