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Casas muertas mantiene su vigencia entre la esperanza y la desolación

De Ortiz, el pueblo conocido como “La rosa de los llanos”, solo quedan sus casas vacías y el recuerdo de un pasado mejor; una metáfora de la Venezuela de hoy. Escrita por Migue Otero Silva en 1955, ambientada en 1928 durante el régimen de Juan Vicente Gómez, la historia volverá a las tablas con una adaptación de Jan Vidal Restifo y dirigida por Javier Vidal. Serán solo tres funciones: viernes 31 de enero, 1 y 2 de febrero en el Centro Cultural Chacao
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Ortiz ya no es lo que era. Conocido en el pasado como “La rosa de los llanos”, antigua capital del estado Guárico, el pueblo sufre los embates del paludismo, la hematuria, la represión y una extraña fiebre que ataca a sus pobladores sin contemplaciones. Pareciera que ya no hay futuro en esa tierra orgullosa de sus fiestas de antaño el día de Santa Rosa, sus peleas de gallo y su joropo bien bailado. Sus habitantes huyen en busca de un mejor futuro, dejan atrás un pueblo que se cae a pedazos del que solo quedarán sus casas muertas.

Del antiguo resplandor de Ortiz ya solo existe el recuerdo de sus habitantes más antiguos y la esperanza de los más jóvenes, como Carmen Rosa. En su jovial y casi infantil curiosidad por conocer cómo era en el pasado ese pueblo que la ve crecer, la joven ya intuye el fatídico destino que le espera. No solo las casas morirán en esta novela escrita en 1955 por Miguel Otero Silva, fundador de El Nacional, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. La historia, una metáfora de la Venezuela de hoy, volverá a las tablas solo por tres únicas funciones.

 

 

Con una adaptación de Jan Vidal Restifo, dirigida por Javier Vidal, Casas muertas tendrá su gran reestreno este viernes 31 de enero a las 5:00 pm, y continuará el sábado 1 de febrero y el domingo 2 a las 7:00 pm  en el Centro Cultural Chacao (CCCH). No es la primera vez que la historia de Ortiz, con obvias similitudes a la actual situación del país, llega a las tablas. En 2020 una adaptación realizada por el propio Jan Vidal tuvo una muy buena primera temporada, también en el CCCH. Ya se estaba planificando una segunda temporada cuando la pandemia del covid-19 se interpuso.

Antes hubo una primera adaptación teatral de Casas muertas. Fue en abril de 1987 cuando el Grupo Rajatabla llevó a cabo una gran producción con 40 actores a la sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas. El montaje, firmado por Carlos Fraga, dirigido por Carlos Giménez y protagonizado por Elba Escobar, estuvo en cartelera durante un mes. Más de 5.000 personas vieron la obra.

 

Casas muertas

La fiesta de Santa Rosa era una de las celebraciones más coloridas del pueblo | Foto Cortesía

 

“El año pasado cuando la productora Evelin Nava me propuso nuevamente llevarla a cabo, me pareció excelente. Esta es una pieza que ya es un clásico de la literatura junto a Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y Las Lanzas coloradas de Arturo Úslar Pietri. Casas muertas no ha perdido vigencia en absoluto. A medida que pasan estos tiempos, sobre todo en este siglo, la pieza va quedando más y más vigente”, asegura Javier Vidal.

Las entradas de Casas muertas tendrán un costo de 10, 15 y 20 dólares. Con un elenco en el que destacan Julie Restifo, Claudia Rojas, Jessica Arminio y Javier Vidal, la pieza mostrará los llaneros de la historia, las fiestas, el sacerdote y la vida cotidiana de ese pueblo que describió Miguel Otero Silva. “Llevo haciendo teatro durante 50 años y lo primero que tengo en mente es que quiero que el público se entretenga. Me interesa entretener, eso es lo que tiene Casas muertas, llenar un espacio de ocio para la gente que va al teatro. Y sobre ese entretenimiento hay reflexión, comprensión, confrontación y hay un espejo en el que el público se verá”, señala el director.

 

Casas muertas

Martica y Carmen Rosa son parte de la nueva generación que busca conocer, en el recuerdo de los más ancianos, la época dorada de Ortiz| Foto Cortesía

La rosa de los llanos

Miguel Otero Silva escribió la novela en plena dictadura. La historia transcurre en el año 1928, en Ortiz, Guárico, durante el régimen de Juan Vicente Gómez. Su propósito, según Vidal, era poner una especie de tela sobre los eventos históricos que vivió Venezuela ese año tras el movimiento de carácter estudiantil y militar liderado por la Generación del 28, de la que Otero Silva fue parte.

“Ortiz es un pueblo deprimido, depauperado primero por las guerras civiles del siglo XIX y luego por la enfermedad. Habiendo sido capital de Guárico, esas guerras acabaron con él. La gente pobre comenzó a emigrar a oriente, a los campos petroleros que se estaban formando allá entre los estados Monagas y Sucre. También Ortiz era un paso hacia Palenque donde llevaban a los estudiantes que se levantaron en protesta contra Gómez, eso también hizo que la gente se levantara contra el régimen. Todo eso hizo que ese pueblo muriera, como las casas que se van muriendo y quedando vacías”, explica Vidal.

 

Casas muertas

Foto Cortesía

 

Ya desde entonces la historia era, también, una metáfora de lo que estaba sucediendo desde el punto de vista político con Pérez Jiménez. Incluso ahora, tras casi un siglo de los eventos narrados en Ortiz, se pueden encontrar similitudes con “lo que nos está pasando a nosotros de alguna manera en el siglo XXI”, afirma el director. En la novela se narran las torturas y el miedo a no levantar mucho la voz cuando se hablaba de Gómez. En Ortiz está prohibida la palabra “caudillo” porque a él no le gustaba. Gómez se consideraba el presidente constitucional de Venezuela y quien no lo creyera así, debía tener cuidado con expresarlo en voz alta.

 

Casas muertas tendrá su gran reestreno este viernes 31 de enero a las 5:00 pm | Foto Cortesía

 

“Hay muchos elementos que podrían parecerse y se parecen entre la Venezuela actual y ese pueblito de Ortiz. Sí que hay elementos sobre la libertad de expresión, libertad de movimiento y sobre la represión que de alguna manera están viviendo los que quieren hacer una carrera política, que son similares”, comenta Vidal.  Sin embargo, es poco probable, a su parecer, que Venezuela termine por convertirse en una gran Ortiz de casas vacías y muertas. “No creo que Venezuela vaya a desaparecer como desapareció Ortiz durante mucho tiempo. Hoy en día cuando uno lo ve es casi una ciudad museo”.

 

Carmen Rosa y Sebastián | Foto Cortesía

Un clásico de la literatura

Para Javier Vidal el teatro no es un documento sino una metáfora. Con Casas muertas lo primero que quiere lograr es entretener al público con la historia de Carmen Rosa y Sebastián. Al final, la pieza muestra una conclusión que el también dramaturgo describe como duro y sumamente fuerte. “Allí se ve cómo siente que ese pueblito de Ortiz se va quedando solo porque no hay forma de vivir allí. La gente se va. Creo que también es una metáfora de los siete millones de venezolanos que se marcharon del país porque no hay forma de vivir aquí”.

 

Tras una exitosa primera temporada en enero 2020, se estaba planificando una segunda temporada pero la pandemia lo evitó | Foto Cortesía

 

Esa similitud es lo que, a su juicio, convierte a la historia en un clásico. Uno que, además, estuvo basado en personas reales que sí  vivieron en Ortiz. Miguel Otero Silva nunca dejó de ser lo que en principio era: un periodista. “Él se fue a Ortiz a entrevistarse con todos estos personajes que aparecen en la novela. Existió una Carmen Rosa, existió una maestra Berenice, existió un Masón llamado Cartaya. Sebastián le entregó su sombrero a Miguel Otero Silva que estaba en el autobús que lo llevaba para Palenque”, revela.

La vigencia de Casas muertas está en esos datos que prevalecen. En el montaje se baila joropo, con personajes típicos como el poeta del pueblo o el cura del pueblo. También estará  el jefe civil, un represor que representa al gomecismo bajo el lema “Yo soy la ley y la justicia en este pueblo”.

“Yo creo que  hay elementos que desgraciada y lamentablemente aún arrastramos desde hace un siglo”, concluye Vidal.

 

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