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Aquello que no se dice, la nueva aventura literaria de Carolina Jaimes Branger

Tiene cinco libros en su haber (y un par más escritos en grupo) y el 29 de agosto presentará en Bogotá su primera novela, editada por Planeta. Un texto cuyo objetivo es entender parte importante de Venezuela y los venezolanos
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Carolina Jaimes Branger es una mujer interesanteEs ingeniero de sistemas egresada de la Universidad Metropolitana de Caracas, de cuyo Consejo Superior fue miembro entre 2002 y 2008. Impartió clases de Matemáticas y Cálculo durante 27 años. Tiene una maestría en Educación de la Universidad de Harvard, donde también estudió Historia del Arte.

Hace 26 años, no obstante, un artículo suyo publicado en las páginas del diario El Universal le abrió las puertas de la comunicación social en varias de sus ramas: prensa, radio y televisión.

Asegura haber desarrollado “cuero de cocodrilo” ante los insultos (de ambos lados) que ha recibido, y humildad para aceptar las críticas. Ya tiene cinco libros en su haber (y un par más escritos en grupo) y el próximo 29 de agosto presentará en Bogotá su primera novela, Aquello que no se dice, editada por Planeta.

El texto de la contraportada es del escritor Rodolfo Izaguirre. “Carolina Jaimes Branger maneja un lenguaje liberado de todo artificio literario. Revela, así mismo, un gran dominio en algo particularmente difícil: poner a dialogar la intimidad de una familia poderosa con la realidad de un país atravesado por las dictaduras y la riqueza económica”, dice.

Izaguirre será también quien presente el libro el próximo 4 de septiembre a las 4:30 pm en la Librería El Buscón del Trasnocho Cultural.

Aquello que no se dice es un texto cuyo objetivo es entender parte importante de Venezuela y los venezolanos. Está dedicado a sus tres hijas, Tuti, Irene y Sofía, y a su nieta Eloísa.

—¿Cuándo comenzó su interés por la escritura?

— Puedo decir con certeza que fue prácticamente desde que aprendí a leer. La Navidad de mis 6 años le pedí al Niño Jesús una máquina de escribir. Nada de juguetes ni muñecas. Me trajo una belleza de máquina Olivetti, gris clara, con letra cursiva. Cierro los ojos y la veo clarita. Lo primero que escribí fue una poesía, que se la dediqué a mi tío abuelo Pedro Centeno Vallenilla, que se llamaba “El agua de Cevedel”. Por ahí debe andar todavía guardada en los papeles de mi mamá.

—¿Piensa que lectura y escritura van de la mano?

—Ciertamente. Un buen escritor es primero un gran lector. Siempre se lo digo a mis alumnos. Si quieren escribir bien, tienen que leer. Pero no leer las redes sociales… Me preocupa el desinterés de los jóvenes por la lectura. Creen que en un teléfono está todo lo que tienen que saber y ciertamente hay mucho, pero no todo lo que necesitan. Hay que leer a los grandes de la Literatura de todos los tiempos.

—Los niños, sobre todo, necesitan ejemplos. Si no ven a sus padres o abuelos leyendo, no van a ser lectores…

—¡Has dado en el clavo! Y aclaro que el ejemplo funciona para todo, no sólo para la lectura. Mi papá fue un apasionado lector. Cuando estaba en la casa, siempre tenía un libro en la mano. Mi abuela materna, a quien fui muy unida, también fue una gran lectora. Nos intercambiábamos libros y los comentábamos. Mi tío Pedro, a quien te acabo de nombrar, era muy cómico: impenitente lector, comentaba los libros en los márgenes, tanto si estaba de acuerdo o no. A veces escribía tanto que agotaba los espacios y tenía que meter papelitos… Era un placer leer un libro comentado por él. A mis hijas las acostumbré desde bebés a leerles un cuento y a recitarles una poesía todas las noches antes de dormir.

—Con varios libros en su haber y siendo además articulista de El Nacional y los principales diarios y plataformas web venezolanas, uno podría pensar que estudió Letras o Comunicación Social, pero resulta que es ingeniero de sistemas… ¿Cómo se compagina eso?

—Esa es una pregunta que siempre me hacen… Y pienso que es como un atavismo que tenemos los venezolanos: no pensamos en términos de “además de”, sino de “en vez de”. Soy ingeniero y además (no en vez de) me gusta la Literatura, leer, escribir, hacer radio, televisión, comunicar. Di clases de Matemáticas y de Cálculo durante 27 años, que no es sino otra manera de comunicación. Y estoy agradecida de mi formación matemática porque para escribir, tengo una estructura lógica que me ayuda mucho. Cuando escribo soy clara, precisa, directa. Y creo que esa es una de las razones por las que le llego a un gran público.

Foto Alan González

—Ha escrito muchísimos artículos de opinión. Además, ha publicado cinco libros y, sin embargo, Aquello que no se dice es su primera novela. ¿Por qué tardó tanto?

—Fueron varios factores… Esa novela la empecé hace como veinte años. Escribí como 120 páginas y la dejé porque mi mamá entró en shock cuando leyó lo que había escrito. Le pareció escandalosa. Ya le había comenzado la demencia senil y cada vez que me veía escribiendo me preguntaba con angustia si estaba escribiendo la novela. Entonces le dije “no, mami, no te preocupes, la dejé”. Después de que ella murió, la retomé. Pero en ese momento una persona a quien respeto mucho como escritora, literalmente me la destrozó. Me dijo que era banal, provinciana y una serie de adjetivos más… La volví a dejar. Y durante la pandemia, mi hija Irene, que también es lectora y escritora, me animó a terminarla. Y así fue tomando forma hasta el día de hoy que ya deja de ser un proyecto ansiado para convertirse en una realidad preciada.

— ¿Qué significa para un escritor que lo publique una editorial tan importante como Planeta?

— Un gran honor y a la vez una gran responsabilidad. Siento una enorme gratitud hacia quienes decidieron que mi novela cumplía con los requisitos para ser publicada por ellos. A Frances Solé, Juan David Correa Ulloa, Camilo Jiménez Estrada, Mariana Marczuk, por su apoyo y, sobre todo, su paciencia. Aunque no es del staff de Planeta, tengo que darle las gracias a la gran escritora colombiana Mima Peña por aceptar ser la presentadora de mi novela en Bogotá. Y tengo un agradecimiento muy especial a la doctora Vanessa Solano Cohen, mi editora, porque sus sugerencias hicieron mi novela mucho más sólida (¡y también cien páginas más larga!).

— ¿Nos adelanta algo de la novela?

Sólo una pista: va sobre la hipocresía de la clase alta venezolana a principios del siglo XX. De hecho, comienza con un epígrafe de la escritora venezolana Jacqueline Goldberg que dice:
Terminaremos tras una máscara.
Y la máscara entre las rodillas.
Es tan clara la oscuridad.
Tan inútil todo. Casi todo.
Quiero aprovechar para darles las gracias también a quienes fueron lectores del primer manuscrito por sus consejos y comentarios. Los tomé prácticamente todos.

— ¿Y ahora qué viene con la novela?

— Deseo presentarla en varias partes, sobre todo donde haya muchos compatriotas. Que sientan su país cercano, presente. La novela es muy, muy venezolana. Ya tengo planes para presentarla en Barcelona y Madrid y tal vez en Tenerife. De hecho, en Madrid me la va a presentar Miguel Henrique Otero y en Barcelona, Ada Rafalli. Luego en Houston y en Miami. Y después, el año que viene, a ver si puedo hacer una vuelta por todos los estados de Venezuela donde se publican mis artículos.

—¿Qué está escribiendo ahora?

— Ya empecé la continuación… Y quiero retomar mis clases de Escritura Creativa. Eso me obliga a escribir con mayor regularidad.

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