El Festival de Cannes celebra en esta edición su 75 aniversario y, como cada año por estas fechas, toda la ciudad se vuelca para ensalzar el certamen cinematográfico: su gran cartel preside ya el paseo marítimo y el flujo de visitantes se acelera la víspera de su inauguración.
La celebración en este 2022 es doble. En 2020 se canceló debido a la pandemia y en 2021 se pospuso de mayo a julio para ajustarse al levantamiento progresivo de las restricciones sanitarias, por lo que este regreso a sus fechas habituales refleja a su vez la vuelta a una relativa normalidad.
Desde este martes y hasta el 28 de mayo, este privilegiado enclave de la Costa Azul francesa experimenta una transformación tanto de su actividad como de su población, que se triplica y pasa de las 76.000 personas censadas a unas 200.000.
Son dos semanas en las que, según cifras de 2019, las últimas disponibles, el festival genera unos 200 millones de euros de ingresos y crea 2.300 puestos de trabajo, del total de 850 millones y 13.400 empleos que el turismo de negocios origina allí a lo largo del año.
La alcaldía no difunde los datos del año pasado ni los de 2021 porque no los considera representativos del impacto económico del certamen, que se inaugurará con la película Coupez!, de Michel Hazanavicius, y tiene a un director español entre los aspirantes a premio, Albert Serra, con su filme Pacifiction.
Esperanza entre los comerciantes
Fabrice Viard, fundador de la empresa de gestión de yates de lujo Liberty Yatchs, no necesita cifras concretas para constatar la mejoría general. 2020 fue un año difícil, en 2021 su actividad experimentó una ligera recuperación ya que hubo gente que se confinó en sus barcos, y este 2022 los dos puertos de Cannes están completos, asegura a Efe.
Su firma trabaja para propietarios de yates privados: familias europeas, estadounidenses que veranean en la costa francesa, clientela de Medio Oriente, de Arabia Saudita a Qatar, y también muchos rusos, aunque el embargo sobre ese país debido a la guerra en Ucrania hace prever un descenso importante.
Y durante el festival, que le supone 10% de su facturación anual, a esa cartera se le suman las estrellas que buscan en un barco la privacidad que no les ofrece un hotel, y empresas de organización de eventos, porque las fiestas allí tienen la ventaja de controlar mejor quién entra. «Eliges a quién quieres a bordo», apunta.
Ian Rouault, comercial de la empresa de venta y alquiler de propiedades de lujo Europa Hymson, mira también con buenas perspectivas esta 75 edición. Su establecimiento está ubicado justo enfrente de la fotogénica alfombra roja y ha sido desde hace 40 años un testigo directo de la efervescencia propia de estos días.
«Para alguien de Cannes, como yo, el festival es motivo de orgullo. Se habla de Cannes en todo el mundo y es una ciudad conocidísima por su festival», apunta sobre un certamen que en dos semanas les hace facturar el equivalente a un mes entero de temporada alta.
Las restricciones a la circulación y la mayor presencia policial no echan para atrás a turistas como Carmelina, italiana de 62 años que desde hace 40 hace coincidir parte de sus vacaciones con su celebración.
«Me gusta el ambiente festivo y la gente es muy amable. Nos damos una vuelta, comemos un helado, vamos al restaurante, al casino, jugamos, unas veces ganamos y otras perdemos, compramos cosas… Me gusta todo de Cannes», señala.
El paseo marítimo congrega así a asiduos y a recién llegados. «Me alegro de que la gente venga, tanto de Francia como del extranjero. El festival da vida a toda la ciudad», sostiene Francis, residente de 85 años al que no le preocupa el potencial riesgo que un acontecimiento como este pueda suponer.
Vigilancia extrema
La alcaldía ha movilizado a agentes por tierra, mar y aire. Hay 766 cámaras de videovigilancia, lo que supone 1 por cada 97 habitantes, la red más densa de todo el país, y jardineras de más de una tonelada cuya principal función es evitar que algún vehículo pueda abalanzarse sobre la multitud en zonas peatonales, como cuando el 14 de julio de 2016 un atentado mató a 86 personas en Niza.
Más allá de ese refuerzo de seguridad, los numerosos carteles con la imagen del certamen en comercios y todo tipo de establecimientos no hacen olvidar que todo oscila estos días en torno al mundo del cine.
«Cannes es un pequeño pueblo que se viste de fiesta», resume Lita, belga de origen y residente desde 2008, que ha organizado diversos actos para mostrar a los turistas la vida local, diferente del «bling bling» de un certamen en el que antes la gente se cruzaba por la calle con las estrellas y ahora, lamenta, apenas las ve unos segundos en la alfombra roja.
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