En un momento en el que las series de TV ni siquiera soñaban con el prestigio y el respeto que inspiran hoy, una historia de vampiros, demonios y fuerzas sobrenaturales conquistó a adolescentes de todo el mundo. Pronto, sin embargo, quedó claro que debajo de la cáscara de una historia fantástica, Buffy, la cazavampiros escondía una trama muy progresista para la época, alejada de los clichés y sin miedo a arriesgarse.
El universo de Buffy salió de la cabeza de Joss Whedon, hijo y nieto de importantes guionistas de TV estadounidenses, quien a finales de la década del 90 trabajaba como parte del staff de escritores de sitcoms como Roseanne o de la película Speed, aunque sin una contribución significativa que le mereciera un destaque especial en los créditos.
Así, mientras escribía diálogos y escenas para otros, también desarrollaba sus propias ideas. Una de ellas fue Rhonda, la camarera inmortal, la historia de una joven que trabajaba atendiendo una cafetería en una pequeña ciudad de día y que de noche combatía criaturas del mal, pues era heredera de una estirpe de feroces guerreros.
El mal paso
En 1991 logró venderle la idea a la productora de Dolly Parton, Sandollar, pero con la condición de que debían hacerse algunas modificaciones; una de ellas fue cambiar el nombre y profesión de la protagonista. Y así nació Buffy, una adolescente que descubre que es parte de un linaje de guerreras contra enemigos sobrenaturales.
«Lo que me atrajo fue contar la historia de una joven que, en apariencia, es inofensiva y hasta insignificante, pero termina siendo alguien totalmente extraordinario», aseguró Whedon, quien con el tiempo se volvería uno de los nombres más importantes de la cultura pop no solo en la pantalla chica, sino también en el cine. Pero a comienzos de la década del 90 aún tenía mucho que demostrar y pocos confiaban en su visión.
Tal vez por eso los directivos de Sandollar hicieron aún más cambios en su historia, lo cual llevó a que su creador se alejara antes de que comenzaran a rodar: «Yo quería hablar de una mujer empoderada y la volvieron una comedia tonta sin brillo ni gracia. Realmente eso me rompió el corazón».
Con Luke Perry, un nombre en ascenso gracias a Beverly Hills 90210, y Kristy Swanson como la protagonista, la película Buffy, la cazavampiros fue uno de los fracasos en taquilla de 1992 y Whedon temió que fuese el fin de su incipiente carrera. Sin embargo, logró dejar este traspié detrás y siguió trabajando como guionista en grandes tanques como la cuarta película de la saga Alien, consolidándose más y más en Hollywood. Su sueño, sin embargo, seguía siendo contar la historia de Buffy.
La cazadora perfecta
El destino empezó a jugar a su favor en 1996 cuando el CEO de Sandollar, Gail Berman, le preguntó si estaba dispuesto a hacer una serie de televisión sobre ese guion original, del cual aún tenía los derechos. Pero Whedon ya no era el guionista ignoto de años atrás y aceptó solo con la condición de que le dejaran desarrollar la idea con la que él soñaba, que era «mostrar a la escuela secundaria como una película de terror». Y Berman aceptó. Era perfecto para el recién estrenado canal de cable The WB, que buscaba atraer con ficciones a la audiencia joven de Estados Unidos.
Con la luz verde de la señal, que le asignó un presupuesto algo mayor que al resto de los programas juveniles, la producción de la serie comenzó armando decorados, puliendo guiones y, lo más importante de todo, buscando a un elenco que pudiera hacer creíble la historia pero dotándola también de carisma y atractivo.
Una de las actrices que se presentó para uno de los papeles fue Sarah Michelle Gellar, quien era para ese entonces una cara relativamente familiar para la audiencia estadounidense. Y es que luego de hacer muchísimos comerciales de TV en la década del 80, había trabajado en varias telenovelas de la tarde en los 90 y en películas para la pantalla chica. Llegó al casting para el rol de Cordelia días después de ganar un Emmy como actriz secundaria por su rol en la tira vespertina All My Children, pues buscaba crecer profesionalmente en otra dirección. Luego de hacer su prueba, Whedon la felicitó y le dijo: «Acabas de quedarte con el papel de la protagonista».
«Sarah personificó a Buffy de la mejor manera posible: le dio una inteligencia y una profundidad al personaje que sin dudas yo jamás hubiese podido escribir en un guion. Es increíblemente empática, la ves y no quieres dejar de mirar. Y ella, como actriz, es muy inteligente porque piensa y mira todo lo que sucede en la trama y entiende qué necesita cada escena. Además, le dio muchas facetas y emocionalidad, lo que evita que a veces Buffy parezca tonta o simplemente obstinada: su talento logró salvar a Buffy de mí mismo», le dijo el realizador a Edward Gross y Mark A. Altman en su libro Slayers & Vampires.
Por ese entonces la serie se iba a llamar Slayer para que no sea confundida con la película, idea que fue abandonada cuando descubrieron que realmente nadie recordaba el filme. Y además de una protagonista necesitaba un galán pero era todo un desafío porque Ángel era el amor imposible de Buffy que, siendo inicialmente su protector no puede ocultar que es un vampiro. Al jugar el doble rol de galán y amor imposible, se requería que fuera alguien no solo atractivo sino también buen actor.
Según recordó la directora de casting, Marcia Schulman, el guion de Whedon pedía que fuese «el hombre más fantástico, misterioso y hermoso de la faz de la Tierra». Desesperada, recorrió todos sus archivos sin éxito hasta que un día antes de cerrar el elenco el destino le dio una mano.
«Yo había visto prácticamente a todos los hombres de Los Ángeles sin éxito. Hasta que una amiga me comenta que todos los días ve a ‘al chico más lindo del mundo’ paseando un perro por su cuadra. Me tomé un coche e hice guardia hasta que apareció. Mi amiga no mentía y yo había encontrado a Ángel», explicó Schulman.
El elegido fue David Boreanaz, un joven que soñaba con ser actor pero no tenía suerte en los castings. De hecho, estaba trabajando de día en un club, acercándole toallas para la pileta a los socios y estacionando autos de noche en un restaurante, cuando la directora de casting lo halló.
«Yo soñaba con actuar. Quería ser el bombero, el policía, el cowboy, el indio… ¡Cualquier papel! Reconozco que nunca pensé en estudiar para ser un intérprete shakespeareano porque nunca tuve ese talento. Lo mío es la pasión y el vouyerismo: me encanta ver a la gente. Ir a parques, a restaurantes, a bares… Ver a las personas, lo que hacen, qué dicen. Si tengo un método, es ese», reconoció el intérprete.
Para el guionista David Greenwalt la química entre ambos fue uno de los secretos del éxito de la ficción: «Es muy difícil encontrar a alguien que sea muy lindo y que tenga potencial de ser una estrella pero que aún no lo sea. Recuerdo que cuando hizo el casting le dimos a David una escena en donde estaba arriba de una motocicleta. Él llegó, agarró una silla y la dio vuelta para sentarse de una forma diferente que de inmediato le quitó el aliento a todas las mujeres presentes. Ahí sospechamos que había algo. Y cuando en el episodio siete finalmente él y Buffy se besan… ¡Wow! Nada que agregar. Después de ese beso, el resto es historia».
Un ángel caído
El elenco principal se completó con su tutor Giles, el inglés Anthony Head, y los dos amigos del colegio de Buffy, Xander Harris y Willow Rosenberg. Para el rol de Xander quedó elegido el novato Nicholas Brendon, quien casi no tenía experiencia en la actuación pero era increíblemente carismático, y Alyson Hannigan fue elegida para Willow. Aunque todos los personajes terminaron creciendo y tomando nuevas dimensiones con el correr de las temporadas, en muchos sentidos este personaje es uno de los más ricos de la trama: comienza siendo una tímida nerd hasta que descubre que puede ser una bruja muy poderosa.
«Lo genial de Alyson es que siempre te interpela emocionalmente: ya sea que Willow esté en peligro o herida, ella logra que uno se relacione emocionalmente. A la vez, logra imponerle su carácter y en ese sentido logró conectar con Sarah y le trajo al elenco una perspectiva diferente y complementaria con los demás», aseguró Whedon.
Buffy, la cazavampiros debutó con sólidos números de rating el 10 de marzo de 1997 y con el correr de los episodios fue creciendo en audiencia, volviéndose uno de los hits de la señal The WB. Para la tercera temporada ya era una de las series más populares entre los adolescentes y el romance entre Buffy y Ángel se llevaba los suspiros de todos. Pero era un amor que no estaba destinado a concretarse y en el que Whedon, en particular, no confiaba.
«Ángel nunca fue pensado para estar en el elenco estable… Digamos que fue una presión del estudio para poder tener una relación amorosa, pero Joss siempre supo que sería pasajero. Si la serie hubiese sido convencional, sin crecimiento de los personajes, quizá tenía sentido pero recuerdo que un día él nos sentó y nos dijo: ‘Debemos dar el paso lógico de que abrace su costado oscuro y se aleje de Buffy», recordó George Snyder, asistente personal de Whedon durante toda la serie.
La salida de Ángel provocó una reacción acalorada de los fanáticos, quienes escribieron cientos de cartas y armaron petitorios en los viejos foros de Internet. Pero la decisión estaba tomada y Whedon no lo quería de nuevo. El canal The WB, en cambio, vio en esta popularidad una oportunidad y lanzó su propia serie, Angel, en donde se exploraba su nueva vida lejos de Sunnydale.
La salida del galán coincidió con el fin del colegio secundario para los protagonistas, quienes en las temporadas siguientes descubrieron más villanos y desarrollaron aún más sus poderes. A lo largo de los episodios se sucedieron varios momentos que dejaron en claro que la serie no era la clásica ficción adolescente: desde la muerte de Buffy, que termina resucitando pero con un trauma permanente después de haber pasado más de cien días en el infierno, hasta la aparición de su hermana, de la que se tiene que hacer cargo dejando la universidad cuando su madre muere, a la salida del closet de Willow.
A lo largo de sus 144 episodios, Buffy la cazavampiros no tuvo miedo de explorar temáticas poco recorridas por la pantalla chica hace 2 décadas, incluyendo violencia de género, relaciones tóxicas, conductas suicidas, consumos problemáticos de sustancias y hasta un episodio musical en el que todo el elenco cantó el guion de principio a fin.
A 23 años de su estreno, la serie sigue sumando fanáticos. Todas sus temporadas están disponibles en Amazon Prime Video y desde entonces resurgió en redes sociales. Mucho antes del boom de la saga Crepúsculo, Buffy… popularizó una caracterización de los vampiros que le daba una vuelta de tuerca a estas criaturas de la cultura popular. La investigadora Sarah Lemelman, que analizó el rol de la serie en términos de género, admite en su libro It’s About Power que Ángel no es el primer vampiro galán, pues ese rol debutó con la novela de 1976 Entrevista con el vampiro, de Anne Rice. Sin embargo, sentó un precedente.
«En 2008 las adolescentes de todo el mundo conocieron a Edward Cullen en Crepúsculo y a Bill Compton, el vampiro buenmozo y de buenos modales de True Blood. Al año siguiente, llegó a la televisión Stefan Salvatore de The Vampire Diaries. Los tres son inimaginables sin Ángel, el primer vampiro de la pantalla chica que se rehusaba a tomar sangre y que quería ayudar a los humanos, no matarlos», escribió Lemelman.
En muchos sentidos, Buffy fue un semillero de estrellas aunque muchos en su elenco quedaron para siempre vinculados con sus personajes. Mientras que Gellar hizo carrera en Hollywood a comienzos de siglo con varias películas como Sé lo que hicieron el verano pasado, Scream 2 y Juegos sexuales, Boreanaz protagonizó doce temporadas de Bones y Hannigan se volvió una estrella gracias a How I Met Your Mother. Whedon, mientras tanto, pasó de pedir a los estudios que le dejen plasmar sus ideas a ser uno de los realizadores más taquilleros de la historia gracias a Los Vengadores y Los Vengadores: Era de Ultron, entre otros tanques.
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