El tercer álbum de estudio de la estadounidense Billie Eilish, el esperado Hit me hard and soft, es un trabajo elegante que representa, a lo largo de diez canciones, un paso más en su estilo urbano contemporáneo y, a la vez, heredero de las grandes intérpretes femeninas del siglo XX.
Tras triunfar en los Oscar con su contribución a la banda sonora de Barbie (2023), el álbum de Billie Eilish -que se publica este viernes 17 en todo el mundo- llega sin haberse conocido ninguna canción de adelanto, ya que, en palabras de la intérprete en sus redes sociales, quería ofrecerlo «todo de una vez».
De nuevo producido con su hermano Finneas O’Connell, el nuevo disco de Billie Eilish (Los Ángeles, 2001) vuelve sobre el camino abierto por su predecesor, Happier than ever (2021), en el que se planteaba su vida como joven estrella del pop. Tres años después, la imagen que Eilish proyecta sobre el mundo sigue siendo un tema recurrente en sus canciones.
«¿Estoy actuando ya según mi edad?», se pregunta en el primer corte del álbum, Skinny, una canción sobre la percepción que los demás tienen sobre su imagen de cara al público, sobre la depresión y cómo lidiar con la fama mundial, algo con lo que la artista convive desde su precoz inicio en la música.
Pop más suave
Con un sonido menos agresivo que su apabullante álbum de debut, When we all fall asleep where do we go? (2019), este contiene varios temas que recuerdan vagamente a aquel estilo oscuro electrónico que le hizo irrumpir con fuerza en las listas de éxitos de todo el mundo, pero donde queda patente un viraje a un pop más contemporáneo.
Ejemplos de esta evolución se ven en canciones como «Lunch» o «Chihiro», que aparecen entre las primeras canciones del repertorio, con una vocación de producto para pistas de baile, en la que Eilish se muestra más segura de sí misma: «Me podría comer a esa chica para almorzar».
«Birds of a feather» muestra a una Eilish más luminosa, con un pop adolescente con claro sabor a los años noventa, en un tema sobre el amor incondicional, que contrasta con la soledad que solía ser la tónica habitual de los temas de las letras de la californiana.
En «The Greatest» ahonda en la dependencia emocional en las relaciones amorosas tóxicas, en la que Eilish deja entrever su desesperación por hacerse notar en un corte que abraza el pop épico con sintentizadores, guitarra y batería para dar paso a una vengativa «L’amour de ma vie», donde quiere pasar página y dejar atrás una historia tormentosa: «Tengo que confesar que mentí cuando te dije que eras el amor de mi vida».
El álbum se cierra con «Blue», otro tema de pop más convencional, siempre con la impronta de la cantante, con las bases electrónicas características de su sonido y que suena como una rendición, una vuelta a la depresión, y que sirve como repaso a todas las vivencias que relata durante todo el álbum.
Con un álbum que espera cosechar el éxito de sus dos predecesores, la ganadora más joven de un Grammy visitará los escenarios de Europa y Norteamérica a partir de septiembre de este año, con una doble visita a Barcelona (nordeste español) los días 14 y 15 de junio de 2025.