La nueva novela de Paul Auster, Baumgartner, tiene apenas 200 páginas, y cualquiera podría pensar que está escrita con la urgencia de alguien que se sabe desahuciado -al escritor le diagnosticaron cáncer a finales del año pasado.
Lo cierto es que el libro es una meditación calmada sobre la vejez, la pérdida y la memoria, que tiene más de ejercicio literario que de apresurada despedida.
Su protagonista, Sy Baumgartner (cuyo apellido da nombre a la novela), es un profesor de filosofía y escritor a punto de jubilarse que perdió a su mujer, Anna, en un accidente 10 años atrás.
A través de un baile de episodios que dibujan a trazos la relación entre ambos, Auster consigue reflejar el camino fragmentado de la memoria, los pasos en falso, las distracciones de la vida cotidiana y la sombra inquietante de nuestra propia mortalidad.
Tal vez al lector fiel del estadounidense, acostumbrado a amplias narrativas como La trilogía de Nueva York o 4 3 2 1, le sepa a poco esta tenue exploración de la vida cotidiana, pero incluso aquí encontrará destellos de una imaginación expansiva: en los pequeños fragmentos y poemas, atribuidos a Baumgartner y su mujer, que Auster intercala en el texto, y que apuntan a un universo mucho más grande.
Es la primera novela del escritor, nacido en Nueva Jersey en 1947, en seis años. Su último libro de ficción, 4 3 2 1, estuvo en la lista de preseleccionados para el premio Booker, uno de los más prestigiosos en lengua inglesa.
En la «tierra del cáncer»
Auster recibió en 2006 el premio Príncipe de Asturias de las Letras, lo mismo que su esposa, Siri Hustvedt, que lo recogió en 2019. Fue Hustvedt quien hizo el anuncio, el pasado marzo, del cáncer que padece su marido, aunque de momento no se sabe qué tipo de cáncer es ni cuál es el estado actual del escritor.
Hustvedt escribe de vez en cuando en su cuenta de Instagram sobre el tratamiento de su marido, al que se refiere como la «tierra del cáncer», un «territorio (…) confuso y traicionero».
Ha llegado a decir que Auster no tiene miedo a la muerte, y que se enfrenta a las idas y venidas de la enfermedad con humor y comprensión.
«Valiente y sin quejas, su humor intacto, ha hecho que este tiempo de enfermedad, que ya ha durado casi un año, sea hermoso, y no feo», escribió en agosto.
El hecho de que a Auster no se le haya visto en público desde el anuncio de su diagnóstico ha alimentado las especulaciones, aunque lo cierto es que el autor, de un modo u otro, se ha mantenido vigente.
En enero salió a la venta Bloodbath Nation, un ensayo sobre la violencia con armas de fuego, en un momento en que el debate sobre la facilidad con la que los estadounidenses pueden comprarlas ha vuelto, de manera trágica, a abrir los informativos.
«Decir que las armas de fuego no causan la violencia con armas de fuego no es menos ridículo que decir que los autos no causan los accidentes de auto o que los cigarrillos no causan cáncer de pulmón», sentenciaba el escritor.
Su diagnóstico, sin embargo, iba más allá. Hace falta que el país se enfrente a la línea divisoria que parece abocar a la sociedad a un conflicto eterno, se mire al espejo y decida qué tipo de futuro quiere lograr.
Esto requiere, según su argumento, una evaluación sin tapujos del pasado. Quizás, en el fondo, eso es Baumgartner: un estudio del pasado con la esperanza de iluminar un futuro incierto.