Estaba en medio de una gira por Europa que lo tenía muy emocionado. Los conciertos habían comenzado en septiembre. La primera parada fue España. Se presentó en Barcelona y Madrid. Le siguieron Suiza y Alemania, y la siguiente parada era Francia. Pero Aquiles Báez no llegó. Tal día como hoy, hace tres meses, un ataque cardíaco le puso fin a la vida al destacado músico, compositor y promotor cultural.
Báez se encontraba en Aachen, la ciudad más occidental de Alemania, en casa de Ramón Aular, un gran amigo de juventud. Allí pasó varios días tocando y planificando varios proyectos que quería hacer realidad. “Habíamos estado tocando un rato en casa de mi vecino, quien estaba tan sorprendido porque no se esperaba a un guitarrista de ese nivel y quiso grabar todo lo que vio”, dice Aular, quien jamás imaginó que sería el último encuentro con su amigo.
Esa última noche fue excepcional, recuerda. Disfrutaron de una velada amena entre buena música y anécdotas. “La pasamos súper bien. Aquiles era una persona que disfrutaba sanamente”, dice. La mañana siguiente, aunque lo sospechaba, no quería creerlo. Sentado en un sillón, Báez parecía dormido por lo apacible y tranquilo que se veía. “Cuando lo vi le dije ‘Mira, acuéstate que estás todo incómodo» y como no respondía insistí hasta que me di cuenta”, recuerda el profesor del Conservatorio de Música de Aachen.
“Cuando llamé a emergencia me dijeron que le diera masajes en el pecho siguiendo el ritmo de un sonido que te ponen. Los paramédicos llegaron rápido pero no pudieron hacer nada. Ya se había ido (…) El mismo doctor dijo que probablemente no se dio cuenta cuando se fue”, agregó Aular, quien conservaba para el momento de esta entrevista las cenizas de Báez hasta que terminara todo el papeleo para su traslado a Venezuela.
Zuly Perdomo, productora de la gira que lo llevó a Europa y amiga, estaba por salir a París, donde se encontraría con Aquiles, cuando se enteró de la noticia. Como responsable de contratar el seguro del tour, se encargó de una de las partes más difíciles del proceso: gestionar la cremación, el traslado del cadáver de donde murió y contactar a la familia. “Aquiles estaba empeñado en contratar un seguro de Venezuela y yo le dije que confiaba más en uno de aquí (España), pero nunca me imaginé que lo iba a usar porque él estaba bien, no estaba enfermo ni había sufrido de un paro cardíaco ni nada de eso”, dice.
Perdomo y Aular impulsaron a Báez a realizar la gira europea. En Venezuela, el compositor había pasado por una temporada complicada marcada por problemas personales, entre ellos la muerte de su madre. Estaba deprimido. “Él era un tipo de nivel internacional que podía estar en los mejores festivales de jazz del mundo. Esa era su liga. Por eso hay muchos que se preguntaban qué hacía en Venezuela. Él me decía que esa era su vida, estar allí con su familia, con su chamo, y que lo demás no le importaba tanto, luego se presentaron algunos problemas que hicieron que la situación cambiara. Creo que eso lo mató (…) Por eso surgió la idea de que viniera a hacer la gira. Se arreglaron conciertos en varios países y la idea es que sirvieran de puente para hacer contactos y conocer gente”, cuenta Ramón.
Aquiles Báez estaba trabajando en varios proyectos, entre ellos dos libros con más de 40 composiciones y dos discos de guitarra, que recién había terminado de grabar. “Todo eso constituye una cantidad de hechos que me hicieron decirle ‘vamos a proyectar eso y vamos a sacarte un poco de tu dolor y animarte’. En ese momento, él estaba relativamente contento porque había hecho la música para una película (Qué buena broma, Bromelia de Efterpi Charalambidis) y paralelamente estábamos organizando la gira, que comenzó en Barcelona, donde bautizó su libro La música de Aquiles Báez”, comenta Perdomo.
Ramón Aular le propuso a Báez mudarse a su casa, desde donde podrían planificar juntos sus siguientes proyectos. “Estuvimos hablando y planificando los primeros pasos. Yo le dije que lo veía con trío o un cartero dándole vueltas a Europa. Recuerdo que me dijo: ‘Eso está fácil porque hay mucha gente afuera con la que me gusta tocar’”, recuerda.
Con esta gira, que tenía previsto finalizar en Portugal, Báez iba a la reconquista no solo de la diáspora venezolana sino también del público europeo. “Estaba súper emocionado porque iba a mostrar temas inéditos. Él era muy conocido, esta gira no había sido la única. Ha venido muchas veces y aquí lo aprecian muchísimo”, afirma Zuly Perdomo.
Más que un músico excepcional
Cuando se habla de Aquiles Báez lo primero que dicen de él quienes tuvieron la fortuna de conocerlo es que, además de ser un músico prolífico con un talento y una habilidad excepcional, era una persona extremadamente generosa y un amigo incondicional.
«Aquiles era amigo de todos. Puedo decir con toda seguridad que era muy cercano porque era muy amable, simpático y empático. Tenía un sentido del humor a flor de piel, todo el tiempo tenía una picardía y un juego de palabras. Se daba a la tarea de llamar a la gente en su cumpleaños, de invitar a sus conciertos a muchachos que estaban aprendiendo. Él tenía una maestría y una impecable técnica no solo cómo intérprete y compositor, también como ser humano», asegura Perdomo.
Betsayda Machado no recuerda quién llegó primero a la vida de quién, pero de lo que sí está segura es de que desde que se conocieron se convirtió en parte de su familia. «Aquiles era más que un hermano. Él llamaba a nuestros encuentros para hacer música ‘un milagro excepcional’’ y así lo fue siempre”, dice la cantante, quien asegura que aunque Báez era muy bromista, también era muy disciplinado. «Yo veía en él la presencia de Morella Muñoz, que decía que lo regañaba mucho. A veces me echaba mis prenzones de orejas y me decía: ‘Tú no puedes andar por ahí parrandeando a estas horas de la noche, tienes que cuidarte’. Me armaba mis líos. También se preocupaba por que creciera a nivel musical y profesional. Eso lo hizo con todo el mundo».
Machado recuerda con especial cariño una anécdota de un viaje que hizo a Bilbao, España, junto a Báez. “Él quería que yo saliera a conocer la ciudad y me decía en las mañanas: ‘Hoy vamos a ir para tal parte’. Recuerdo que me decía: ‘No puede ser que dejes de ir a un museo para planchar’. Yo siempre estaba preocupada por los informes para presentarnos en el escenario. Ahora, cada vez que agarro una plancha, escucho la voz de Aquiles criticándome», cuenta entre risas.
Marina Bravo se convirtió en fan de Aquiles Báez desde joven, cuando no existía Google para investigar sobre su música. Varios años más tarde coincidieron en un concierto en Barquisimeto y desde entonces se hicieron grandes amigos. «Fue un flechazo y desde ese día nos quisimos y nos amamos. Luego empezamos a trabajar juntos. Yo siento que fui parte de ese equipo de músicos y cantantes que lo rodeamos y lo terminamos de convencer para que se regresara a Venezuela», dice la cantante, que destaca que el compositor fue para ella, además de un gran amigo, un maestro. «A veces sentía que él creía más en mí que yo misma, es increíble porque tenía un ojo para ponerte a hacer cosas que ni imaginabas podías hacer».
Bravo destaca que Báez le enseñó el valor de la música y la importancia y responsabilidad de pararse sobre un escenario. «Todas eran ideas que ya conocía pero que se terminaron de concretar trabajando con Aquiles. Lo recordaré en cada cosa que haga. Nosotros éramos hermanos, lo voy a recordar con una sonrisa siempre, dándole valor a la música. No quiero recordarlo con tristeza», afirma.
Para el cuatrista Jorge Glem trabajar con Aquiles Báez, fundamental en la creación de C4 Trío, fue una bendición. «Él siempre estaba pendiente de todo. Eso fue muy chévere porque veíamos que la cuestión (el primer disco de C4 Trío) estaba tomando forma y eso nos daba seguridad porque apenas éramos unos chamos comenzando en este mundo. Con Aquiles las cosas siempre fueron claras, siempre fue una bendición».
Aquiles Báez nunca decía que no. Apoyaba en todo lo que podía sin esperar nada a cambio, algo que Ramón Aular considera que no siempre fue bueno para él. «Aquiles era extremadamente desprendido de lo material. Él se la pasaba tocando por allí ‘de pana’. Donde le decían, él iba y tocaba. Nunca le decía no a nadie. Dónde podía apoyar, él lo hacía. En él no vivía el ‘cuánto hay pa’ eso y eso está mal porque la música era su profesión. No digo que siempre tocaba gratis, pero sí creo que lo hizo muchas veces. Era muy generoso. No lo pensaba, solo decía ‘sí, dale’. Siempre fue así».
Un legado musical que perdurará
Aunque Aquiles era conocido por experimentar con géneros como el jazz y la bossa nova, entre muchos otros, siempre mantuvo en sus obras esa raíz de la música tradicional venezolana. «Desde el punto de vista musical, era muy interesante porque en él convivían el aspecto folclórico de música popular, que no necesariamente está en los músicos de jazz a nivel mundial. Él tenía eso a su favor, además de su faceta como compositor. Era tan prolífico, tan increíble, que hizo tanta música. Hubo algunas piezas que ni las escribía, solamente las tocaba y ya. De ahí surgió la idea de hacer un libro. Lo cierto es que cuando vino, imprimió sus dos libros en España, de una manera muy sencilla, y por lo menos quedaron como 60 piezas escritas», dice Aular.
Y agrega: «Aunque era muy ordenado y disciplinado componiendo, le faltó la rutina del lápiz, de escribir todo tal cuál como lo tocaba. Yo le decía que en el mundo de los guitarristas clásicos él podía lograr muchas cosas como compositor. Él tenía un montón de piezas por las que los guitarristas clásicos se volverían locos, pero le decía que tenía que escribirlas como partitura».
Aquiles Báez grabó 17 discos y realizó innumerables colaboraciones con artistas como Aquiles Machado, Paquito D’ Rivera, Ilan Chester, Simón Díaz, Luisito Quintero, Ed Simon, Mike Marshall, Ensamble Gurrufío, Nana Vasconcelos, Worlds of Guitars y Luciana Souza, entre muchos otros.
Para Ernesto Rangel, fundador de Guataca, Aquiles influenció a una generación de músicos con su forma de componer. «Él componía música venezolana pero no de una forma tradicional, siempre estaba presente la improvisación como parte de su lenguaje musical», dice el empresario, quien destaca que trabajar con Báez era muy ligero y divertido. «Todo el tiempo estaba echando chistes malos, casi todos, pero que nos divertían mucho. Era una persona muy amena para trabajar y muy directa cuando algo no le gustaba o viendo venía una propuesta musical que no era auténtica. Era muy crítico de buena manera, invitaba a los jóvenes a investigar y cuestionar lo que estaban haciendo para crecer y hacerlo mejor», afirma.
Ambos se conocieron en Nueva York y fundaron Amigos de Venezuela en Nueva York para difundir la cultura venezolana en la Gran Manzana. «Hicimos muchos conciertos, llevamos a Simón Díaz por primera vez a Nueva York. Aquiles siempre me transmitió su amor por la música venezolana y, sobre todo, por darla a conocer entre los mismos venezolanos. Él decía mucho ‘cómo a uno puede gustarle algo si no lo conoce'», recuerda Rangel. Más adelante, cuando regresaron a Venezuela, organizaron conciertos caseros en los que invitaban a nuevos talentos para darlos a conocer. Así nació Noches de Guataca, que más adelante se convertiría en la plataforma para promover e impulsar a la música venezolana. «Esto nos llevó a una etapa en la que la música venezolana vivió una bonita transformación, en la que los venezolanos no estaban muy enamorados de ella y eso cambió».
Aunque Rangel tiene muchas anécdotas con Aquiles, hubo una reciente, durante un homenaje en Miami, que lo conmovió mucho. «Él decía: ‘Yo vengo de componer tantas canciones y a mí me van a recordar por ‘El pescado frito», que fue un tema que hizo a modo de gracia. Hace poco cuando terminó un concierto en su honor todos comenzaron a corear esa canción. Todo fue muy nostálgico pero terminó con mucha alegría. Es una parodia que tiene un ritmo muy alegre», dice.
Todos coinciden en que Aquiles Báez deja un enorme vacío en la música venezolana; sin embargo, consideran que su obra continuará influenciando a nuevas generaciones. «Era un gran maestro de la composición que revolucionó no solo la música venezolana sino la latinoamericana. Aquiles era un trabajador incansable, un músico excepcional y que deja un legado increíblemente valioso. Considero que era un músico con una gran sensibilidad y una genialidad impresionante. Yo siempre le decía que era un cazador de nuevos talentos, siempre se las ingeniaba para crear nuevos espacios de encuentro que favorecieran la difusión de la música venezolana», indica Zuly Perdomo, quien considera que su mayor aporte fue innovar sin apartarse de la raíz de la música tradicional venezolana. «Le dio un toque y una sonoridad mucho más contemporánea, atractiva y compleja a la música venezolana».
Para Rangel el mayor aporte de Báez a la música venezolana fue el enorme repertorio que dejó. «Todo el trabajo que hizo, solo y con Guataca, creo que dejó a una generación bastante grande que lo está siguiendo. Hay guitarristas que están tocando a su manera, no solo en la guitarra si no en todos los instrumentos. La forma en la que Aquiles compuso no va a dejar de influenciar a la música venezolana por muchos años», afirma.
Y añade: «Uno nunca sabe cómo lo va a recordar la historia, si –como él decía en broma– por ‘Pescado frito’ o por sus otras obras…»
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional